Opinión

Rodrigo Facio y la Economía Social

Rodrigo Facio encara el análisis de los problemas económicos de su tiempo en concordancia con su concepción humanista de la vida,

Rodrigo Facio encara el análisis de los problemas económicos de su tiempo en concordancia con su concepción humanista de la vida, la sociedad y del Estado. Así de manera elocuente dice que “todo régimen debe tender hacia la felicidad del hombre”, porque “el hombre es lo primero, no solo espiritual y moralmente, sino también desde el ángulo puramente material”.

En tal sentido, sostiene que “la economía se agrega a la religión y a la ética, para confirmar a la persona como el punto de arranque y el punto de llegada de todo en este mundo.” Tomar a la economía como fin de la acción humana, conduciría a la esclavitud de las personas, “porque el materialismo, la pura satisfacción de las necesidades fisiológicas, el simple disfrute de los goces materiales de la vida, como objetivo último, desemboca en un simplista programa zoológico modelo”.

Así es como rechaza el clasicismo o liberalismo económico y el marxismo, en ambos casos, con fundamento en criterios humanistas. Facio sostiene que ambos sistemas han instrumentalizado a la persona en función de intereses ajenos a su dignidad y su condición humana. Critica el liberalismo económico porque exalta al individuo como un sujeto del mercado, como un homo economicus. Según esta visión, “el obrero es una cosa, a pesar de la libertad que para él se pide y se pregona”. El liberalismo “filosóficamente representa una postura transpersonalista, en la que el hombre no aparece como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar otros propósitos”.

Por su parte, señala que el marxismo, al igual que el liberalismo, ha reducido a la persona humana a la categoría de objeto. En el marxismo, “el hombre no es sino una tuerca en el gran mecanismo dialéctico de la historia en el que el hombre no existe como elemento moral y libre”. Por esas razones, el marxismo no tiene ninguna posibilidad de éxito en Costa Rica: “la idea de un movimiento político fundado en la teoría radical de la lucha del proletariado contra la burguesía es totalmente extraña a las necesidades y las posibilidades costarricenses…”

En definitiva, Facio rechaza tanto el liberalismo económico como el marxismo, porque ambos sistemas “olvidan que todo régimen debe tender a la felicidad del hombre”. Ante esta situación, ¿cuál es la alternativa?

Facio propone el liberalismo constructivo –lo que hoy denominamos social democracia– por medio del cual justifica la intervención del Estado en los procesos económicos, con el propósito de garantizar a todos los habitantes del país el mayor bienestar posible, estimulando la producción nacional y el más adecuado reparto de la riqueza. Con esta propuesta de economía social, no solo se amplía y fortalece las libertades civiles y políticas, sino también la libertad económica y social de todos los ciudadanos.

Este liberalismo socialmente constructivo no concibe la libertad como un dejar hacer por parte del Estado. Por el contrario, Facio establece que para el disfrute pleno de la libertad y de los otros derechos, se requiere de la intervención del Estado con el fin de garantizar a las personas un mínimo de condiciones materiales de vida que le permita vivir con dignidad, “desde el momento en que no es libre el hombre estrangulado por la miseria, flagelado por la ignorancia y torcido por la mano dura de los fuertes.” Enfatiza que el disfrute de los derechos no se garantiza con su solo reconocimiento en un texto escrito o porque se les proclame como una mera facultad moral, sino al hecho de que se les dote de una capacidad de acción. O como diría Monseñor Sanabria: “no se puede enseñar el Padre Nuestro a quien tiene hambre”.

Como se puede concluir, se trata de un liberalismo evolutivo y humanista que aspira llegar a la democracia social, sin apelar a la violencia y a las dictaduras de cualquier signo ideológico, por medio de las garantías sociales, el cooperativismo, el establecimiento del impuesto progresivo sobre la renta y la planificación para el mejor aprovechamiento de los recursos de la economía.  La clave está, pues, en encontrar el punto de equilibrio entre la justicia social y la eficiencia, donde “la justicia no mate la eficiencia, ni la eficiencia mate la justicia”.

 

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