Opinión

Cuidado con las ocurrencias en campaña electoral

“Ni que fuera un billete de 10 mil para caerle bien a todo el mundo”.

“Ni que fuera un billete de 10 mil para caerle bien a todo el mundo”. Una frase que todos hemos escuchado alguna vez y que, además, sabemos que es cierta. Nadie es capaz de agradar a todos; y, en política, mucho menos. Por eso es que cuando hablamos de campañas electorales, hablamos de procesos que se diseñan y planifican en función, por supuesto, de propuestas, pero, sobre todo, de públicos meta.
En época de campaña electoral surge la charlatanería, las especulaciones y, más que todo, quienes generalizan, sobre-simplifican o, bien, creen saberlo todo. Sin embargo, lo cierto del caso es que para que un partido político y, principalmente, su candidato, sean aspirantes serios a la silla presidencial, deben despojarse del palabrerío y las ocurrencias, para centrarse en la lógica estratégica y planificada de una campaña electoral seria y profesional.
Y es que, si bien en una contienda electoral existen márgenes de riesgo e incertidumbre que escapan al “control planificado”, se busca reducir estos, precisamente, a través de la planificación estratégica. Por lo cual, se deben guardar en casa a los opinólogos y su olfatímetro para equiparse con el capital humano que tenga las herramientas productivas e intelectuales para investigar la demanda ciudadana, planificar la oferta y, en general, construir narrativas que les permitan a los candidatos conectar con los públicos que podrían brindarle su voto.
Narrativas. Eso es lo que se construye y consume en la vida, en la política, en los gobiernos y, por ende, en las campañas electorales. Realidades, construidas a través de relatos, las cuales se plasman en los mensajes, discursos y producciones audiovisuales, que se vinculan con las predisposiciones, intereses y cosmovisiones de los públicos a los cuales van dirigidas.
Como dirían los especialistas Orlando D’Adamo y Virginia García Beaudoux, la narrativa o relato político es una estrategia de la Comunicación Política que transmite valores y objetivos, así como construye identidades, mediante una historia persuasiva que actúa a modo de “marca” de un partido, líder o gobierno. El relato moviliza, seduce, evoca y compromete mediante la activación de los sentidos, las emociones y, por lo tanto, en su fin máximo de una contienda electoral, moviliza a los electores hacia las urnas.
Eso sí, no es lo mismo una narrativa a favor de la continuidad del gobierno que una que busca su reemplazo, una personalizada en el candidato en vez del partido político o, por ejemplo, un relato progresista en torno a la política penitenciaria de un país frente a uno conservador (y, claro, ni qué hablar de los posibles relatos en torno a los derechos de poblaciones vulnerables).
A partir de esa construcción estratégica de la narrativa, basada en las características del electorado, el contexto y el candidato con el que se cuenta y, en consecuencia, los respectivos mensajes, el enfoque y tono de la campaña, se lleva a cabo la ejecución de esta, con sus respectivas actividades y, por supuesto, con la preparación y gestión ante las diversas contingencias.
En suma, las campañas electorales no son espacios para educar a los electores, sino para ofrecerles soluciones a las demandas, y confianza a las percepciones existentes, de los públicos escogidos. Al final, en la búsqueda por el voto de los indecisos, debería pesar más la investigación y la estrategia que una idea corronga de una agencia publicitaria sin expertise en el ámbito político, un jingle pegajoso que le gustó a algún amigo que sabe de música o unos eslóganes rebuscados convertidos en hashtags para las redes sociales.

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