País Expresidente de la CCSS arrasa en convención interna del PUSC

Candidato Piza: “las sociedades no quieren cambios radicales”

Tras una elección interna que ¿se quedó corta? en expectativas de participación, el aspirante socialcristino marca sus líneas de campaña para 2018.

Horas después de que los datos confirmaran lo obvio, su triunfo en la convención interna del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), Rodolfo Piza empezaba a perder nitidez en la voz, pero no en su costumbre de alargar las respuestas hasta sentir que había dado explicaciones suficientes. Y eso casi nunca le ocurre.

Sentado en una silla incómoda que le quedaba pequeña para su cuerpo grande y para su manía de mover las piernas al comentar temas que parecen importarle más, el nuevo candidato electo del PUSC recibió a UNIVERSIDAD para una entrevista sin cuestionario. La idea era intentar una conversación más suelta sobre el momento del partido otrora poderoso, su propuesta y la campaña que se avecina.

A él le pareció bien porque, advierte, a veces hay que dejar que las cosas fluyan, que la espontaneidad predomine, aunque sea todo un desafío personal. Contó incluso que allá a finales de los 70 quiso probarse como arquitecto pero descubrió que era demasiado estructurado para ello. Fue entonces cuando se pasó a estudiar derecho, como su padre, el jurista reconocido Rodolfo Piza Escalante (1930-2001).

Ese es un punto en Piza. Más allá de su conservadurismo, de la credibilidad que proyecte o la bandera rojiazul renovada que asegura ondear, el nuevo candidato presidencial acepta que le cuesta romper las cuadraturas.

Tanto es así que la entrevista acaba recostándose en los temas que él prefiere exhibir y con numerosas frases que pronunció ya en la precampaña en la cual participó con el diputado Rafael Ortiz, a quien venció con casi el 70% de los votos tras una jornada de domingo más bien lenta, en la que participaron unos 130.000 electores, según datos oficiales.

Una de esas frases es hacer que Costa Rica “vuelva a creérsela”, que recupere la autoconfianza con la que derrotó a los filibusteros a mitad del siglo XIX, que construyó ferrocarriles en medio de las selvas y  armó un sistema modélico de seguridad social durante aquellos años inciertos de la II Guerra Mundial.

Se cuida de mencionar la abolición del ejército y las políticas de protección de bosques. Por algo quiso acabar su rueda de prensa del domingo en la noche sacando una bandera de Costa Rica y extendiéndola frente a su cara. No se vio muy espontáneo, pero el mensaje está claro: quiere convertirse en el candidato que congregue electores alrededor del orgullo patriótico y de sentimiento tradicional costarricense.

Lo comenta en su sede de campaña, llamada “La Estación”, acorde con su plan de construir un metro en San José y con la nomenclatura de moda en el barrio de moda de San José. Es barrio Escalante, un nombre ligado a la línea familiar de Piza (por su abuela paterna) y una muestra adicional de una estirpe familiar cercana al poder  incluso en el siglo XIX.

Talvez ese origen y sus estudios lo inclinen a evitar “las terapias de choque”. “Los debates esta vez serán entre democracia y populismo. La clave es cómo garantizar la democracia con los equilibrios que la sociedad quiere. Tenemos que recuperar el camino costarricense; pensar en el futuro, pero respetando lo que somos como país”.

Evitar pronunciar la palabra “cambio”, el concepto que adoptó en su discurso en 2014 Luis Guillermo Solís para su campaña y posteriormente para el gobierno. Lo que propone Piza es “hacer las cosas bien, atreverse”, pero sin salirse de los márgenes tradicionales costarricenses.

Su corte conservador incluye, por supuesto, la religión. Después de la confusa respuesta sobre una posible reforma constitucional para eliminar el carácter confesional del Estado, Piza intenta explicarlo más y deja claro que la Constitución debe dejar espacio a la fe, más allá de garantizar la libertad de culto.

“Uno debe tener un pie en la historia y hacer equilibrio con lo que se busca. Las sociedades no cambian ni quieren cambios radicales”, justifica Piza.

¿No cambiaría nada al modelo de educación religiosa católica en escuelas públicas?

  • Bueno, lo primero es que no obligatoria…

Claro, pero hay algo de discriminación con “los de otra religión”.

  • Pero eso es de sociedad. Las sociedades no se cambian con decretos.

Pero sí con educación y de esos estamos hablando.

  • Bueno, por eso debería haber muchas opciones de educación. Entre más opciones, mejor. En las universidades públicas hay capillas y no entiendo por qué no, si puede haber una asociación sindical que es atea.

Pero con la diversidad habría que tener templos para 20 religiones diferentes…

  • Bueno, no, es que hay que tener capillas de acuerdo con las mayorías.

¿Entonces no cambiaría nada a la educación pública religiosa?

  • Lo que deberíamos es ampliar quiénes quieren educarse en otros valores y llegar a acuerdos con las distintas iglesias, la judía, las evangélicas, la mahometana aunque aquí casi no hay. No veo por qué cerrar una opción que es parte de la historia de un país, ampliando el horizonte.

Este es un candidato de fe. Lo dejó claro en la rueda de prensa cundo dijo sentir “temor” de cara a la campaña electoral, pero antes de que alguien interpretara otra cosa, aseguró que lo decía en el sentido bíblico, como diciendo “respeto supremo”.

Intentará ser auténtico y parte de esa autenticidad pasa por su apego al equilibrio,  las situaciones controladas. Promete hacerlo sin etiquetas ideológicas (a él le ponen la de “derecha”) y con su estilo de evitar los ataques. Evita criticar al gobierno de Luis Guillermo Solís y ni se atreve a mencionar a sus rivales. Ni siquiera lo hace con el expresidente Rafael Ángel Calderón, exlíder del PUSC, y cuando tuvo que referirse al escándalo del caso CCSS-Fischel prefirió decir “un tema muy conocido”.

No quiere hacer olas ni siquiera cuando se altera en temas que le resultan especiales. Parece que la religión es uno de ellos. Otro sin duda es la Caja del Seguro Social (CCSS), entidad que presidió en el período 1998-2002 y que se ha convertido en la mayor referencia de currículo ante la población.

Enumero logros de su gestión y aclara que cuando salió de ahí, hace 15 años, la situación estaba lejos de los problemas actuales. Es cuando se incorpora de la silla y gestualiza, sube un poco el volumen y se me acerca para contestar, con el dedo índice a unos 30 centímetros de mi cara. Alguien podría pensar que está enojado.

“Salí hace 15 años. Destaque eso. ¡Porque es mucho mejor la Caja que teníamos antes! ¡Claro! ¡Pero muchísimo! Tenía equilibrio económico, aumentaban los servicios cada año, bajaban las listas de espera. En cuatro años aumentó un 20% el números de cirugías y se bajó un 35% la mortalidad infantil y se subió esperanza de vida un año y medio, justamente en esos años”. Y continúa una larga lista de logros que asegura tener concretados en cifras y que incluye el régimen de pensiones, obras hospitalarias, reformas legales y otras metas. Habla excitado. Hasta se le escucha la respiración.

¿Si dejó la CCSS tan bien encaminada, según sus palabras, qué fue lo que pasó después?

  • Diay, le dieron un golpe ético y moral a la institución, con… un tema muy conocido, el de las compras del crédito finlandés (el caso CCSS-Fischel, con Rafael Ángel Calderón como protagonista). Hubo problemas de administración y sobre todo le dieron un golpe económico al aumentar de manera desmesurada la cantidad de empleados, con casi 11.000 en cinco años. Las finanzas pusieron en mucha dificultad a la institución.

Esa situación…

  • Podemos hablar de datos y no solo eso: bajaron infecciones intrahospitalarias y bajó el tiempo de espera en cama para ser atendido. Me gustaría que lo vieras con datos.

¿Por qué en 15 años no levantó la voz al ver lo que ocurría? ¿Fue suficientemente diligente tratándose de su partido?

  • Primero estuve nueve años fuera de la política y ejercí tres como magistrado suplente. En 2011 yo hice señalamientos cuando me invitaron a la Universidad de Costa Rica, pero obviamente yo no tenía un cargo ni era líder en esos momentos. Yo hablaba como ciudadano.

Claro, como un ciudadano con la autoridad que da haber presidido la institución por cuatro años.

  • Ahí hay escritos míos y conferencias en la Universidad y una la resumió el Semanario. Lo que corresponde es señalar los temas, pero no imponer y obviamente ni era escuchado más allá de lo académico. Es como que le achaquen a uno lo que está haciendo este gobierno.

¿Qué está haciendo este gobierno? ¿Cómo lo sintetiza?

  • Tiene luces y sombras. Una sombra es haber generado muy muy poco empleo y hoy hay más tugurios que en el pasado proporcionalmente, y la seguridad ciudadana… ha aumentado 50% el número de asesinatos desde el 2013.

¿Luces?

  • Luces fueron la atención del huracán Otto, se le ve más asentado en el último año y de 100 cuellos de botellas viales han atendido cuatro, como la Pozuelo o el puente de ‘la platina’. No es que lo haya hecho mal, es que ha hecho muy poco y no ha avanzado en equilibrio presupuestario.

Dijo “equilibrio presupuestario” y su discurso de precampaña dejó claro que no quiere aumentar los impuestos. Fue uno de los flancos abiertos para que le señalaran su aroma libertario, con el antecedente de haber participado en el partido de Otto Guevara y haber presidido en 1996 la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE), una agrupación no partidaria que promueve una economía liberal, de ideas abiertas, libertades individuales y un Estado lo más pequeño posible. Sin embargo, a la hora de escoger países favoritos el panorama es otro.

¿A qué país le gustaría que Costa Rica se pareciera en su modelo de desarrollo?

  • Yo soy muy admirador de los países del centro y el norte de Europa. Han logrado un fuerte equilibrio entre la libertad y la justicia social. Son pioneros en libertad económica pero también en equidad. No tengo empacho en reconocer que admiro muchísimo el modelo nórdico, sin monopolios y mucho compromiso social.

Esos países nórdicos tienen una carga fiscal muy superior a la nuestra, andan por encima de un 50% del PIB y Costa Rica cercana a 23%,  y usted no quiere aumentarla acá.

  • En cuanto a porcentaje del PIB, pero le aclaro algo: los impuestos sobre las empresas en Suecia son bastante menores que en Costa Rica, menos de un 22%, (sobre renta mundial) para que empecemos a conocer un poquito. Y en Irlanda es 12,5%. Lo que pasa es que se recauda mejor, pero las tarifas no son muy superiores.

En el caso de capitales o de un salario de 10.000 euros mensuales el impuesto…

  • Sí, sí, pero nosotros tenemos una carga social muy alta sobre la planilla, incluyendo las cuotas de la CCSS. Mire, yo creo que hay temas en que ellos cobran un poco más, pero en otros es menos. Es verdad que tienen un impuesto al valor agregado (IVA) más alto, pero en muchas áreas es menor, porque tienen tarifas diferenciadas. Obviamente no se trata de copiar, sino qué uno descubre. Digamos, Estonia, Irlanda y Nueva Zelanda son buenos ejemplos que eran pobres e hicieron cambios sustantivos en democracia. Esos países empezaron a progresar cuando bajaron los impuestos, no cuando los subieron, pero son más estrictos en el cumplimiento de la legislación tributaria. Nosotros podríamos recaudar más con las mismas tarifas.

Me parece recordar que don Otto Guevara también mencionaba el ejemplo de Estonia…

  • No, no, he señalado que hay varios modelos nórdicos, el de Alemania…

Pero hablando de sistema tributario.

  • Sí, el caso que le mencioné de las empresas en Suecia, un 22% contra un 30% de Costa Rica, para que ubiquemos las cosas (…) Suecia tenía un sistema muy estatista, pero después buscó equilibrios. Por eso digo que no es copiar, sino ver ejemplos. Tocqueville decía que había que buscar principios y las recetas y no tanto las recetas.

¿No quiere usted ninguna receta?

  • Ninguna, los ticos tenemos nuestra propia forma de resolver los problemas y también podemos dar lecciones en muchos campos. Hemos tomado ejemplos en seguridad social y educación privada, pero adaptándolos a nuestra realidad por encima del debate ideológico. Mire, nosotros tenemos la Constitución como guía y ahí están los valores en los que creemos: garantías sociales, educación pública, las libertades, el debido proceso y otros valores esenciales.

Ya lo ha dicho. Su estilo es no salirse de los márgenes, de las estructuras o las costumbres. Cuando se le pide un ejercicio de predicción sobre el curso de la campaña electoral prefiere hablar de sí mismo y su afición por el equilibrio, por la continuidad. Y cuando se le pide posar, acepta gustoso, recuerda que es mejor sonreír y hace la mueca. Hay otras más naturales.

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