Opinión

El colapso de los servicios de urgencias en la CCSS

Algunos consultan por un resfrío y otros por haber bebido demasiado alcohol; mientras reclaman ser atendidos o incapacitados

Algunos consultan por un resfrío y otros por haber bebido demasiado alcohol; mientras reclaman ser atendidos o incapacitados, ven ingresar prestamente una camilla con una persona atropellada; adentro, en los pasillos, hay gente recibiendo una nebulización de pie; otros, menos afortunados, vomitan en cualquier parte, frente a la indiferencia; muchos, demasiados, se encuentran a la espera de resultados de laboratorio u otros exámenes que deberían obtenerse a la brevedad – y en muchos casos, innecesarios-, para supuestamente definir qué hacer con ellos; peor aún si en la clínica o Ebáis atiende un solo médico.

Pero la mayoría, espera en sillas de ruedas o en camillas -que tanto se necesitan en la puerta- en condición relativamente estable, para ser trasladados a otras áreas del hospital: los pacientes con cardiopatías no pueden trasladarse al salón, porque se encuentra atiborrado con otros tantos pacientes esperando semanas, un cupo en la sala de cateterismos; los de oncología no pueden ser trasladados al área de quimioterapia, por lo cual el personal gana tiempo atendiéndolos en medio del tumulto; y los pacientes de cirugía, no pueden ser trasladados al salón ni pueden ser programados por falta de espacio en los quirófanos; y si se consigue el quirófano, no se puede proceder, porque la sala de recuperación está llena, debiendo suspenderse entonces cualquier otro procedimiento urgente o electivo, incluyendo los del día siguiente.

Ante semejante plétora, no es de extrañar que, en ocasiones, se haya tenido que cerrar algunos servicios de urgencias y referir a sus pacientes con situaciones emergentes a otros centros. Así las cosas, algunos desesperados optan por pagar servicios privados; otros fallecen por falta de atención oportuna; otros, son atendidos prestamente y egresados, pero vuelven pronto, debido a la falta de resolución definitiva de su problema; y otros, consultan allí repetidamente, para saber si le consiguieron “la cama prometida” para un procedimiento electivo pendiente; la mayoría, empeora y recibe el servicio solo cuando se encuentra en condición crítica.

Lejos de allí, en los Ebáis, los pacientes con enfermedades crónicas de todo calibre son referidos a las clínicas y desde aquí, rápidamente, a las consultas de especialidad; al encontrarse con citas para el próximo año y desobediencias a los mandatos de la Sala “cuarta”, no tienen otra opción que acudir a los servicios de urgencias -ideados para atender situaciones “agudas”-, en busca de una solución para sus problemas “crónicos”.

Durante décadas se ha repetido que la solución a este cuello de botella comienza por la prevención; el motivo de consulta de la mayoría de pacientes crónicos puede resolverse con una adecuada capacitación, tanto del paciente como del médico comunitario y del profesional de enfermería, en lugar de convertirlo en una consulta médica convencional, prácticamente limitada a la confección de una receta, la cual poco o nada resolverá. Los diferentes niveles de atención tienen que estar interconectados, para eliminar la repetición absurda de consultas, recetas y exámenes, la mayoría de los cuales se pierde en el camino. Los servicios de especialidad, deben depurar de sus agendas a los pacientes portadores de condiciones crónicas y estables que no lo ameritan y deben eliminarse prácticas burocráticas absurdas que lo fomentan; en cambio, deben contar con “clínicas” diurnas, donde equipos multidisciplinarios eduquen y atiendan a sus pacientes operados, instrumentalizados, trasplantados, medicados con drogas complejas o con enfermedades avanzadas, los cuales no tienen porqué consultar en los servicios de urgencias, en vista que estos no están diseñados ni capacitados para eso; además, las clínicas son los espacios idóneos para proveer educación práctica y eficiente para el médico general, optimizando su capacidad de resolución en el nivel de atención primaria. Los servicios de urgencias deben disponer de médicos especialistas, quienes deben dirigir las decisiones del personal, optimizar la indicación de exámenes auxiliares solo a quienes lo ameriten e indicar procedimientos de manera protocolizada y no discrecional, en la cual cada profesional procede como mejor le parece. Deben optimizarse los recursos existentes y planificarse los que hacen falta, tales como las salas de operaciones o de recuperación y el recurso humano. Solo después de resolver estos males crónicos, perpetuados por gestioneatiende un on ellos; y es  institucionales miopes e intereses político-gremiales, puede hablarse de inopia de médicos especialistas.

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