Opinión

Tasa de plusvalor Estatal

Dada cierta incapacidad, pero quizá por razón de interés racional, el concepto tasa de plusvalor que acuñara, difundiera y ardientemente

Dada cierta incapacidad, pero quizá por razón de interés racional, el concepto tasa de plusvalor  que acuñara, difundiera y ardientemente logró que se instaurara, Karl Marx, arrastrando a más de un tercio de la población mundial a la desgracia de las dictaduras comunistas disfrazadas de democracias, y que también definió de modo elegante como tasa de explotación de la fuerza de trabajo, o bien de manera nada despectiva como tasa de productividad, continúa hoy más que nunca y con la fuerza de la ley, y la estupidez, empoderada desde la más recóndita instancia que sirve a tal efecto, en manos de una clase de personal adicto al billete y a la buena vida.

En mi libro Capital, Competencia y Ganancia (EUNA) –casi un best seller, por cierto, en este país de economistas escasos de buena lectura– desestimé ese concepto, no sin preocuparme por su conversión en una tozuda herramienta para la verdadera explotación de la fuerza social de trabajo actuante, latente y en barbecho; un ejército social de personas en reserva y en condiciones de absoluta incertidumbre y miseria. Si usted estudió El Capital, notará que cuasi-parafraseo a su autor. Tal tasa es muy simple:  donde plusvalor significa más valor, aquel por encima del pagado en salarios. Podemos cambiar el concepto de plusvalor por cualquier otro que el Estado emplea furtivamente, y así resucitamos a Marx, una vez más, para el horror de panderetas y criminales,  blanqueadores del trabajo ajeno.

Cuando Recope, que desde hace tiempo no existe como tal puesto porque no refina petróleo, aunque refine hasta el desgaste el bolsillo de los costarricenses, el ICE, la Banca Pública, la CCSS, el INS, en fin todo el Estado, la cosa pública de unos para el ejercicio de su poder sobre los otros, se apoderó de la tasa de explotación para explotarnos a los otros. Las versiones son distintas en su numerador y comunes en su denominador y el resultado:

Y así sucesivamente. ¿Cómo es eso?, se preguntará el lector atento. Tomemos solo el caso de Recope, parcial –porque se me agotan los 3.500 caracteres con espacio–; el aumento en el precio de los combustibles cercena el salario de cualquier costarricense que tiene suerte de tener uno. De ese aumento se prenden alegremente otras instancias públicas y privadas para aumentar sus tarifas y precios, a causa del efecto costo. El trabajador sencillo, quien viaja en bus, debe pagar un pasaje mayor, pero además debe pagar un precio más alto por los alimentos, vestido, vivienda, y por tanto tendrá de dejar de comer o pagar vivienda, quizá los intereses del banco público que rematará su miserable casita y sus hijos no podrán ir a la escuela a pesar del programa Avancemos y otros retrocesos sociales. Recope deviene en la empresa que dicta la política monetaria, fiscal y económica en general del país, el tipo de cambio, la tasa de interés, la inflación, la farsa de aumento salarial, y el desempleo, pero sobre todo gobierna con su flamante política de aumento de la pobreza generalizada de los otros costarricenses, a un gran número de los cuales tiene el Estado viviendo en algo peor que la miseria.

Ahora, termine usted este ejercicio, y si es una persona muy dedicada y con conciencia social verdadera, haga los otros.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido