Cultura Álvaro Fernández, padre del rock progresivo costarricense, anuncia su regreso

Entre compadres…

"Compadre", primer y último álbum de Álvaro Fernández, fue una revolución musical costarricense. Hoy cumple 40 años de su lanzamiento.

La aguja desciende lentamente. Al mínimo contacto el acetato empieza a girar.

Un elegante aparato de madera de los 60 reproduce Twist and Shout de The Beatles. Al frente un niño de siete años que, todas las tardes, escucha ensimismado las mismas cuatro canciones que conforman el álbum .

En 1976, a los 21 años, Álvaro Fernández publicó su primer álbum: Compadre. También fue el último. Tres años después se apartó de la música. Completó sus estudios de filosofía, se dedicó a la docencia y a laborar como investigador en el Observatorio del Desarrollo en la Universidad de Costa Rica.  Una que otra presentación musical. Nada más. Sus seguidores quedaron con ganas de más. Su corta trayectoria musical le bastó para crear una obra maestra. Al punto de poder considerarse el padre del rock progresivo costarricense, y algo más.

Su enganche definitivo con la música sucedió cuando su papá lo llevó a un concierto de The Bealtes en el D.C Stadium, Washington, pero esa es otra historia.

¿Cómo fue la experiencia de ver en vivo a los Beatles a los 10 años?

-“¡Inexplicable! Cuando entraron ¡PLAA!, una cosa como en Hiroshima. No se escuchaban por el ruido y el temblor de la gente. Hay una reacción física ante un temblor; ahora imagínese eso, no por 30 segundos que dura un temblor, sino por dos horas”.

Luis Muñoz, entrañable amigo,  músico de jazz costarricense con gran trayectoria en California y flautista, arreglista y co-productor de Compadre, lo recuerda: “Álvaro desarrolló lo que yo considero una obra maestra de la música original costarricense y paró. Pasaron las décadas y yo decía: puta, qué tristeza, tenía tanto talento, tanto que ofrecer y decir y no lo dijo”.

El rock costarricense tuvo un auge en la década de los 60. La mayoría de grupos no tenían voz. Tocaban éxitos ajenos. Álvaro se atrevió. Cantó nuestra historia: la suya y la de una América Latina que estaba en llamas: Revolución Sandinista en Nicaragua, la muerte de  Salvador Allende, Alcoa en Costa Rica, la realidad militar en Guatemala y otras llamas más.

Suena Pericos: “… pero si volamos como pericos / -qué escándalo- / nos oirán hasta en Managua y Guatemala. Poneme atención, / quiero que me oigas”.

La conversación con Álvaro es extensa. Para ser exactos:  dos reuniones en un pequeño estudio improvisado, en una habitación que su esposa usa como oficina.

Álvaro es pequeño. De contextura frágil. Su fuerza está en otra parte; en la convicción que ha convertido marcha. Sus ojos son niños verdes. Su cara manchada revela la acumulación de recuerdos. Breves carcajadas adornan su voz. Con un gesto cálido me dio la bienvenida: abre el portón, me muestra dos plantas de chayote que nacieron en su patio, me presenta a sus tres perros y abre la puerta del estudio. A partir de ese momento no deja de abrir puertas.

-“Pase adelante. Este es mi pequeño caos”.

El caos era una pared que funciona como biblioteca (alguno de esos debía ser de Kant; el mismo libro que su hermana, cuando era niña, veía imponente en su estante). También se observa  una colección de casetes, acetatos y discos. Colgados, como una memoria con tintes de profecía, tres afiches de concierto de Compadre. Todo es color mostaza, huele a húmedo y a vida.

Ilustración: Simón Molina / Edición: Camilo Fernández
Ilustración: Simón Molina / Edición: Camilo Fernández

En uno de los afiches Álvaro aparece con su primera guitarra: 12 cuerdas, de pino, diapasón de ébano y un mosaico de piezas de madera incrustadas formando cinco guitarras.

David Crosby , músico fundador de The Byrds, es uno de los ídolos musicales de Álvaro. También usaba una guitarra de 12 cuerdas y fue un nombre que Álvaro menciona de forma recurrente.

Usted dice que para un músico el instrumento es esencial y sugiere cosas. ¿Qué le sugirió su guitarra de 12 cuerdas en las canciones de Compadre?

-“Tu instrumento musical es determinante en tu creatividad; no solo te apoya, sino que te sugiere cosas. La guitarra de 12 cuerdas es un instrumento místico. Tiene resonancias de arpa y armónicos de iglesia. Es como estar escuchando un arpa en una iglesia. Ni siquiera un órgano. En Compadre sugirió la parte de ensoñación, del detalle en las canciones, la minucia y la sutileza. Además me reconectó con el folk rock de The Byrds y la poesía de Bob Dylan. Según yo era una reencarnación de David Crosby. Usaba el pelo como él y tenía una chaqueta y botas al estilo de él. Él también usaba una guitarra de 12 cuerdas”.

¿Cómo influyeron sus ídolos musicales a su canto y melodías?

– “Uno es parte de un brote; un brote de energía colectiva. Algunos logramos agarrar la guitarra y de manera creativa poder darles forma a unos acordes que con algún sesgo especial logran que los demás se sientan conmovidos”.

En el sur sonaba Miguel Abuelo, Charly García, Spinetta; más al norte la trova cubana de Silvio… 

-“Fue una coincidencia. De música suramericana y cubana yo no sabía nada”.

La verdadera influencia de Álvaro es el canto humano de profetas. Las referencias son inevitables, aunque Compadre debe ser oído ignorándolas. Es una obra fruto de vivir en verso, con la convicción de la capacidad del arte para derrumbar a los enemigos.

Portada de Compadre corresponde a “Lo que matan los colibríes” de Francisco Amighetti.
Portada de Compadre corresponde a “Lo que matan los colibríes” de Francisco Amighetti.

Apelando a que los códigos de ética periodística no incluyen ninguna sección relacionada con las bebidas alcohólicas, la conversación  se da con una  copa de vino, aguacate y tortillas palmeadas. Álvaro justificó el gesto con una frase en latín: “Primum vivere deinde philosophari (Primero vivir, luego filosofar). Comer y beber es parte del vivir”.

Presionó el botón de reproducir. Al frente, ya no de un tocadiscos, sino de un aparato digital, nos dedicamos a oír. De vez en cuando su cabeza hacía un leve movimiento afirmativo y seguía abstraído. Entre canciones aprovechábamos para seguir la conversación.

Suena Dulce Viajera: “Salgo a caminar / pienso / ¿dónde está mi nube, / la que da el compás? / Compañera mía, / dulce viajera de la tarde”.

Usted era el más aislado de sus hermanos y desde muy niño le apasionaban los libros y emprendía viajes imaginarios ¿Cómo  es esa vida imaginaria? ¿Cómo influyó la lectura en su música y vida?

-“Pucha. Qué linda pregunta. El poder concentrarse en sentir y luego tratar de expresarlo requiere un proceso de aislamiento. Hay personas que lo pueden hacer sin eso, como Charles Manson, el famoso criminal que rompió el sueño de los hippies. Él agarraba la guitarra y era capaz de improvisar letras y música y cautivar a Neil Young y Brian Wilson de The Beach Boys.  Es una enorme riqueza. Yo he sentido en mi cuarto mientras llueve, tal vez bajo la influencia de algún psicotrópico, de ir como en una nave espacial sola en la negrura del Universo. Es crucial porque es parte de la vivencia humana”.

Entre la música y la remembranza empieza a llover. La pequeña habitación se convierte en una especie de nave espacial. Entre compadres, les cuento lo que sucedió:

Suena Nosotros los hombres: “Traigo muertos para asustar a todos / los que juegan con muertes. / Vidas para alegrar a los mansos y tiernos, / esperanzas y uvas para los dolorosos”.

Así dice Nosotros los hombres, poema de Jorge Debravo y musicalizado por Álvaro e incluido en Compadre.

¿A quién quería asustar?

-“Yo quería hablar con una voz discordante pero a la vez empática y de armonía. La discordancia genera diversidad y la diversidad es mucho más fuerte que la homogeneidad”.

En ese poema Debravo habla del deseo de hacer un solo brazo dulce que rodee a la tierra. ¿Cree que es posible crear ese brazo? ¿Trató usted de ser parte?

-“Sí. Yo creo que hace tiempo está ocurriendo. Milenios. La ética de la igualdad, la legislación de la igualdad es antiquísima. Desde los sumerios, los egipcios y los hebreos. Siempre ha habido la historia de los vencedores y los vencidos. Hasta ahora ha predominado la desigualdad pero siempre ha habido las voces de la disidencia. Voces de profetas. La música y la poesía tienen esa potencia que no tiene ese discurso racional porque va más al corazón. Como decía el filósofo Antonio Gramsci: “el pesimismo de la razón abonado al optimismo del corazón””.

Compadre es el grito exiliado de Carmen Lyra, la batalla universal de Joaquín Gutierrez, el paso revolante de Salvador Allende, las historias y el místico sueño de Álvaro cantados en una sola voz.

Su papá, Guido Fernández, fue un reconocido intelectual liberal y director del diario La Nación.  ¿Cómo fue ser parte del Frente Popular  (partido maoísta) teniendo a su papá y siendo él tan importante para usted?

-“Hubo momentos brutales. Una vez en la Universidad había un debate promovido por Carlos Morales, director del Semanario UNIVERSIDAD. Era como un “match” de boxeo”: en la esquina don Guido Fernández y en la otra alguien de izquierda que ahorita no recuerdo el nombre. Cuando entró papá la mitad del auditorio se paró y empezó a abuchear. La gente se fue en un gesto calculado de protesta y rechazo. Eso a mí me dolió en lo más hondo.  Yo me fui transformando. Me fui a la izquierda pero con una tensión muy fuerte del sentimiento liberal de respeto, de no imposición.  Mi papá me respetaba y yo no necesitaba que él me convenciera”.

Suena Canción de cuna para despertar a un niño: “y que saben que un puño es un toro / y cien toros un ancho camino, / y la lucha es el rojo salmón / que remonta, saltando, los ríos”.

“Canción de cuna para despertar a un niño”, del poemario Te conozco Mascarita, de Joaquín Gutiérrez es la primera canción del acetato.

Joaquín Gutiérrez  y Carmen Lyra  pertenecen a un movimiento político y artístico fundamental.  ¿Usted se considera parte de este movimiento desde su trinchera? ¿Se siente parte de los toros que forman el ancho camino?

-“Sí. Totalmente. Creo que es lo más valioso del desarrollo del pueblo costarricense como pueblo desde el punto de vista cultural. Es nutrirse de las raíces más profundas de lo bueno, lo bello y lo verdadero de la nacionalidad. No es lo mismo estar acá a estar enraizado en Nicaragua o Panamá. Podés querer enraizarte en otro lado y es totalmente legítimo; pero creo que es importante que donde estés hundás muy hondo tus raíces y que te nutrás de lo que crece ahí”.

¿Le mostró esa canción a Joaquín Gutiérrez?

(Su cabeza, lenta, vuelve al suelo. Con sus manos cierra sus párpados. Pienso que nuestra entrevista había llegado a su fin. Levanta el rostro. De sus mejillas caen las lágrimas.)

-“Fue muy conmovedor. Así como me acaba de pasar a mí le pasó a él. En el 74 Joaquín dio un curso de apreciación literaria en la Universidad de Costa Rica. Me metí atraído por su figura. En una clase, antes de empezar, le dije: Joaquín, yo le puse música a dos poemas suyos. Quiero mostrárselos. Se puso a llorar mientras oía”.

Desde joven, Álvaro fue un militante de la revolución humana. Las historias que vivió antes de sus 21 años las transformó en poesía, logrando unir la fuerza rítmica de sus versos con las melodías adecuadas.

Había una toma de tierras. El papá le prestó su Volkswagen y se fue. En una cabaña, frente al mar, un brazo con cicatrices de guerra cargaba un trago de guaro. Una campesina voz desesperada confesó a Álvaro: -¡Yo maté a mi compadre!

Suena Compadre: “Compadre de mi alma / quiero oírte cantar / o escupir tus blasfemias / o bailar sin final. / Compadre de mi alma / quiero oírte llorar / pero has muerto en un crimen / y era mío el puñal”.

¿No de una manera literal, pero, usted ha matado a alguien?

-“Vivimos permanentemente en esa posibilidad y puede ocurrir en cualquier momento. Es uno de los grandes desafíos de la vida; la expresión de la fraternidad y solidaridad”.

¿Le ha dado vida a alguien?

-“A todas las personas que he querido les he ofrecido lo mejor que yo tengo y que soy: mi afecto, amor, bondad, creatividad. Es entender que las relaciones humanas son muy complicadas y pueden tener muchas manifestaciones de violencia en cualquier momento. Ser humano es todo un desafío permanente”.

El acetato está compuesto de 9 canciones y una posdata: no soy soldado.

Suena No soy soldado: “No soy soldado de ningún ejército / y no quiero emprésitos de voz: / solo quiero cantar. / Me siento hastiado de tanta estulticia / consignas de milicia y tambores: / tengo que empacar”.

¿Cómo se canta Compadre y se pretende no ser parte de ningún ejército?

-“Esta canción es un tipo de rebeldía contra la visión más convencional, represiva, autoritaria del comunismo. Yo la viví, salvando las distancias, aquí con mi paso por el Frente donde la ideología era muy cuadrada. No quería ser parte de ningún coro de todos cantando lo mismo. Al cabo de los años yo me mantuve y mucha gente terminó desertando realmente. No he cambiado mi ideología. La he mejorado. Mi vida ha sido una integración, una síntesis. No sé si alguien puede vivir de otra forma que vivir desde la propia base. La filosofía me ha ayudado a hacer una reflexión sintética integradora. Así me siento yo, como jalando muchos tarros a la vez. Es muy difícil integrar con tantas inquietudes”.

Usted se aleja de la música después de Compadre.  ¿Se puede ver esto como una forma de no haber logrado integrar la música a los demás aspectos de su vida?

-“Qué buena pregunta”.

(El silencio se prolongó. La respuesta la había escrito hace 40 años en la cubierta de cartón de los acetatos. Lo abrió y leyó un fragmento del agradecimiento).

“Mi canto, que busco y apenas vislumbro, no será necesariamente, como ahora, musical. Muchos no lo son. En todo caso, la armonía es siempre una, presentísima y lejana. Este disco, espero, atestigua la existencia de tal armonía e incita a buscarla; tiene ella tantas máscaras como personas buscándose. Quizás el encuentro cara a cara es único, último y solitario. Creo, sin embargo, que esta armonía se construye solamente al amarnos los seres humanos”.

(Cerró la tapa y reflexionó). “Esa sigue siendo mi filosofía de vida”.

Primer concierto de Compadre se llevó a cabo en diciembre de 1975 en Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica.
Primer concierto de Compadre se llevó a cabo en diciembre de 1975 en Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica.

En el 2016, mismo año en que Compadre cumple 40 años, Álvaro Fernández se jubiló. Cuando le llegó el dinero de la jubilación lo primero que hizo fue comprarse una guitarra y el equipo necesario para volver al canto musical. En secreto, con la misma modestia con que ha transcurrido su vida, ensaya con sus amigos para regresar.

Admite que hay tonos a los que no llega, sin embargo: “Ahora musicalmente me siento con ganas, con tiempo, con la plata. Yo tengo acá hasta que me muera para ensayar cosas. Yo no sabía si al llegar a este punto iba a hacer esto pero, la música es uno de mis primeros amores”.

Cuando oí Compadre por primera vez supe que tenía que entrevistarlo. Jamás me imaginé que íbamos a terminar siendo compadres. Con un abrazo agradeció la entrevista. Me ofreció darme un aventón. De camino me preguntó: ¿Por qué se interesó en mí?

Contuve el llanto y alcancé a decir: Tengo fobia a las mentiras. Me veo profundamente atraído por las personas que siento que dicen algo sincero. Cuando me topo con alguien así quiero saberlo todo.

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