Cultura Estreno teatral de Abya Yala

Una casa muy limpia donde ríen para no llorar

Abya Yala pone en escena una comedia donde la pulcritud de las relaciones familiares deviene en conexiones humanas profundas y complejas gracias a la “suciedad”.

La casa limpia, de la estadounidense Sarah Ruhl (1974), es una comedia aparentemente liviana.

Todo es tan pulcro y blanco que esteriliza las relaciones interpersonales, hasta que la “suciedad” va humanizando a los personajes, quienes finalmente logran forjar vínculos más auténticos, profundos e incluso dolorosos.

El grupo de teatro Abya Yala presenta la obra del 12 de mayo al 5 de junio en el Teatro Universitario de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, ubicado en San Pedro.

Dirigida por David Korish, cofundador de Abya Yala, en esta oportunidad la agrupación se anima con una comedia triste, en la que el realismo brechtiano (Bertold Brecht), las características lingüísticas de Eugene Ionesco y la construcción de personajes propia de Eugene O’Neill se mezclan con toques del realismo mágico latinoamericano.

La dramaturgia permite ser testigos y cómplices de lo que sucede en el salón blanco de una casa de clase media alta, entre una doctora “exitosa” (Lane), su empleada (Matilde) –a quien no le gusta limpiar–, su hermana (Virginia) –a quien le encanta limpiar–, su esposo médico (Carlos), igualmente “exitoso”, y una mujer (Ana) que transforma la vida de todos.

En su obra, Ruhl plantea una situación casi imposible de ocurrir: la amante y el marido hablan con la esposa para comunicarle que la relación entre ellos es ineludible, que son el alma gemela del otro y que no se puede pelear contra eso.

Roxana Ávila, también fundadora, directora y actriz de Abya Yala, quien interpreta a Ana, destacó que La casa limpia posee una serie de densidades de lo no dicho de familias con problemas cerrados, pero que en apariencia no los tiene.

“El título lo que está tratando de decir es cómo esta limpieza, esta pulcritud, esta asepsia lo que hace es que realmente no haya conexión con lo humano; lo humano implica suciedad, todo lo escatológico”, dijo.

Montaje blanco, blanco

 Para hacerse cargo de la escenografía, Abya Yala volvió a llamar a la mexicana Patricia Gutiérrez, quien colaboró con el grupo en la puesta en escena de La ruta de su atraçao en el 2013 y, además, participará en la ópera La ruta de su evasión.

Universidad conversó con Patricia Gutiérrez para conocer sobre su trabajo creativo y su concepción sobre la necesidad de ensuciar aquello que se nos muestra superficial y “rigurosamente” blanco.

¿Por qué escogés la escenografía como tu forma de crear y aportar al arte?

–Llegué un poco buscándolo y un poco por destino. Yo estudié arquitectura y en algún momento, ya muy avanzada la carrera, hubo un día que estaba trabajando en la madrugada, me asomé por la ventana… a mí me gusta mucho el cielo y esa noche no había ni luna ni estrellas, lo cual me hizo bajar la mirada hacia el piso y lo que vi fueron las casitas de enfrente y dije: “Creo que me equivoqué por completo, yo no quiero terminar haciendo eso que estoy viendo”, y me pegó muy duro, al grado de pensar de dejar la carrera. Luego asistí a una conferencia de un arquitecto especialista en iluminación y descubrí que la arquitectura no era solo la construcción. Le pedí trabajo y me lo dio, me abrió el panorama de lo que era la arquitectura. Hice un posgrado en Barcelona, y ahí descubrí la escenografía, y me fui enamorando del mundo del teatro. Me costó mucho trabajo al principio, pero seguí buscando la manera de acercarme y caí en la puerta más grande, el mejor escenógrafo de México, Alejandro Luna. Me aceptó para trabajar con él con quien empecé la carrera.

¿Qué descubriste trabajando en escena?

–Descubrí en el teatro otro mundo, porque la escenografía es un arte que se acerca a las artes plásticas, pero con la diferencia de que tiene que trabajar para una historia para contarla y uno no se puede ir por su lado. El teatro es un arte colectivo y es una de las partes que más me gustan de trabajar en este medio, porque uno no trabaja solo, uno trabaja para un texto.

¿Cómo nace la relación colaborativa con Abya Yala?

Conocí a Roxana y David hace dos o tres años. Me contactaron para ver si colaboraba en su montaje sobre Yolanda Oreamuno que se llamaba La ruta de su atraçao, que era un proyecto de Iberescena donde necesitaban tener colaboradores de varios países. Nos conocimos e hicimos un buen click.

Hay una diversidad de estilos en tus escenografías; algunas son realistas, otras minimalistas. ¿Con cuál de estas líneas te sentís más a gusto?

Me atraen, más que el realismo, los espacios más simbólicos. Yo creo que cuando la gente va al teatro sabe que está ahí adentro es un poquito falso, entonces yo prefiero asumir eso y entonces en vez de intentar reproducir eso, una realidad que todos sabemos que no es, prefiero proponer cosas más simbólicas. Me atrae mucho porque uno tiene que reinterpretar las formas para que la gente entre también en este juego y no darle todo tan masticado.

¿Incorporás las nuevas tecnologías, el lenguaje audiovisual en tus creaciones?

Te confieso mi pavor por este tipo de nuevos métodos de trabajo. Yo siento que estoy en la generación de la transición. A mí sí me tocó no tener un celular, empezar con la computadora cuando apenas terminaba la universidad y, de pronto, ahora tener en el teléfono no solo tu correo, tu grabadora, tu cámara fotográfica… ha sido muy apabullante toda esa historia.

Me gusta incorporarla, por supuesto, porque creo que no podemos quedarnos parados sin tomar en cuenta que esto está ocurriendo. Sin embargo, hay que incorporarlo con cuidado porque también siento que últimamente se está abusando de ello especialmente el video y la proyección; siento que se quieren meter un poquito a la fuerza, pero las historias por lo menos hablando específicamente del teatro ya están contadas y a veces cabe y a veces no.

Con Abya Yala y La casa limpia, ¿que estás proponiendo?

Por mi gusto por el arte contemporáneo, muchas de mis referencias son de arte conceptual, de instalación. Como esta es una de esas obras en las que no hay manera de quitarle la parte realista, porque es una casa y las cosas suceden de manera muy realista a pesar de lo surrealista de la historia, propuse que todo ocurriera en un espacio completamente blanco. Es más bien una instalación artística, muy minimalísticamente representada pero en la que todo (las plantas, los sillones, los cojines) va a ser blanco.

¿La luz, en consecuencia, como está planteada?

Mi intención es hacer una luz más cálida para toda esta parte realista sin caer en el colorido, porque me interesa resaltar mucho la blancura del espacio y hacer una diferencia contra estos momentos oníricos, de recuerdos.

¿El tono humorístico de la obra influye en cómo abordás la escenografía?

Yo creo que sí, porque es sacar de contexto cosas súper cotidianas como la plancha, sacarlas de la realidad para que predomine el blanco con un rigor excepcional, aunque es una realidad muy conmovedora y de humor negro.

Abya Yala ensucia la casa

Equipo creativo

Elenco: María Luisa (Lulú) Garita, Aysha Morales, Monserrat Montero, Juan Carlos Calderón y Roxana Ávila.

Escenografia e iluminación: Patricia Gutiérrez.

Vestuario: Michelle Canales

Diseños y realización de los objetos escénicos: Mariela Richmond y Charlie Madrigal.

Diseño gráfico: Mariela Richmond.

Música original: Sebastián Quesada.

Dirección escénica: David Korish.

Dónde: Teatro Universitario, 100 al este de Policromía, ubicado en San Pedro.

Precio de la entrada: ¢5.000 y ¢4.000 colones (carné de estudiantes o ciudadanos de oro).

Funciones: de jueves a sábados, 8 p.m. y domingos, 6 p.m.

Reservaciones: 2511-6722.

Más información en el Facebook teatroabyayala o mediante [email protected]

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