Opinión Pensamiento mágico

Nuestra moral bajó de los árboles

En todas las sociedades se prohíbe mentir, pero, curiosamente, en todas las sociedades se hace política. Mientras alguien resuelve esta paradoja

En todas las sociedades se prohíbe mentir, pero, curiosamente, en todas las sociedades se hace política. Mientras alguien resuelve esta paradoja, pensemos que sí, que en todas partes se prohíbe mentir; más aún, así ha sido siempre. Los documentos morales más antiguos censuran la mentira: por ejemplo, el decálogo de Moisés, ordena “no mentir”. Otro caso: el 14 de septiembre del 2015, la Asamblea General de la ONU recomendó mandamientos incaicos a los gobernantes (en quechua):

La mentira ha sido y es vitanda siempre, en todo el mundo y en todos los grupos: clases sociales, equipos de futbol, conventos de monjas, bandas criminales… En efecto, la mentira se prohíbe entre los delincuentes, como lo demuestran las películas El padrino. La banda de los Corleone exhibe un código superestricto, que prohíbe también dañar y matar dentro del grupo, y que obliga a ayudar y a obedecer; a cambio, la mafia protege a sus miembros. A diferencia de los otros grupos, las bandas criminales no aplican tales principios hacia fuera; es decir, se permiten robar y matar a los extraños.

No mentir, no robar, no dañar ni matar; ayudar y obedecer: estos son algunos de los mandamientos universales. Hay pues, una moral universal y eterna; sí, adopta variedades, pero es esencialmente la misma. ¿A qué se debe?: a la evolución de las especies. Somos mamíferos; por tanto, gregarios; por tanto, formamos grupos que solamente pueden sobrevivir si hay confianza mutua. La misma confianza existe entre los otros mamíferos (bonobos, perros, ballenas…). Ellos no verbalizan nuestros mandamientos-instintos, pero los cumplen.

El Homo sapiens también tiene esos instintos sociales: precisamente aquellos mandamientos, adecuados a una u otra sociedad. Además, tiene instintos individuales: a la propia sobrevivencia y la reproducción de uno mismo. Tales instintos chocan con los sociales, de modo que nuestra conducta personal es el resultado de este conflicto: yo y el grupo, yo o el grupo.

La comprensión materialista de la moral empezó en las investigaciones de Charles Darwin. El primer estudioso que dio forma a las hipótesis morales darwinistas fue el dirigente marxista alemán Karl Kautsky (1854-1938) en su libro Ética y concepción materialista de la historia, de 1906. Esta línea de pensamiento es seguida por etólogos, como -Eibesfeldt, y por primatólogos, como Frans de Waal. Sería bueno que usted busque estos nombres en Internet.

Nuestra moral universal tiene, pues, un origen material: la evolución nos ha dado cerebros programados para ser egoístas, pero también para ser generosos, sinceros y honrados. Nuestra moral bajó de los árboles, no del Cielo. Suponer lo contrario sería creer en “éticas infusas” por algún dios: o sea, sufrir pensamiento mágico.

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