¿Es posible vincular la filosofía a la vida diaria? ¿El avance de la tecnología impone nuevas preguntas filosóficas? ¿Cómo condiciona la moda la manera en que nos vestimos y comportamos? Para reflexionar sobre estas preguntas UNIVERSIDAD conversó con Camilo Retana, filósofo e investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UCR.
Tiene un doctorado en filosofía de la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, y es coordinador de un área de la Universidad con un nombre que, a primera vista, podría resultar contradictorio: “Sección de Filosofía Práctica”.
Para él la posibilidad de impulsar un pensamiento filosófico joven no depende de la edad del filósofo sino de su enfoque: “Creo que hay una manera de hacer filosofía que no es joven en su actitud, sino que mantiene una actitud filosófica tradicional y conservadora”.
Sus temas son de urticante actualidad: tiene publicado un libro en el que reflexiona sobre la pornografía (Pornografía: la tiranía de la mirada, Editorial Arlekín, 2009) y escribió su tesis sobre la moda (Las artimañas de la moda: una genealogía del poder vestimentario, Editorial Arlekin, 2015).
Discrepa con esa tradición que dominó las escuelas de filosofía -no solo en Costa Rica sino también en muchas academias- en las que predominaba “un estudio fosilizado de lo que han dicho los filósofos”, y en cambio se propone pensar sobre fenómenos culturales y sociales concretos.
Pensar sobre el arte de pensar, con Camilo Retana, una de nuestras Conversaciones en el Campus.
¿Existe algo que pudiéramos asimilar como una forma de filosofía joven?
-Creo que una forma de trabajar es lo que determina un poco si un filósofo es joven o no, no la edad. En el sentido de que hay agendas de trabajo que a veces las tiene gente de 25 o 30 años de edad, pero que son agendas viejísimas con temas clásicos de la filosofía muy desvinculados de la realidad social. La gente las sostiene, en parte por inercia institucional y en parte por la inercia de un campo como la filosofía. Se sostienen ahí temas y preocupaciones que tal vez no son nuestras preocupaciones aquí y ahora, pero la gente las sostiene por inercia. Yo creo que esa es una manera de hacer filosofía que no es joven en su actitud, sino que es una actitud filosófica tradicional y conservadora. La puede sostener gente joven, estudiantes y profesores adultos. Sucede lo mismo en un sentido inverso, hay profesores con mucha experiencia para dar clases y que tienen una actitud filosófica muy poco convencional y renovadora, que ponen el dedo en la llaga con temas nuevos, que descolocan las visiones del mundo y el sentido común. Yo sí creo que hay filosofías más jóvenes que otras pero que no depende tanto del criterio etario, sino más bien, del modo en que uno sostiene esa actitud, del modo en que uno se presenta. No solo en relación con los temas que uno elige, sino también en relación con cómo uno pone a circular esos temas y los discute.
Pensaba en que hubo épocas y lugares de la humanidad en donde uno puede percibir que la filosofía era una parte muy viva, muy de la gente. ¿Cómo vincular la filosofía a la vida diaria?
-Creo que la filosofía que vale la pena es precisamente la que surge de la vida. Porque uno dice filosofía y, ciertamente, la gente se imagina una cosa que está por los cielos y no tiene que ver con nada en concreto. Y en realidad cuando uno revisa la historia de la filosofía -en términos generales- esta surge de problemas específicos. Es el arte de pensar problemas. Pero existe como cierta tendencia institucional a asociar la filosofía con los libros empolvados de la biblioteca y los conceptos que no le atañen a nada, ni a nadie, a algo complejo que acaba por no tener relación con nada.
Creo que más que apuntar a conectar la filosofía con lo que le pasa a la gente, hay que hacer una filosofía que parta de lo que le pasa a la gente. He tratado de que esa sea mi premisa. Mi primer libro es sobre pornografía, el segundo es sobre la moda. Pero en medio de eso, he ido publicando sobre fenómenos culturales y problemas sociales específicos, como el concepto de lo light, que está en todas partes. He tratado de elegirlos y pensarlos porque creo que es la única forma que uno, como intelectual y como perteneciente a una comunidad académica, tiene para hacer que todos esos recursos que nos da el país para que pasemos todo el día pensando tengan algún retorno a la sociedad, a la gente.
¿De qué trata la filosofía práctica?
–La filosofía práctica trata acerca de ese conjunto de debates, algunos de los cuales tienen mucho abolengo, otros no tanto, y que se vinculan a fenómenos culturales y sociales concretos. La filosofía práctica abarca desde las cosas que hace Gabriela Arguedas (profesora e investigadora de la UCR), vinculados a discusiones sobre el aborto o la violencia obstétrica, hasta los problemas de la política y de la filosofía de la cultura.
Filosofía práctica designa todo aquel tipo de trabajo filosófico que intenta emplear los conceptos en función de cuestionar, problematizar y resolver dilemas culturales concretos o problemáticas sociales concretas.
Pienso que aún los filósofos que parecen más abstraídos, en realidad siempre están pensando cosas muy concretas, pero existe cierto estudio muy fosilizado de esas tradiciones dominantes que convierte los problemas de los que se ocupaba esa gente en problemas puramente conceptuales.
Hace muchos años, hubo gran polémica en la Escuela de Filosofía porque Helio Gallardo dijo que aquí no había filósofos sino profesores de filosofía. Creo que eso ha cambiado bastante, por suerte. Yo he tratado de inscribir mis esfuerzos en esa voluntad de cambiar la manera de trabajar la filosofía en Costa Rica.
Tu tesis doctoral se titula Las artimañas de la moda. En ella abordás el tema del uso social de la vestimenta como una forma de disciplinamiento corporal. Explicanos un poco de qué va la tesis.
-Digamos que la idea de que la moda disciplina el cuerpo surge como de un esfuerzo de encarar ciertas maneras clásicas de interpretar la moda que la reducen a la frivolidad del consumo y al encantamiento por lo etéreo y por las apariencias. ¿Qué me interesaba a mí cuando me empecé a plantear ese tema? Me interesaba, más bien, pensar la moda no como un fenómeno de consumo sino como un fenómeno que atañe directamente al cuerpo porque todos los días nos ponemos ropa y más allá de que la consumamos, lo cierto es que esa ropa impacta el cuerpo de cierta manera. Lo que yo he querido designar con ese concepto es el conjunto de prácticas vestimentarias, que no se limitan a adornar el cuerpo, sino que también lo impactan en su morfología.
A la hora de hablar de disciplinamiento vestimentario, la historia da buenos ejemplos de eso. A nosotros nos cuesta pensar que la ropa cambia lo que somos porque la tenemos todo el tiempo. Pero si uno piensa en una moda como la del corsé, es más claro para nosotros, que ese chunche que apretaba tanto los cuerpos de las mujeres, cambiaba completamente la silueta femenina.
Hay mecanismos de disciplinamiento vestimentario, hoy en día, que se aplican y que tienen un impacto muy directo sobre los cuerpos. Pensemos en esa ola de violaciones aquí en el campus, evidentemente vos podés correr más rápido en tennis y escapar de un ataque sexual, que si andás en tacones. Todos sabemos eso, pero hay un trabajo sobre el deseo nuestro, que hace que prefiramos, en algunos casos, los tacones sobre las tenis. Hay un criterio, más allá de lo práctico, que se impone. Y ese criterio tiene que ver con el disciplinamiento del gusto.
Creo que la moda es una forma de disciplinar el gusto en la medida de que no siempre somos conscientes de por qué nos gusta lo que nos gusta ponernos. La selección no la hacemos conscientemente. La moda lo que hace es plantear patrones de consumo pero esos patrones de consumo los asumimos, hasta cierto punto, de manera voluntaria.
El concepto de disciplinamiento viene de prácticas que se hacían en las cárceles: ¿Cómo se disciplina a un delincuente para que aprenda a trabajar en lugar de delinquir? En el caso de la moda se trata de una forma de disciplinamiento que atañe al deseo. Es decir, no necesitás que haya un policía detrás tuyo, obligándote a poner una prenda determinada para que te la pongás. ¿Qué hace que decidamos ponernos unas prendas por sobre otras? Precisamente todo un circuito.
El proceso de hacer conciencia sobre la violencia de género es relativamente nuevo en la conciencia masculina. ¿Cómo se ha dado esa evolución en las últimas décadas?
-Yo quisiera inscribir mis proyectos de investigación en el conjunto de esas nuevas sensibilidades sociales. Porque, filosóficamente hablando, lo que todas estas disputas y luchas culturales ponen en escena es una vieja pregunta filosófica acerca de qué es lo que pueden hacer los cuerpos. Creo que los cuerpos pueden hacer muchas cosas cuando logramos fracturar, estirar o renegociar esas normas corpóreas. Creo que no son conquistas mínimas, sino que atañen a núcleos duros de la sociedad.
Cuando logramos pensar qué cosas pueden hacer los cuerpos, cómo expandir sus posibilidades de actuación, estamos transformando significativamente la cultura.
Cuando pensamos en los cambios sociales solemos pensarlas en términos de cómo logramos cambiar nuestra manera de pensar, pero también creo que las grandes transformaciones sociales deben apuntar a la forma en que nos comportamos.
Por eso es que decía que el cuerpo es un eje muy interesante para aproximarse a la cultura, a los problemas de la sociedad, porque el cuerpo siempre nos lleva a pensar en cómo actuamos, ¿por qué actuamos como actuamos? Y en ¿cómo podemos ampliar nuestras posibilidades de acción?
Hay una lucha reivindicativa en diferentes colectivos por liberar determinadas zonas y dar autonomía a los cuerpos. Hubo toda una pelea en diferentes países por la posibilidad de hacer toples en las playas sin que eso sea visto malo. ¿Cómo ves eso en la sociedad costarricense?
–Eso me parece muy interesante porque muestra ese carácter post-natural del cuerpo. Muestra que la líbido y la mirada erótica se pueden redistribuir en el cuerpo y que esa reducción de lo erógeno a ciertas zonas genitales tiene que ver más con una normalización y disciplinamiento del cuerpo sexuado que con la naturaleza.
A mí la idea de que se pueda redistribuir o repensar la mirada erótica que posamos sobre el cuerpo me entusiasma, porque abre la posibilidad de inventar nuevas formas de deseo, nuevas formas de placer, en lugar de dar el placer como algo por sentado.
Me parecen interesantes este tipo de propuestas porque apuntan a desregular una cierta mirada que está muy instaurada.
Yo sueño con que podamos ampliar esas posibilidades, con que podamos tener muchas miradas eróticas, que existan muchas formas de placer y que no se imponga un modelo único de placer.
Finalmente, el problema que hay con el modelo hegemónico del placer es que es un modelo patriarcal y violento, que produce víctimas y muertes. Esa posibilidad de reivindicar múltiples usos del cuerpo es una posibilidad que me interesa porque creo que puede dislocar ciertas formas de violencia. Esa manera de mirar y percibir el cuerpo, esas formas agresivas, son las que producen la violencia sexual y otro tipo de fenómenos directamente violentos. Son las mismas reglas eróticas que operan en la publicidad o en el cine, las que llevadas un poco más allá, producen la violencia sexual.
La filosofía sirvió en el pasado para pensar las cosas permanentes: la muerte, el dolor, el origen. ¿La filosofía siempre se ocupa de los mismos problemas o este momento contemporáneo nuestro nos trae nuevos problemas filosóficos?
–¡Qué buena pregunta! Hay un asunto ligado a una serie de fenómenos al que la filosofía le pone atención en las últimas décadas que creo que desplaza algunas de las preguntas clásicas relacionadas con ¿qué es el ser humano? ¿qué es la muerte?, etc. Y hay un desplazamiento en algunos de los autores y autoras hacia la pregunta de qué podemos llegar a hacer en esta era.
En el tema del cuerpo, todo este asunto de la tecnología ha desplazado esa pregunta de ¿qué es el cuerpo? a la pregunta ¿qué podría llegar a hacer el cuerpo? Por ejemplo, de la mano del desarrollo de las prótesis y de las tecnologías de implantes, hay autoras que se preguntan ¿sigue teniendo sentido hoy hablar del cuerpo cuando estamos tan atravesados por la tecnología? ¿No somos ya una especie de bichos post-naturales que no tienen ya nada que ver con la creación de Dios sino con un ser humano en constante reingeniería?
Esa pegunta acerca de las posibilidades del cuerpo creo que está presente en otras áreas de la filosofía. Por ejemplo, esa pregunta del fin de la historia, ¿en un momento en que los grandes acontecimientos duran cinco minutos sigue teniendo sentido hablar de la historia? Ese enfoque que se pregunta no tanto por lo que somos sino por lo que podría llegar a ser, me parece que es un cambio de perspectiva muy propio de nuestra época.
Hay un desplazamiento de la pregunta por el ser hacia la pregunta sobre las posibilidades. Eso ha sido un desplazamiento importante porque nos permite dejar de preguntarnos por los fenómenos cotidianos en términos de qué son esos fenómenos.
Tecnología siempre hubo; por ejemplo, plano inclinado, la polea, etc. Pero la tecnología actual está ingresando en otros ámbitos, por ejemplo ahora hay exoesqueletos para uso humano, androides de placer, aditivos para extender los sentidos, formas de prolongar la vida, etc.
-El ejemplo del muñeco de placer es muy interesante, vea que ahí ya no es tanto ¿qué es el placer? Sino ¿cómo puedo agenciarme el placer? Eso es algo que ha cambiado mucho en la filosofía contemporánea.
Luis Rosero Bixby, el demógrafo, me decía que si el cuerpo humano supera ciertos umbrales y además está contenido por un buen sistema de salud y alimentación, podría vivir mucho más de 3.100 años, ahí entramos en otras…
-En otras preocupaciones filosóficas. Aquí la pregunta ya no es ¿qué es la muerte? sino ¿cómo la abordamos? Yo creo que eso es muy propio de nuestra época. Si bien la técnica es un fenómeno que acompaña al ser humano desde que existe, lo cierto es que estamos en un momento en que la técnica nos obliga a revisar la forma en que nos preguntamos ciertas cosas. Por ejemplo, las personas que se congelan antes de morir. La cultura cambia lo que la misma muerte es. Ya no solo nos preguntamos sobre qué es la muerte sino que tenemos la capacidad de modificar lo que ese fenómeno ha designado milenariamente. La filosofía tiene que ver cómo se readapta a esos nuevos contextos para poder aportar insumos conceptuales, porque si nos seguimos preguntando ¿qué es la muerte? en 500 años los científicos ya van a haber superado esa pregunta.
Quizá habría que repreguntarse ¿qué es la vida? La eutanasia aplicada a alguien sin actividad cerebral. El criterio sobre si alguien está vivo o muerto, solo porque respira. Ahí es donde creo que la filosofía podría aportar.
-Precisamente la filosofía práctica es la que podría decir mucho sobre estos fenómenos. Creo que mientras sigamos preguntándonos cosas así, la filosofía tiene una posibilidad de interlocución y sentido social.
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Creo que eso es muy propio de nuestra época. Si bien la técnica es un fenómeno que acompaña al ser humano desde que existe, lo cierto es que estamos en un momento en que la técnica nos obliga a revisar la forma en que nos preguntamos ciertas cosas.
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