Universitarias Programa Institucional de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva

Una década construyendo una UCR más inclusiva

UCR es pionera en brindar oportunidades a la población con discapacidad cognitiva en educación superior a nivel latinoamericano.

El Programa Institucional de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva (Proin) de la Universidad de Costa Rica cumple su décimo año el próximo 13 de abril. En el marco del aniversario planean realizar un conversatorio y una exposición fotográfica, entre otras actividades a lo largo de este año.

Luego de establecer un vínculo con el Consejo de la Persona Joven, el Proin ha llevado a cabo un Programa de Cursos Libres de Capacitación Laboral, denominado Procala, el cual ya cuenta con la primera generación de estudiantes graduados.

Este semestre se encuentran matriculados 100 estudiantes, distribuidos entre los cursos de computación, expresión oral, inglés, lectoescritura, manejo de dinero, matemática, primeros auxilios y salud bucal. Además de los talleres: botones, cocina y mosaico en vidrio.

Para ingresar, la población interesada debe de aprobar un proceso de entrevista, ser independientes (no pueden ir a clases acompañados de familiares), tener entre 18 y 34 años de edad y tener discapacidad cognitiva moderada.

Mildred García, fundadora del Proin, analizó en retrospectiva lo que ha representado abrirle las puertas de la universidad a una población que no contaba con muchas oportunidades para continuar con sus estudios.

García estuvo ligada al programa desde abril del 2009, hasta mayo del 2018, mes en el que se jubiló, luego de haber trabajado en el Departamento de Fisiología de la Escuela de Medicina.

¿Cómo nace el Proin y por qué?

—Nace a raíz de una experiencia que tuve en el PIAM (Programa Institucional para la Persona Adulta y Adulta Mayor). Yo daba clases en ahí y una vez se me ocurrió que eso que se estaba haciendo con el PIAM, la universidad podía hacerlo para darle una oportunidad a personas con discapacidad cognitiva. Porque dentro de las cuatro condiciones de discapacidad reconocidas por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Personas con Discapacidad (psicosocial, sensorial, física y cognitiva), las personas con esta última son las más discriminadas.

En Costa Rica, las personas con discapacidad cognitiva tienen la opción de ir a la escuela de educación especial o educación regular con adecuaciones significativas y una vez que sacan el quinto año, los que salen de educación especial no tienen ninguna otra opción.

No tienen sueños de seguir desligados de su familia, de estudiar algo, de seguirse formando. Muchos de ellos deben aprender a leer y a escribir, porque todavía hay muchas personas con discapacidad cognitiva que salen de educación especial sin lectoescritura, lo cual les limita enormemente su futuro.

¿Cuáles fueron los retos que tuvo que afrontar el programa al inicio?

—El reto más difícil fue lograr que la comunidad universitaria los vea como parte de ellos, porque cuando los veían en grupos se les acercaban para preguntar de qué escuela de educación especial eran.

Después, conseguir aulas para ellos, porque primero le daban aulas a la matrícula regular, luego al PIAM, y si quedaban algunas, nos daban aulas.

Ese fue el reto más grande, la aceptación tanto de la comunidad universitaria en sí, como todo lo que es la comunidad alrededor de la universidad. Por ejemplo, los locales aledaños a la calle de la amargura donde en ocasiones no les quisieron vender comida.

A través de esos diez años, hemos ido logrando que los conozcan. Ahora les ayudan, incluso en algunos casos nos hemos ido al otro extremo de la sobreprotección, que tampoco es bueno. Por ejemplo, en las sodas de la universidad llegaba un muchacho, hacía fila y pedía un montón de comida, cuando llegaba a la caja digamos que solo andaba mil colones, pero dejaban que pasara.

Son miles de experiencias, y esas experiencias son porque la comunidad no es consciente de lo que es una persona en condición de discapacidad cognitiva: sus derechos, deberes y obligaciones.

Porque algunos de ellos son manipuladores, entonces si yo voy y digo ¿quién me regala mil colones para comprarme una empanada?, más de uno le va a ayudar porque “pobrecito”. Esa parte nos ha costado y ha sido un reto muy grande, que no le ayuda ni al programa ni a la población.

Una de las metas que no se ha cumplido es llevar el programa a otras sedes de la universidad, porque se ha presentado en otras sedes y a las autoridades les gusta, pero no hay personas que tomen la iniciativa para que se realice el programa.

¿Considera que las expectativas con las que se fundó el programa se han cumplido?

—Se sobrepasaron en mucho. Inicialmente, eran unos cursos libres y creo que se sobrepasaron a través de un convenio que se hizo con el Consejo de la Persona Joven, el cual nos permitió dar una formación académica de tres años (Procala), lo que no se tenía contemplado.

La población ha crecido muchísimo, el programa ha trascendido las fronteras universitarias. Venir a clases también les ayuda a desarrollar las relaciones interpersonales y tenemos una psicóloga que les da atención.

Hay otras universidades que ya han empezado a dar cursos para esta población y es importante que se vayan abriendo estos espacios.

¿Qué enseñanzas le dejó el programa durante esta década?

—He aprendido a conocer más a la población. He sido más consciente de la realidad en la que se vive, yo la conozco, pero el tenerlos aquí me ha hecho más consciente de la escasez de apoyo que tienen a nivel nacional.

Socialmente la persona con discapacidad cognitiva sigue siendo muy estigmatizada, todavía no hemos logrado quitarles ese estigma que llevan.

¿Hacia dónde debería enrumbarse este programa?

—Yo creo que este programa tiene que fortalecerse. Hemos cumplido muchas metas, pero considero que debería de seguir fortaleciendo lo que se tiene, porque a veces siento como que se está debilitando.

A veces se les olvida que parte de la misión de nuestra universidad es el área social, y qué mejor formación para nuestros estudiantes que saber que esta persona con discapacidad cognitiva está recibiendo un curso de lectoescritura a la par mía, que estoy llevando el último año de Ingeniería Física.

Cuando yo estuve intentamos que algunos cursos básicos de generales o primer año de carrera aceptaran a estudiantes nuestros como oyentes, que participaran, pero no, aún no se ha logrado. Yo esperaría que se siga insistiendo para poder integrarlos en cursos regulares como oyentes y así hacernos conscientes de que son personas, romper muchos tabúes.

¿Cuánto se ha avanzado en la reducción del estigma social?

—En la universidad se ha reducido bastante. No se ha eliminado, pero sí se ha avanzado bastante, incluso algunos trabajan en bibliotecas de la universidad.

 

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