Su longitud no alcanza los ocho kilómetros pero es uno de los sitios naturales más privilegiados del planeta. Para llegar a sus costas son necesarias 36 horas de viaje en lancha desde Puntarenas, en aguas profundas y movidas. Es el Parque Nacional Isla del Coco, un lugar que despertó la imaginación de muchos por sus historias de piratas y tesoros, pero cuya mayor riqueza está oculta bajo las aguas del Océano Pacífico.
Por su gran diversidad biológica, el distrito número diez del cantón de Puntarenas es un apreciado objeto de investigación para muchos científicos nacionales e internacionales.
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“Para mí la Isla del Coco es como una ventana en el tiempo, es como ir a 100 años atrás, a cómo era la historia en un sitio prístino”, expresó Espinoza.
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En la Universidad de Costa Rica (UCR), un grupo de biólogos ha realizado varias expediciones a “la isla de los tiburones” desde el 2016, como parte de un proyecto mundial de monitoreo de las poblaciones de tiburones, mantarraya s y otros depredadores marinos.
Mario Espinoza, investigador del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) y uno de los biólogos del proyecto, explicó que pretenden generar datos que se puedan comparar a través del tiempo y determinar el estado actual de estos animales, ya que un gran porcentaje de estas especies se encuentra en peligro de extinción.
“Estos lugares remotos, prístinos y únicos son como máquinas del tiempo que ofrecen la oportunidad de observar los océanos sin la mano del ser humano”, mencionó el investigador.
La pesca ilegal, el cambio climático y la destrucción de hábitats han provocado que el 25% de los tiburones y mantarrayas estén en peligro de desaparición. Es por esta razón que generar conocimiento de las poblaciones de estos animales y sus comportamientos es fundamental para su manejo y conservación.
Además de la “isla de los tiburones”, los biólogos de la UCR visitan lugares como Isla Murciélago, Isla Catalinas e Isla del Caño. Según Espinoza, otro de los objetivos del proyecto es comparar el estado de las poblaciones de depredadores entre distintas áreas protegidas del país.
“Nos interesa ver la efectividad de las áreas marinas protegidas, en cuanto a protección de depredadores como los tiburones; porque Costa Rica se goza de que tiene un montón de áreas protegidas, pero en muchas no existen los recursos suficientes para darles supervisión y monitorearlas de forma efectiva”, explicó.
La vida secreta de los tiburones
Espinoza describe a los tiburones como animales con una visión alejada de lo comúnmente imaginado: “siempre que veo uno me impresiona, la primera vez que fui a la Isla del Coco lo que más me impactó es que ellos están en lo suyo y casi ni se asustan porque uno esté ahí; esa imagen de máquinas devoradoras de hombres no es cierta”.
En Costa Rica hay reportadas de forma científica 99 especies de tiburones, rayas y quimeras, un dato que ejemplifica la diversidad con la que cuenta el país, si se toma en cuenta que en el mundo han sido descritas 1200 especies. En la Isla del Coco pueden observarse tiburones Martillo, tiburones Punta Blanca y tiburones Tigre.
Para monitorear a estos grandes depredadores, los científicos buscaron la manera de insertarse a las zonas de arrecifes sin interrumpir con presencia humana la dinámica diaria de la gran diversidad de especies marinas que se encuentran en aguas costarricenses.
Para esto, utilizan cámaras pescadoras remotas, que contienen un brazo con carnada para atraer a los animales y filmar su comportamiento. Posterior al trabajo de campo, que dura varios días, el material que se obtiene es analizado por estudiantes de pregrado y maestría en Biología en el Cimar, con ayuda de un software especializado que permite hacer anotaciones en cuanto a especies, cantidad y talla de los animales.
“El trabajo de cámaras está proporcionando una base o una biblioteca de videos y fotografías muy amplia, que nos permite extraer tomas de las especies que queramos para hacer diferentes estudios”, añadió Espinoza.
En el proyecto también participan los biólogos Juan José Alvarado, Marta Cambra y Tatiana Araya, quienes desarrollan proyectos de investigación sobre arrecifes coralinos y especies relacionadas, así como el estudio de la población de tiburones. En el trabajo de laboratorio, los estudiantes de biología José Miguel Marrero, Andrea Arriaga, Daniela Masis, Isaac Chávez y Fabiola Chirino colaboran en el análisis de los videos.
Con la información que se obtiene se puede generar conocimiento sobre la distribución, abundancia y diversidad de especies en diferentes ambientes marinos. Además, es posible analizar variables, como la temperatura y la profundidad de las aguas, que afectan los indicadores en las poblaciones de tiburones y otros depredadores. De igual forma, el investigador aseguró que el material filmado será utilizado para educación y divulgación del quehacer científico de la UCR.
Trabajo de conservación
La Isla del Coco es comúnmente visitada por extranjeros para realizar actividades como el buceo; aunque factores como la labor de los guardaparques y su ubicación remota han propiciado su conservación. Sin embargo, otros lugares explorados por los científicos para el monitoreo de tiburones no corren con la misma suerte.
Actividades ilegales que socavan los recursos naturales y el acceso fácil que tienen los barcos pesqueros, así como el limitado recurso humano y económico con el que cuenta el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) para proteger de forma efectiva algunas zonas marítimas, propician el deterioro de la naturaleza.
“En muchas áreas marinas protegidas no existe el recurso suficiente para monitorearlas y protegerlas de forma efectiva, Isla Murciélago es un ejemplo, hay una estación completamente olvidada y los guardaparques no tienen ni bote; hay problemas muy importantes que están facilitando actividades ilegales”, comentó Espinoza.
Pese a estas dificultades, la cantidad de tiburones encontrados en sitios del Pacífico Norte, que cuentan con menos protección, superaron las expectativas de los científicos. “A uno le nace la esperanza de que no todo está perdido”, expresó el experto en tiburones.
Como parte del proyecto, también se busca capacitar a los guardaparques de las zonas estudiadas, para que puedan monitorear por su cuenta las poblaciones de especies.
“Si por alguna razón el proyecto de la UCR llega a terminar, existirá una continuidad del lado de ellos (Geiner Golfin e Isaac Chinchilla, guardaparques de la Isla del Coco), que están interesados en establecer un protocolo que les permita monitorear sus depredadores en diferentes ambientes; el manejo tiene que estar en manos de ellos eventualmente y lo estamos logrando”, dijo el biólogo.