Universitarias

Tres volcanes activos: ¿Qué pasa y qué se puede esperar?

Repasamos la actualidad de los volcanes Turrialba, Poás y Rincón de la Vieja con los expertos de la RSN, Mauricio Mora y Lepolt Linkimer.

Los volcanes Turrialba, Poás y Rincón de la Vieja tienen algo en común: son los tres colosos actualmente activos en Costa Rica y han protagonizado importantes erupciones, de distintas magnitudes, en los últimos meses.

Cada uno con su proceso, presenta condiciones y riesgos muy específicos, por lo que conversamos con los especialistas Mauricio Mora y Lepolt Linkimer, de la Red Sismológica Nacional (RSN) de la Universidad de Costa Rica, para conocer sus apreciaciones en la materia. Ambos han dado seguimiento a estas fases volcánicas y -según reconocen- han tenido “suficiente trabajo” por ellas.

Según explicó Mora, la actividad volcánica corresponde a distintas reacciones geológicas y sismológicas asociadas con inyecciones de magma, lo que termina manifestándose en emisiones de materiales y movimientos en las cercanías de los macizos.

En su proceso, el magma buscar llegar a la superficie atravesando toda la estructura volcánica compuesta por rocas y agua, principalmente, proceso en el que -según Mora- los aportes magmáticos se encargan de ir “abriendo paso, conductos y fisuras” hasta llegar a la cima.

¿El “objetivo” del magma? Quedar expuesto o ser expulsado, algo que puede ocurrir en forma de lava, cenizas o bloques (también llamados “bombas”).

Este proceso se conoce como una “apertura del sistema” y puede tardar entre días y años. Así, por ejemplo, el volcán Poás realizó una única erupción en 1910, mientras que el Arenal mantuvo su actividad continua con coladas de lava entre 1968 y 2010.

De los tres colosos actualmente activos, el Rincón de la Vieja es el único cuyo magma aún no toca a la superficie, mientras que el Poás abrió su sistema en unos quince días durante el mes de junio -haciendo honor a su potencial explosivo- y el Turrialba lo hizo en casi una década -después de muchos años de estar inactivo.

Este último, precisamente, fue el primer “despertar” volcánico registrado de manera instrumental por la RSN, trabajo en el que incluso logró detectar la formación de “un laguito de magma” en su superficie, con ayuda del Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme).

A continuación, hacemos un repaso de cada uno de estos casos: Qué pasa con ellos y qué se puede esperar de sus distintas actividades.

Volcán Turrialba

Si bien la actividad del volcán Turrialba podría asociarse con enjambres sísmicos que datan desde la década de 1980, no existe certeza de cuándo inició el movimiento de magma bajo su superficie. El geólogo Mora reconoce que el ciclo eruptivo se trata de “un proceso que ya tiene más de una década”.

A ello, se sumó también una sola erupción anual en 2011, 2012 y 2013, hasta que -entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2014- iniciaron las erupciones constantes a las que hoy parecemos acostumbrados.

Esa fecha, dice el experto, fue todo “un punto de inflexión”, al tratarse de “la primera erupción que cerró el Aeropuerto Juan Santamaría y que incluso provocó una explosión en horas de la noche”.

Según el científico, a partir de esta inyección de magma, los cambios más importantes empezaron a ocurrir a partir de la década del 2000, hasta la primera erupción del macizo en 2010, que “generó un boquete en el sector suroeste de la pared interna” y un “nivel de actividad sísmica sumamente elevado”.

Luego se presentaron “ciclos más seguidos en 2015” y, ya en 2016, ocurrió lo que Mora define como “una gran cantidad de erupciones explosivas (entre abril y noviembre), que alcanzaron columnas de hasta tres kilómetros y terminaron de ‘abrir el sistema’”.

Así, al día de hoy nos encontramos con un volcán en el que -según estudios realizados por la RSN en coordinación con el Lanamme- se puede “observar el cuerpo de magma en la superficie”, lo que tiene un impacto directo en el tipo de actividad que presenciamos, puesto que el magma (al encontrarse en la cima) genera menos estragos internos.

“Toda esta etapa entre noviembre de 2016 y lo que llevamos hasta ahora han sido erupciones largas, con emanaciones de ceniza que duran varias horas, pero -aunque ocurren algunas explosiones con emisiones de bloques- son pequeñas”, apuntó Mora.

“Hay varios escenarios, no podemos prever con certeza qué camino va a tomar, pero -por el momento- ya tiene varios meses de mantenerse en una condición estacionaria y puede seguir así mucho tiempo hasta que vuelva a entrar en reposo, como en algún momento tendrá que suceder”, detalló.

No obstante, Mora no descartó la posibilidad de que el Turrialba retome actividades explosivas “dependiendo de las condiciones geológicas”, puesto que “si recibe más magma es totalmente plausible”. “No hay indicios de que haya un aporte grande de magma o una condición que pueda volver a confinar el cuerpo magmático, pero, claro, puede pasar”, señaló.

Volcán Poás

Cuando se habla del volcán Poás, se encuentra con un macizo cuyo proceso de apertura o ascenso de magma fue mucho más rápido que el del Turrialba.

Según el geólogo Mora, este “es un caso muy interesante porque el macizo abrió su sistema en cuestión de quince días, mucho más rápido en comparación con el Turrialba que -como antes se dijo- lo hizo en casi una década”.

En este caso, Mora describe que “el magma también ya logró llegar a flor de piel o en la superficie del coloso”, ante lo que “ha entrado en una etapa de emanaciones de ceniza, de una forma no explosiva desde inicios de junio”.

 

Por este motivo, según el especialista, hablamos de un escenario muy parecido al del Turrialba, puesto que “puede permanecer así o pueden haber inyecciones importantes de magma que reactiven las condiciones explosivas”.

 

“De hecho, estos enjambres que han venido ocurriendo muy cerca del cráter podrían asociarse con fallamientos propios del macizo, pero también con alimentaciones de magma”, describió Mora al respecto, ante lo que además advirtió que será necesario guardar una importante vigilancia, tomando en cuenta que se trata de un volcán con un importante historial explosivo.

“El Poás, en ese sentido, es bastante explosivo, por eso es que tenemos que tener bastante cuidado y ponerle mucha atención a esta sismicidad. Puede tratarse de aportes magmáticos que luego conduzcan a actividad explosiva que, por supuesto, se puede dar”, detalló.

A esto, se suma que el volcán Poás presenta mayores condiciones de riesgo por su ubicación y su visitación, algo que genera una mayor vulnerabilidad en su zona de impacto. No obstante, Mora reconoce que, por el momento y desde el enjambre del 22 de julio, “no ha habido cambios sustanciales”, por lo que la actividad “se ha mantenido estacionaria”.

Volcán Rincón de la Vieja

Por último, en el caso del volcán Rincón de la Vieja, se trata un coloso cuyas erupciones han sido esporádicas desde los años 90.

Al respecto, el geólogo Mora recuerda que “en la década de los 90 tuvo bastante actividad”, incluso con una erupción “bastante grande en 1995” y un proceso que “en 2016 empezó a incrementarse de nuevo y entró en una etapa bastante fuerte, explosiva y con plumas de hasta tres kilómetros de altura”.

Esto, según el especialista, ocurre porque el Rincón de la Vieja, a diferencia del Turrialba y el Poás, no ha terminado de abrir su sistema, algo que se relaciona con su actividad “bastante violenta o freatomagmática”.

Según Mora, esta actividad se refiere a “la interacción del agua del sistema hidrotermal del volcán con algún pequeño cuerpo magmático que haya subido”, lo que provoca reacciones más enérgicas por el contacto de los materiales internos con el calor.

No obstante, el crecimiento en la actividad también responde al movimiento de magma a la superficie, lo que podría redundar o concluir en una apertura del sistema que tarde o temprano debe ocurrir.

Sismicidad volcánica

En materia de sismicidad volcánica, el sismólogo Lepolt Linkimer mantiene que siempre será precipitado ligar con total certeza la conexión volcánica con los movimientos más fuertes o los terremotos, aunque explica que es real la existencia de una conexión entre el movimiento de la tierra y el movimiento del magma.

“Los temblores ocurren cuando las rocas se rompen y las rocas se rompen como resultado de la deformación, que puede originarse por fuerzas tectónicas porque vivimos en una zona de encuentro de placas o por situaciones más localizadas como el movimiento de magma”, describió Linkimer.

“Si hay magma ascendiendo, este somete a estrés a estas rocas, las puede deformar y las puede romper. Entonces, en una zona como Costa Rica en la que estamos cerca de un punto triple (en el que convergen tres placas tectónicas), es difícil apuntar a una sola explicación”, detalló.

No obstante, el experto reconoce que en un caso de un volcán como el Poás, cerca del que este 22 de julio ocurrieron tres sismos que alcanzaron magnitudes de 4.6, 4.2 y 4.8, existe una relación importante, que puede ser asociada por motivos “lógicos”.

“En el caso del Poás, estos enjambres que han ocurrido recientemente hacen que uno sienta que debe haber una conexión, pero no podríamos decirlo con total certeza. Vemos una coincidencia”, manifestó el especialista.

Ante esta situación, eso sí, el sismólogo recordó que “los terremotos no tienen precisamente que ver con una erupción”, ante lo que recordó el terremoto de Cinchona que “ocurrió en las faldas del Poás y no se debió a una erupción”.

“En el caso del Poás es el volcán que más terremotos históricos tiene en sus alrededores, pero ninguno se relaciona con alguna erupción grande”, recordó.

Así, por ejemplo, también recordó el caso del sismo de magnitud 5.5 que sacudió Capellades el 30 de noviembre de 2016, mismo que bien pudo relacionarse con actividad volcánica, pero nunca se manifestó de manera eruptiva.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido