“Hablemos de nuestra salud mental”, era el nombre de la mesa redonda y conversatorio estudiantil que tuvo lugar el pasado jueves 30 de mayo en la Sala de Audiovisuales, en el primer piso de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de Costa Rica (UCR) y que recibiría a las personas representantes de las asociaciones estudiantiles de esta facultad.
La sorpresa fue que, de las 18 personas que asistieron, tan solo 7 eran estudiantes. La mayoría de las personas presentes eran personal administrativo y docente. Alex Gómez, de la Asociación de Estudiantes de Sociología, fue el moderador y único representante estudiantil presente.
Sin embargo, ello no impidió que ambas partes plantearan la urgencia de una mayor cercanía entre profesores y estudiantado, mejorar la burocracia administrativa, dar respuesta a la desesperanza que genera el activismo estudiantil actual y cambiar los mecanismos de convocatoria por correo a uno más personal hacia los estudiantes, al tiempo que se demanda incluir el espacio en las lecciones para tratar el tema de la salud mental.
“De lo que se trataba era de que el estudiantado pudiera expresarse, pudiera hablar sobre lo que les está aconteciendo a nivel de salud mental, concretamente en la Facultad de Ciencias Sociales, y que esta acción diera paso a formular un plan de acción concreto”, Priscilla Echeverría.
Priscilla Echeverría, profesora de la Escuela de Psicología y parte de la Comisión de Salud Mental de la FCS, explicó que el propósito de esta actividad era “que el estudiantado pudiera expresarse, pudiera hablar sobre lo que les está aconteciendo a nivel de salud mental, concretamente en la Facultad de Ciencias Sociales, y que esta acción diera paso a formular un plan de acción concreto”.
Esta comisión también está conformada por Isabel Avendaño, decana de la FCS; Jorge Sanabria, director de la Escuela de Psicología; Andrés Castillo, profesor de la Escuela de Psicología; Carolina Navarro, directora de la Escuela de Trabajo Social; Javier Tapia y Wajiha Sasa, del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) de la UCR.
Por parte del estudiantado participaron Eva González, vicepresidenta de la Asociación de Estudiantes de Trabajo Social; Aren Vindas, de la Asociación de Estudiantes de Comunicación; Raquel Orias y Pilar Badilla, de la Asociación de Estudiantes de Psicología.
Frágil estado de salud mental
¿Por qué estamos llegando a este punto?, ¿qué es lo que está pasando? y ¿qué es lo que estamos haciendo tan mal en la Universidad? fueron las tres preguntas que planteó Jorge Sanabria, director de la Escuela de Psicología, para tratar de entender los problemas que aquejan al estudiantado de la FCS.
Alex Gómez, representante estudiantil de Sociología dilucidó algunas respuestas, entre ellas: el cambio brusco entre la Universidad y el colegio —en términos académicos y sociales—, el no sentirse escuchados y las redes sociales bombardeadas de todo tipo de información.
Deyan Duncanson, estudiante de Ciencias Políticas en la UCR y Psicología en la UNA, en lista problemas familiares y personales, el no sentirse valorados, validados ni reconocidos, el desgaste en la salud mental, la falta de habilidades blandas (como la socialización) a raíz de la pandemia y el estrés de la carga académica entre las preocupaciones de un estudiante universitario. “Es como una bola de nieve: sigue, sigue, sigue, sigue y se va haciendo cada vez más grande”, ilustró.
Brecha generacional
Cristina Ulate, estudiante de Dirección de Empresas, expresó que, para ella, la pregunta de Sanabria reflejaba la brecha entre el estudiantado y las autoridades universitarias. Ulate expuso que esta generación no solo vive su realidad, sino que, por el mundo interconectado en el que crece y se forma, le afectan los problemas de todo el mundo. Para ella, los jóvenes están bajo una enorme presión, pues además de situaciones personales, les preocupan los problemas de equidad, igualdad, el cambio climático y las guerras. ¿Cómo vamos a arreglar el mundo para que no se acabe?, resumió.
Alex Gómez se unió al argumento de Ulate. “Existe una división muy clara entre el estudiantado y las autoridades universitarias”, afirmó. Además, aseguró que “básicamente no conocen a sus estudiantes” y opinó que eso es preocupante, pues “están a cargo de su vida en la universidad”.
Por su parte, Javier Tapia, director del IIP, cuestionó si desde el lado estudiantil hay disposición para diálogo intergeneracional y conocimiento mutuo. Jorge Sanabria compartió que su generación creció cuando Centroamérica estaba en guerra, “pero había una diferencia: una utopía”, la esperanza de una sociedad mejor. “No había tanta incertidumbre hacia el futuro”, admitió.
Priscilla Echeverría contó algunas de sus experiencias de militancia durante su etapa universitaria, pero reconoció que, a diferencia de la experiencia actual, ellos contaban con el profesorado. “Era un profesorado cercano”, con el que iban a marchas, realizaban mantas y tomaban café. “Nunca los vimos como enemigos ni como personas diferentes”, dijo Echeverría. Tanto ella como Sanabria consideraron que el profesorado tiene responsabilidad de la distancia y el desconocimiento hacia el estudiantado.
Adicionalmente, Ulate esclareció posibles razones detrás de la poca participación del estudiantado en este tipo de eventos. “Nuestra generación piensa que los métodos administrativos-burocráticos no son los mejores”, aclaró. Según ella, viven un activismo diferente. Otro factor puede ser la desesperanza: “¿para qué participar?”, confesó.
Difusión de información
¿Cómo promover la participación de actividades para hablar sobre salud mental, de conversatorios y mesas redondas para conocer a mayor profundidad a las personas que estudian Ciencias Sociales y los problemas que les agobian?
Deyan Duncanson consideró prioritario mejorar la comunicación de estos proyectos. “No podemos negar que hay herramientas, pero muchos estudiantes no saben de ellas”, manifestó. Actualmente, la mayoría de las invitaciones llegan al correo institucional, que no todos los estudiantes revisan periódicamente y, por lo tanto, muchos lo sienten saturado por la cantidad de información que acumula. Aunado a esto, Ulate comentó que, para ella, la forma en la que se difunden las actividades no tiene suficiente alcance. Duncanson sugirió ir aula por aula explicando las diversas opciones con las que cuenta un estudiante de la UCR cuando siente que su salud mental está comprometida.
Pablo García, estudiante de Filosofía, recomendó incluirlas en la carta del estudiante, tal como se hizo con la crisis de acoso, que se agregó una sección de hostigamiento sexual. Existe un breve apartado sobre salud mental, pero este no detalla las alternativas con las que se puede apoyar un estudiante cuando sienta que su salud mental flaquea.
Mónica Garnier, estudiante de Psicología, intervino para agradecer el esfuerzo y el espacio. Tanto personal docente, administrativo y estudiantado, “todos somos personas y tenemos situaciones externas que nos cargan”, reflexionó. Estimó que la escucha es esencial, así como la comunicación entre ambas partes y la comprensión del otro. Destacó la falta de conocimiento del otro, por lo que resaltó la importancia de conocer la historia y el proceso educativo de la otra persona.
“Este fue un espacio muy importante que esperamos dé paso a muchos otros espacios que podamos planear”, concluyó Echeverría.