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Odontólogo de UCR registra primer híbrido tico de orquídeas

El "torito" Stanhopea Apachecoi nació del cruce de dos orquídeas costarricenses

Esta es la historia de un “torito”, que se convirtió en el primer híbrido tico de orquídeas registrado a nivel mundial.  Su nacimiento se remonta al amor de unos novios, allá por 1980, en Santo Domingo de Heredia.

Para entonces, los novios nada tenían que ver con plantas, ni con orquídeas ni con reproducción in vitro. Álvaro Pacheco y su ahora esposa, María Zamora, eran entonces dos estudiantes de la carrera de Odontología en la Universidad de Costa Rica (UCR) que “marcaban” los fines de semana.

En varias de esas ocasiones, Álvaro –que viajaba desde barrio Escalante para visitar a su novia en Santo Domingo- tenía que esperarla porque la muchacha se quedaba conversando en el camino con familiares o vecinos.

“Cuando se me agotaron los temas con la suegra, me tiré al patio y empecé a arreglar el jardín. Ahí me encontré unas troncas de café volcadas en el suelo, con unas orquídeas pegadas. Mi suegra me dijo que eran guarias moradas que las tenía desde hace mucho tiempo y no tenía mucho tiempo para arreglarlas y  que tenía un torito que tenía que arreglar”, recuerda él ahora.

Ese fue el primer paso de lo que se convirtió en una pasión suya y de su esposa: las orquídeas.

La familia crece

Con el tiempo buscaron más y más de estas plantas, las estudiaron, las cultivaron, se unieron a grupos de aficionados. Todo, al tiempo en que desarrollaban sus carreras de odontólogos, se casaron y tuvieron cuatro hijos.

Álvaro se sintió fascinado por la capacidad  de hibridación de las orquídeas, un proceso que ocurre naturalmente pero que también puede ser artificial y consiste en el cruce de dos organismos vegetales para formar una nueva especie o una subespecie.

El odontólogo comenzó a buscar métodos caseros de reproducción in vitro para sus plantas y en el camino tuvo la ayuda de la ingeniera agrónoma Ilse Villalobos, amiga de infancia de su esposa, quien le prestó un laboratorio donde nacieron las primeras plantitas.

Entonces decidió probar con Toritos, ese tipo de orquídeas del género Stanhopea, que siempre le llamó la atención porque sus flores son grandes y aromáticas pero con una vida de apenas tres días.

El plan era claro, cruzar el torito “San Miguel”-cuyo nombre científico es Stanhopeawardii  con el menos conocido y muy difícil de conseguir, Stanhopea pulla, conocido como “Vaquita” porque no tiene “cuernos” como los “Toritos”.

Los intentos fallaron una y otra vez y, como las orquídeas normalmente florean una vez al año, debía esperar el paso de todo un calendario para intentarlo nuevamente.

Finalmente logró unas semillas pero la felicidad duró poco, porque estas se llenaron de hongos. Frustrado entonces, Álvaro tomó las plantas germinadas y las regó en las canastas de las orquídeas madre en el invernadero.

Las plantas fueron muriendo poco a poco. Pero un día, algo sorprendió al odontólogo aficionado a las orquídeas.

“En una ocasión que inspeccionaba el invernadero observé que exactamente en la canasta en que había regado las plantitas y que di por muertas, había una que logró adaptarse y creció con fuerza, lo cual me emocionó y comuniqué a mi familia, cuando tuvo el tamaño adecuado, la sembré en su propia canasta e identifiqué con una cinta metálica en su rizoma”.

Álvaro afrontó luego la llegada de un insecto a su invernadero y tuvo que darle tratamiento a las plantas.

“Mucho tiempo después, ya con las plantas en recuperación y con Toritos en floración, me di cuenta que había uno que tenía que resembrar, pero como iba a florecer me esperaría a que le pasara. Casi me desmayo cuando llegué a verlo en la mañana al abrirse la flor pues tenía que ser el Torito híbrido que yo había hecho, busqué y encontré la cinta metálica con la que lo había identificado años atrás y lo fotografié”.

Hasta ese día, el 28 de enero pasado, Álvaro llevaba 14 años de intentos  para ver florecer a su torito híbrido.

El odontólogo investigó y se dio cuenta de que nadie en el mundo había hecho ese cruce por lo que contactó a la Royal Horticultural Society, en Inglaterra, entidad que desde 1804 es la autoridad mundial que registra los híbridos.

Tras hacer el papeleo, su torito fue inscrito y nombrado como Stanhopea Apachecoi.

“Lleva mi nombre porque yo lo hice y bastante me costó”, concluye él.

Y sobre la importancia de este registro agrega: “Tenemos que ver las plantas como seres vivos y cada ser vivo es un individuo único e irrepetible.  El torito que fabriqué es un híbrido artificial entre dos especies distintas de un mismo género Stanhopea por tanto al generarse una orquídea híbrida nueva que ya no es especie, debe identificarse. Cualquier otra persona que haga ese mismo cruce en cualquier lugar del mundo tendrá  que nombrarlo como Stanhopea Apachecoi a partir de que yo la registré”.

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