Universitarias Conferencia: China y la Nueva Ruta de la Seda

La Nueva Ruta de la Seda: la ambición china en el actual contexto mundial

China creó un esquema de ayuda mutua para los países que ingresen en sus planes económicos, explicó la profesora Patricia Rodríguez Hölkemeyer.

A inicios de año, 12 mil kilómetros, saliendo desde Yiwu (este de China) hasta Londres, presenciaron el recorrido de un ferrocarril con 34 contenedores cargados de productos chinos. Su trayecto es conocido como la Nueva Ruta de la Seda, también llamado Belt and Road Initiative.

El proyecto fue descrito por Patricia Rodríguez Hölkemeyer, profesora recién jubilada de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica, como “una salida a la incertidumbre de hoy en el comercio mundial, con las posiciones de Trump y el Brexit”, en su conferencia China y la Nueva Ruta de la Seda.

Con cerca de 60 naciones y un costo de 1,4 billones de dólares, la Nueva Ruta de la Seda abarca el 60% de la población mundial y 75% de las reservas de energía. Además de líneas ferroviarias, comprende puertos, oleoductos y gasoductos.

La unión en esta ruta surgió de una ola expansiva de construcción de infraestructura vial y comercial por parte de China fuera de sus fronteras, derivada del Programa del desarrollo del oeste de la nación oriental en el 2000, implementado por el entonces primer ministro, Zhu Rongji.

“Del año 2000 al 2017, el oeste se ha desarrollado tremendamente, y lo que se ha desarrollado es esa idea de conectividad, los chinos dijeron: ‘Vamos a crear nidos para atraer a los pájaros’, y eso es crear condiciones de infraestructura para que el desarrollo del este llegara al interior del país”, manifestó Rodríguez.

“No es solo llevar el desarrollo exitoso que ellos tuvieron hasta el oeste chino, sino llevarlo hasta llegar a Londres”, aseveró.

La ruta terrestre se complementa con la vía marítima, que une en el megaproyecto al sur de Asia, Oceanía y el norte de África con Kazajistán, Rusia, Polonia, Alemania, Bélgica, Francia y Reino Unido, entre otros países.

Junto a las conexiones geográficas, la Belt and Road Initiative se nutre del incipiente Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus sigla en inglés) para el financiamiento de proyectos que faciliten el comercio entre sus 70 miembros. Estados Unidos y Japón son las únicas grandes economías que no son parte del banco.

“¿Cuál fue el primer país, pese al lobby estadounidense, que le dijo sí al AIIB? Inglaterra, el gran socio de Estados Unidos. Detrás se vinieron Alemania, Francia, Italia. Todo esto fue una ganancia para China increíble”, declaró Rodríguez.

Recientemente se aprobó el ingreso de Canadá, Perú y Venezuela, junto a Brasil las únicas naciones americanas integrantes del AIIB.

No obstante, desde ciertos sectores económicos se percibe escepticismo ante el nuevo panorama. Según la agencia Fitch Rating, los bancos chinos no están preparados para financiamiento internacional a gran escala. Además, afirman que motivaciones políticas podrían incidir en la escogencia de proyectos y obstruir inversiones exitosas.

Otras voces opositoras aseguran que el AIIB representa una amenaza para el Banco Mundial y que el plan no es más que una respuesta ante la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión y el fallido Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

“Nada más ajeno a lo que es el verdadero pensamiento de los chinos”, dijo Rodríguez sobre esas aseveraciones. Agregó que “ellos consideran esto como un nuevo paradigma de cooperación internacional” y no como una forma de dominación geopolítica.

Mientras Estados Unidos inicia una era proteccionista bajo el mando de Donald Trump, China prepara el foro One Belt, One Road (OBOR) en mayo, con la presencia de Vladimir Putin, Theresa May y Rodrigo Duterte, y que por su magnitud ya es comparado con la Cumbre del G-20 de potencias y países emergentes.

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