Universitarias

Cuarentena por coronavirus redujo el “ruido sísmico”

Las actividades diarias generan una serie de vibraciones que quedan registradas como pequeños sismos. Dadas las medidas sanitarias de distanciamiento social y confinamiento, ese ruido sísmico se ha reducido en Costa Rica y en todo el mundo.

Nuestra actividad diaria genera una serie de vibraciones en la corteza terrestre. El tránsito de los vehículos, la maquinaria industrial e incluso el desplazamiento de las personas al caminar, saltar, correr o andar en bicicleta resultan en pequeñas oscilaciones que, al sumarlas todas, producen lo que se conoce como ruido sísmico.

Estas actividades de origen humano generan un campo de ondas con frecuencias por encima de 1 hertz (Hz), es decir, pequeños temblores. Esa deformación del suelo es imperceptible para el ser humano, pero no para los instrumentos de medición sismológica.

Esteban Chaves, sismólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), viene notando una reducción en el ruido sísmico o ruido de fondo desde marzo, periodo que coincide con la aplicación de medidas sanitarias para hacer frente a la pandemia por COVID-19.

[padding type=”medium_right”][quote_colored name=”” icon_quote=”no”]

Cuando la actividad humana disminuye, también se reduce la vibración y deformación del suelo

[/quote_colored][/padding]

El teletrabajo, la restricción vehicular y la suspensión de actividades masivas, así como el cierre de establecimientos comerciales y la virtualización del ciclo lectivo han alejado a las personas de las calles y, con ello, ha mermado el movimiento telúrico de origen humano.

“La tierra es como una campana. Cuando usted la golpea, empieza a vibrar y esa vibración siempre va a ser constante hasta que usted la detenga y eso es precisamente lo que está pasando en este momento. Lo que genera el golpe es nuestra actividad cotidiana y, en este momento, con la pandemia, pues detuvimos la vibración”, comentó Chaves.

Para ejemplificarlo, el sismólogo tomó el caso de la estación sísmica HDC3, ubicada en el centro de Heredia. En días laborales (en tiempos pre-pandemia), HDC3 suele registrar un ruido sísmico del orden de 30 nanómetros (1 nanómetro equivale a la milmillonésima parte del metro). Durante los fines de semana, cuando la actividad humana suele bajar, la estación suele registrar reducciones de hasta 10 nanómetros en la deformación vertical del suelo.

Pues bien, desde el 2 de marzo hasta el 12 de abril, Chaves observó que la deformación vertical del suelo –producto de la densidad poblacional y la actividad cotidiana– pasó de 30 nanómetros a 3 nanómetros.

“La celebración de la Semana Santa, en conjunto con la restricción vehicular instaurada por el Gobierno, produjo una caída aún más significativa del ruido sísmico, generándose una amplitud vertical promedio de 3 nanómetros, un cambio significativo en el registro sísmico de fondo”, destacó Chaves.

Un comportamiento similar se reportó en Batán de Limón, donde la estación sísmica pasó de reportar un ruido de fondo de 20 nanómetros el 31 de marzo a 0,1 nanómetros el 12 de abril.

“Estas mediciones fueron realizadas en un punto, en un área muy pequeña, pero si se extrapola en volumen –por ejemplo a lo que está sucediendo en todo Heredia o Limón– nos damos cuenta de que es una cantidad significativa en la caída del ruido sísmico. Ya veríamos un cambio más grande en la deformación de la tierra”, dijo el sismólogo del Ovsicori.

Ahora bien, procesos tan superficiales como es la actividad diaria de las personas no tienen un impacto directo en la geología del medio. La tierra se comporta de manera elástica, puede deformarse y, cuando se elimina la fuerza que genera esa deformación, entonces el medio se reconstituye.

“Es como un colchón infalible. Cuando uno se para encima de él, se deforma, pero en el momento en que uno se baja, este vuelve a su forma inicial; funciona como un resorte y así mismo se comporta la tierra”, explicó Chaves.

Fenómeno mundial

Ovsicori no es el único centro de investigación que ha visto una disminución en el ruido sísmico. El Observatorio Real de Bélgica, ubicado en Bruselas, observó que las vibraciones por la actividad humana bajaron cerca de un tercio desde el confinamiento por COVID-19.

El Instituto de Tecnología de California (CalTech), en Pasadena (Estados Unidos), también reportó una caída similar del ruido sísmico en su estación de Los Ángeles.

Por su parte, el Instituto de Estudios Avanzados de Dublín (DIAS, por sus siglas en inglés) –que opera la Red Sísmica Nacional Irlandesa o INSN– detectó cambios en el ruido sísmico, también como derivación de las medidas sanitarias tomadas frente a la pandemia. Algunas de sus estaciones registraron ruido de fondo hasta tres veces más bajo que antes del confinamiento (28 de marzo).

“Las restricciones sociales en todo el mundo, debido a la pandemia por el coronavirus, no solo afectan a los niveles de contaminación del aire, sino también a cuánto vibra el suelo bajo nuestros pies”, manifestó Martin Möllhoff, director de Redes Sísmicas del DIAS, en un comunicado.

Estas observaciones llevaron a más de 50 sismólogos en todo el mundo, incluido Chaves en Costa Rica, a compartir sus hallazgos. De hecho, los investigadores están preparando un artículo científico sobre este tema.

“El ruido de fondo es algo que siempre ha estado ahí, pero nunca antes lo habíamos visto porque no tiene el significado de impacto que se da hoy por la pandemia”, dijo Chaves, quien aún está analizando datos para compararlos con los periodos de Semana Santa del 2018 y 2019.

Los sismos más pequeños tienen frecuencias de 1 Hz. Cuando se tienen estaciones sísmicas en lugares densamente poblados, como Heredia o San José, estos sismos pequeños pasan desapercibidos debido al ruido de fondo. “Los sismos que vas a ver son los grandes que están por encima de los 2,5 Hz”, manifestó Chaves.

Este momento, debido a la reducción del ruido sísmico a causa de COVID-19, representa una oportunidad para los investigadores para capturar eventos muy pequeños que estén ocurriendo localmente y, a partir de esos datos, tomar decisiones sobre si el sitio donde está ubicada la estación sísmica sigue siendo óptimo o sería mejor trasladarla a otra área.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido