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¿A dónde llegará la tortuga Soley?, investigadores buscan descifrarlo

Esta tortuga portará en su caparazón un dispositivo de 9,5 gramos, que enviará su ubicación vía satélite cada tres días.

Al nacer, inmediatamente después de romper el huevo, el instinto natural de las tortugas les permite avanzar sobre la arena, para entrar al mar y empezar un viaje que para los biólogos marinos es desconocido. Este viaje les tomará varios años, antes de regresar a desovar a esa misma playa, cuando el animal haya alcanzado la edad necesaria para continuar el ciclo reproductivo.

“En el momento que entran a mar abierto empieza una fase que se llama los años perdidos, lo llamamos así porque las volvemos a ver cuando regresan a la costa, pero ya con tamaño de 45 o 50 centímetros”, explicó Maike Heidemeyer, bióloga del Centro de Investigación de Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR).

En la costa del Pacífico de América es difícil observar tortugas de tamaño menor a los 50 centímetros, lo que genera interrogantes para los investigadores, sobre el paradero de esta especie durante los años perdidos. (Foto: Kattia Alvarado)

Según Heidemeyer, se han encontrado tortugas negras, que nacieron en playas costarricenses, en países como Japón, pero los investigadores no cuentan con la información suficiente para identificar cuáles corrientes marinas llevan a estas especies, hasta qué ubicación geográfica en el mundo, o cuáles giros oceánicos les proveen alimentación suficiente para estar mar adentro y por cuánto tiempo.

“Sabemos que las playas donde hay corrientes más fuertes y más directas para el mar abierto son las poblaciones más exitosas, porque la mayoría de los depredadores están cerca de la costa”, agregó la bióloga del Cimar.

Sin embargo, una joven tortuga podría empezar a llenar ese vacío de información y convertirse en la clave que revele hacia dónde migran las que nacen en Costa Rica y cuánto tiempo les toma ese viaje, desde que son neonatos hasta que alcanzan un tamaño de aproximadamente 50 centímetros.

Soley, bautizada en honor a la playa en la que nació (Puerto Soley, La Cruz, Guanacaste), fue encontrada por Lorena Coronado, el 5 de marzo en el patio de su casa, ubicada a diez metros de la playa.

“No sabemos si fue que ella se equivocó y se fue sola al jardín, pero tenía en la parte de la pancita como unas marcas”, comentó Coronado.

Su esposo, junto a otros pescadores de la zona, le ayudaron a conseguir algas, medusas y algunos peces pequeños para que el animal se alimentara.

Por medio de un amigo, que trabaja como guía submarino en la zona, Coronado logró contactar a Maike Heidemeyer, quien a partir de ese momento, se encargó de dirigir el proyecto.

Luego de completar el proceso necesario para poder transportar al animal, con las autoridades del Área de Conservación Guanacaste, Soley fue llevada al Parque Marino del Pacífico, ubicado en Puntarenas, para evaluar el estado físico y monitorear su comportamiento durante las próximas semanas.

“Llevamos tortugas ahí cada dos meses, la mayoría carey (especie), que se encuentran con anzuelos, líneas de pesca o enfermas. A veces, negras, pero nunca de este tamaño y nunca en esas condiciones”, mencionó la bióloga del Cimar.

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Tratamos que cada vez que respire la tortuga, el transmisor salga del agua y empiece a emitir señales. Lo programamos para que recargue dos días y el tercer día emita una señal, esperamos tener una posición cada tres días”.
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Según Esteban Rudin, veterinario del parque marino e integrante del Equipo Tora Carey, Soley se encontraba en buenas condiciones, solo un poco pasada de peso. “Ella es una tortuga negra, una subpoblación de la tortuga verde que se encuentra en el Océano Pacífico”, mencionó Rudin.

Esta especie habita las aguas de los trópicos y subtrópicos de todo el mundo, pero están divididas en poblaciones. La población oriental (de la que forman parte las que anidan en Costa Rica) es la más divergente, tiene un caparazón de forma distinta, es mucho más carnívora, madura a una edad mayor, su coloración es oscura y no tan colorida como las demás.

Soley fue liberada el miércoles 6 de noviembre, 56 kilómetros al noreste de Playas del Coco, portando un dispositivo que le permitirá reportar su ubicación cada tres días.

“La idea es salirse del continente, porque a ese tamaño quedándose cerca de la costa esperaríamos que ya esté muy adentro del mar. Tenemos que asegurar que llegue a donde tenía que haber ido con esas corrientes”, dijo Heidemeyer.

Un transmisor de GPS ideal

El transmisor que portará Soley fue hecho para ser utilizado en un ave, pesa alrededor de 9,5 gramos y mide 2,5 x 1 centímetros. Al ser una tortuga en crecimiento, tienen que tener en cuenta estas características, ya que no debe interferir en el movimiento natural del animal.

Además, el pegamento con el que adaptaran el transmisor debe funcionar aún cuando el caparazón se continúe expandiendo.

Nosotros no sabemos si ella se mueve pasivamente con el agua o si hace algún movimiento activo para mantenerse en los giros, entonces tiene que ser lo menos invasivo posible, tanto el peso como el tamaño”, dijo Heidemeyer.

La otra limitante es la batería, aspecto que generalmente obliga a que los transmisores sean grandes. El elegido para este proyecto cuenta con una batería pequeña, que se recarga a través de paneles solares.

“Tratamos que cada vez que respire la tortuga, el transmisor salga del agua y empiece a emitir señales. Lo programamos para que recargue dos días y el tercer día emita una señal, esperamos tener una posición cada tres días”, mencionó la bióloga del Cimar.

Lo planeado es que cada vez que la tortuga vaya a la superficie, se cargue un poco por 48 horas y con esta carga mínima pueda emitir una señal el tercer día. En el parque marino realizaron pruebas con el pegamento por tres semanas, para asegurarse de que el transmisor no se vaya a desprender con el movimiento y el agua.

De cumplir con sus metas, este proyecto será un descubrimiento importante para todo el área del Pacífico; sin embargo, todas los investigadores enfatizan en que en esta ocasión aprovecharon las circunstancias, pero no se debe intervenir en la vida silvestre de los animales, ni separarlos de su hábitat.

Se estima que llevar a cabo este proyecto significó una inversión de $10 a $12 mil, que fue distribuida entre distintas instituciones. El dispositivo fue financiado por la UCR, a través de la Vicerrectoría de Investigación.

La fundación The Leatherback Trust costeará el derecho de recibir la señal satelital, cada vez que haya un reporte de ubicación y la compra del pegamento epoxi y el silicón. Además, el Parque Marino asumió el monto del cuidado del animal por los meses que estuvo ahí.

“Si nosotros hubiéramos tenido la idea de rastrear post neonatos, ese habría sido el proceso. Uno saca unos neonatos del nido, los pone en una pecera, los alimenta por cinco o seis meses, hasta que ya están listos, les pones un transmisor y se liberan”, expresó Heidemeyer. Sin embargo, el proyecto nunca se ha desarrollado, porque no se cuenta con los fondos que requiere.

The Leatherback Trust es una Organización No Gubernamental (ONG) que trabaja en el Parque Nacional Las Baulas.

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