País Entrevista con Rodrigo Cubero

Nuevo presidente del Banco Central: “Habrá mayor flexibilidad en el tipo de cambio”

El alto endeudamiento en dólares de quienes reciben ingresos en colones lo amerita, afirmó Rodrigo Cubero

“Siempre me ha fascinado la Teoría de la Dependencia. Desde que entré a Estudios Generales, me tocó leer a Theotonio Dos Santos, me encantó. De hecho, me motivó a estudiar economía. Pero también la lectura que hoy hacemos de esas perspectivas nos ha dejado claro que, si bien es cierto tenían un sustrato importante que nos ha enseñado, por ejemplo, sobre la importancia de la economía política para dar asesoría económica, también es cierto que nos ha mostrado la evidencia de que, en la práctica, daba lugar a resultados terribles”.

Este es el recuento que hace, ya fuera de la entrevista, el nuevo presidente del Banco Central de Costa Rica, designado por la administración de Carlos Alvarado.

Su aprendizaje de la economía lo llevó a sustituir a la profesora Rosemary Thorpe en la cátedra de Economía del Desarrollo de la Universidad de Oxford cuando ella dejó esa plaza y esta fue sacada a concurso. Además, dio clases de Economía Latinoamericana en esa misma universidad inglesa, donde “me metí muy de lleno en la historia de la evolución del pensamiento económico de América Latina”, comenta.

En la siguiente entrevista, explica su visión sobre los principales problemas de la economía costarricense y las lecciones aprendidas -por él y por el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde trabajaba antes de venir presidir el Banco Central de Costa Rica.

Usted viene del FMI. ¿Cómo se vio, desde allí, la gestión del Banco Central de Costa Rica de la primera administración del PAC?

-En general, el país ha sido percibido como exitoso en términos de la victoria que hemos tenido contra la inflación. Costa Rica es un país que ha tenido una historia de tasas de inflación altas, tradicionalmente de dos dígitos, por muchísimos años. Comienza a bajar en los últimos años, pero esta ha sido una victoria gradual, que se consolida, sin lugar a duda, en los últimos tres o cuatro años y hemos llegado, ya, a alcanzar el nivel de inflación dentro del rango meta. De manera que esto se ha visto como una victoria que ha tenido el Banco Central en lo que es su principal objetivo de acuerdo a su Ley Orgánica, que es la estabilidad de precios.

Eso ha sido muy bien percibido no solo por los analistas económicos, sino por la población como un todo. Se reconocen las ventajas y beneficios económicos que trae una inflación, no solo baja, sino también relativamente estable, que ya no nos pega los brincos que acostumbraba en el pasado, sino que se nos mantiene en tasas con variaciones muy, muy bajas. Y esto le permite a la población en general, pero en particular a los inversionistas y a los ahorrantes, tomar mejores decisiones en materia de ahorro y de inversión y a las empresas también hacer mejor cálculo económico, decidir cómo asignar los recursos económicos. Esto tiene enormes ventajas.

 

¿Tiene algún comentario nuevo que hacer sobre el Programa Macroeconómico, teniendo en cuenta que sí se está verificando la ralentización de la actividad económica, pero también las complicaciones que surgieron alrededor de la reforma fiscal?

Hay una ralentización que se percibe en la economía, un menor dinamismo en algunos indicadores importantes que tienen que ver, sobre todo, con el consumo. Por ejemplo, las importaciones y la de vehículos, en particular, que han caído y eso ha tenido, además, un impacto importante sobre la recaudación tributaria aduanera.

Hay también una ralentización del crédito doméstico. Eso sugiere que hay un cierto enfriamiento de la actividad doméstica, pero los indicadores no son enteramente consistentes. El Índice Mensual de la Actividad Económica (IMAE) nos sugiere, más bien, una aceleración en los últimos meses que ha ido básicamente de la mano de un crecimiento muy alto en el sector construcción. Entonces, eso ha jalonado hacia arriba el promedio de la actividad del país como un todo.

El sector exportador también ha sido muy dinámico en los últimos meses, ha venido creciendo a un ritmo bastante positivo, pero, por otro lado, tenemos indicadores del consumo interno que indican cierta ralentización.

Tenemos también el tema de la situación fiscal y, en efecto, es muy comprometida, el financiamiento del Ministerio de Hacienda, del Gobierno Central, en los mercados, se ha visto cada vez más complicado. Los agentes económicos han estado demandando cada vez mayores tasas de interés. El Gobierno Central ha tenido que moverse cada vez más de bonos de largo plazo a bonos de corto plazo y eso implica que hay presiones importantes en el mercado financiero, en particular sobre las tasas de interés que tiene que pagarle el Ministerio de Hacienda.

La situación se ha agravado en los últimos meses. La revisión del Programa Macroeconómico que sale en julio, se hace con base en datos que van desde mayo o junio, dependiendo del indicador, y ya hoy en día tenemos más información y la más reciente sugiere, como usted lo decía, una ralentización, que es consistente con la proyección que teníamos para el año 2018, pero que combinada con el aumento más importante que proyectábamos en tasas de interés que paga el Ministerio de Hacienda, podrían incidir en una menor tasa de crecimiento para el año 2019.

En la revisión del Programa Macroeconómico de julio se proyectaba en 3.4% el crecimiento de la economía para el año 2019 y posiblemente termine siendo menor, dados estos factores.

 

¿Tiene una estimación?

Todavía no hemos actualizado la proyección en sí, pero con base en lo que tenemos, yo pensaría que claramente tenemos que hacer una revisión a la baja de esa proyección, que se hizo sobre el supuesto de que no hubiera un plan de ajuste fiscal, que hubiera ajuste fiscal únicamente por la vía administrativa, pero con el supuesto conservador de que no se iba a dar la aprobación de la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas.

Ese supuesto es importante y, de mantenerse, implicaría, no solo de cara a lo que ya hemos visto sino de lo que podría verse después, una situación fiscal muy complicada y posiblemente implicaría una tasa de crecimiento menor a la que inicialmente se proyectó.

El Banco Mundial y el FMI han ofrecido un apoyo en créditos por $1.000 millones, pero exigen que se apruebe primero la reforma fiscal este año ¿verdad?

Los organismos multilaterales –el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el FMI- han ofrecido un apoyo importante a la economía costarricense en términos de asistencia técnica y financiamiento, pero en materia de apoyo presupuestario directamente al Gobierno Central, sí han dejado muy claro que no habría financiamiento en el tanto no se apruebe la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas. Eso sí ha sido un condicionamiento muy claro de ellos y que una vez que se dé la aprobación de ese proyecto de ley, estarían en la mejor disposición de contribuir con financiamiento directo al Gobierno.

 

Los montos que se han estimado andan por ese orden que usted mencionaba, podría ser un poco más o un poco menos, dependiendo del instrumento que se use, pero entre ellos combinados podríamos estar hablando de $800 millones a $1.000 millones, en efecto, que quedarían condicionados, para el caso de apoyo presupuestario, definitivamente a la aprobación de esa ley.

 

La aprobación de ese crédito implicaría no solo una reducción de la presión sobre las tasas de interés domésticas, sino que también permitiría a Costa Rica acceder a créditos internacionales multilaterales de bajo costo. Tendríamos acceso a fuentes de financiamiento más baratas, lo que se vería reflejado inmediatamente en un alivio de la situación fiscal, vía menos costos de financiamiento para el Ministerio de Hacienda, el Gobierno Central.

 

En el mejor de los escenarios, que se apruebe este año la reforma fiscal y que los organismos internacionales entreguen ese apoyo ¿cómo repercutiría esto en el corto plazo en la economía?

-En mi criterio, sería un impacto muy importante de naturaleza positiva. En primer lugar, tenemos que reconocer que una de las razones por las que hemos observado esa ralentización en la economía, en particular del mercado doméstico es, sin duda, la incertidumbre que existe alrededor del plan fiscal, sobre cuánto va a ser exactamente el ajuste, cómo se va dar el ajuste, sobre qué sectores recae, pero también sobre cuán sostenible va a ser la deuda pública a futuro, qué impacto va a tener sobre tasas de interés. Eso ha generado que las empresas vayan posponiendo decisiones de inversión y es uno de los factores que ha contribuido a la ralentización de la economía.

 

De aprobarse en el corto plazo la ley, en la Asamblea Legislativa, como estamos optimistas se va a aprobar, esperaríamos que se dé un golpe positivo en la confianza de los inversionistas y de los consumidores, que reactive la economía.

 

Es claro que un ajuste fiscal normalmente tiene un impacto negativo sobre la demanda agregada en términos directos porque eso distrae dinero de la economía. El Gobierno le extrae dinero a los contribuyentes vía mayores extracciones tributarias y, por otro lado, reduce el gasto o contiene el crecimiento del gasto público. Eso sería un freno a la reactivación económica. Pero hay factores positivos, como el factor vía confianza, efectos de confianza, sobre el ahorro y la inversión que podrían más que superar cualquier impacto negativo sobre la demanda agregada que pueda tener el ajusto fiscal por sí mismo.

 

Y yo esperaría que, como consecuencia de esto, tengamos al final un impacto neto positivo sobre el crecimiento económico del año 2019. Y esa es la apuesta. Ese impacto se vería reflejado a partir de tasas de interés más bajas en el mercado doméstico, no solo para el Ministerio de Hacienda, sino también transmitidas al resto de la estructura de tasas de la economía nacional. Por consiguiente, se daría un abaratamiento del crédito, un mejoramiento en las condiciones de crédito, la disipación de esa circunstancia de incertidumbre que existe en este momento en la economía y que está impactando negativamente a la inversión.

 

Así que esperaríamos que, vía esos efectos, más que se compense cualquier impacto negativo de la reforma fiscal.

 

¿Cree usted que quedarían atrás las consecuencias de los comentarios negativos de alguna calificadora de riesgos, que afirmó que no había suficiente transparencia en el manejo presupuestario en Costa Rica?

 

-Yo creo que los nublados del día se van a aclarar en los siguientes días y meses, no solo por la gestión de la señora Ministra de Hacienda, que ha sido muy transparente, muy clara en la información que ella ha recibido, en la información que ella ha contado y en el instante en que se enteró de la existencia de este problema que había existido en el Presupuesto Ordinario del 2018, lo hizo de conocimiento público, pero también esperaría que se disipen los nublados del día de la situación fiscal, vía la aprobación en el corto plazo de este proyecto de ley.

 

Usted mencionó la caída en la importación de vehículos. En el Programa Macroeconómico también se explica que la Sugef estableció un límite para el endeudamiento en dólares para las personas que tienen ingresos en colones, pero que luego el Conassif bajó ese límite. ¿Qué opina de esto?

 

-La medida que tiene que ver con las estimaciones específicas, en el caso de préstamos en dólares que se dan a no generadores de dólares, tiene una razón muy clara de existir y es que produce desincentivos, precisamente para el otorgamiento de esos créditos, que implican una vulnerabilidad para el sistema financiero. Porque, en caso de que se dé una depreciación de la moneda, quienes están contrayendo créditos en dólares y no los generan van a ver muy comprometida su capacidad de pago de esos préstamos.

 

El costo del servicio de las deudas para los hogares y las empresas que se endeudan en dólares aumentan cuando se deprecia la moneda, pero si sus ingresos no aumentan consecuentemente, van a ver reducida la capacidad de pagar esa deuda. Y eso pondría, en primer lugar, mucha presión sobre los hogares y las empresas que han contraído esos créditos, pero eventualmente también pondría presión sobre el sistema financiero, vía la mora crediticia.

 

Eso es una vulnerabilidad importante que tenemos en este momento. Se estima que alrededor del 71% del total de los créditos emitidos en moneda extranjera en el sistema financiero nacional han sido otorgados a no generadores. Y eso implica que tenemos allí un importante riesgo. Y la forma en que tenemos que acometer ese riesgo a futuro y que se ha venido haciendo en parte, es el tema de medidas prudenciales que son aprobadas por el Conassif, como, por ejemplo, exigir una mayor estimación contable, una especie de reserva que se asigna a los bancos, adicional a la que siempre se le exige en el caso de otorgarle créditos en dólares a no generadores.

 

Esa es una vía, hacia el futuro. Otra forma de lidiar con este riesgo que tenemos en el sistema financiero, es ir introduciendo mayores grados de flexibilidad en el tipo de cambio. Porque así los agentes económicos van a internalizar de alguna manera ese riesgo cambiario, van a percibir que el tipo de cambio sube y baja. En los últimos años, el tipo de cambio se ha mantenido relativamente estable y eso genera incentivos para la dolarización del crédito, porque los agentes económicos, aunque no generen dólares, perciben que no tienen mayor riesgo si el tipo de cambio se mantiene estable y que pueden contraer créditos en dólares.

 

¿Está anunciando, entonces, que va a haber una mayor devaluación del colón?

 

-No necesariamente. Puede ser que, más bien, se dé una revaluación. Lo que considero es que, hacia el futuro, el Banco Central debe ir permitiendo paulatinamente mayores grados de flexibilidad en el tipo de cambio en ambas direcciones. Y esto, es importante enfatizar, debe ser hecho de manera gradual y paulatina, no puede ser hecho de manera violenta porque, entre otras cosas, tenemos justamente esa vulnerabilidad en el sistema financiero hoy en día. Entonces, eso no nos permite dejar que el tipo de cambio fluctúe muy violentamente.

 

De todas formas, la normativa del Banco Central le permite intervenir en el mercado cambiario para evitar fluctuaciones violentas en el tipo de cambio. Me parece que el tipo de cambio, en una economía pequeña y abierta como la nuestra, es un macro precio fundamental, una variable muy importante para los agentes económicos a la hora de tomar sus decisiones.

 

Hay sectores que quisieran que se ampliara esa volatilidad de inmediato y el Banco ha venido sosteniendo un cierto margen basado en sus observaciones técnicas. ¿Está de acuerdo con la forma como se ha venido manejando el tipo de cambio?

 

-Yo creo que es importante anotar que el Banco Central, en primer lugar, ha enfatizado en la consecución de la meta de inflación como su objetivo primario. Eso ha quedado muy claro en su comunicación e implica mantener básicamente la tasa de inflación, en el mediano plazo dentro, del rango meta. No quiere decir que siempre tenemos que estar apuntándole al punto medio del rango meta, sino que, en el mediano plazo, esperamos que la tasa de inflación se ubique en ese rango meta de 3% menos o más 1% (2% a 4%) de inflación.

 

Pero en materia cambiaria sí creo que sí tenemos –y a partir de enero del 2018, el Banco Central lo anuncia, que se mueve ya oficialmente a un régimen de metas de inflación- el espacio para ir aumentando esos grados de flexibilidad que mencionaba en el tipo de cambio que, de nuevo, debería ser un movimiento gradual, no deberíamos, tampoco, esperar grandes fluctuaciones.

 

Y el Banco Central claramente estará monitoreando las condiciones del mercado cambiario muy de cerca para decidir si debe intervenir para impedir fluctuaciones que se consideren muy violentas en el mercado.

 

Estudios del Banco Central afirman que el mercado bancario y financiero costarricense, al ser pequeño, es muy oligopólico y hay jugadores grandes que pueden incidir en precios como el dólar. En el pasado, una administración tuvo que emitir una directriz para evitar intervenciones que influyeran en el precio del dólar. ¿Cuál es su visión de cómo debe ser el mercado financiero en Costa Rica? ¿Hay algo más que se pueda hacer para que no sea un mercado tan cautivo, por decirlo de laguna forma?

 

-El mercado cambiario en Costa Rica tiene dos componentes importantes. El mercado en ventanilla, que se refiere a las transacciones que se dan directamente entre el público y los bancos. Esas transacciones incorporan tanto las operaciones de importación, exportación, crédito, moneda extranjera, etc. En general, esas operaciones han generado, en Costa Rica, un superávit o un déficit que después van los bancos a intermediar en el segundo componente del mercado, que es el Monex, que es donde los bancos o los operadores financieros más grandes concurren para determinar el precio real de la divisa.

 

El mercado de ventanilla representa alrededor del 85% del total y el Monex es residual porque allí es donde van los bancos a calzar el déficit o el superávit que les dejó la operación en ventanillas a cada uno de los bancos.

 

Me parece que esa es una forma de operar razonable del mercado y es muy importante que se dé un volumen de intermediación suficiente en el Monex para mantener liquidez en ese mercado.

 

A veces lo que hemos experimentado es períodos de sequía donde no hay suficiente volumen en el Monex. Tenemos que ir estimulando mayor intermediación en el Monex, que no se nos seque ese mercado. Pero un movimiento importante, que me parece atinado, que hubo en el mercado cambiario costarricense fue la decisión que tuvo el Banco Central en el 2015, de sacar al sector público no bancario del Monex. Porque este sector sí representaba operaciones muy grandes para el tamaño del Monex, sobre todo las que tienen que ver con importaciones de petróleo, por Recope y, en algunos casos, de importación de maquinaria por parte del ICE, que son empresas muy grandes y sus operaciones en dólares a veces introducían mucha volatilidad en el sistema bancario. Se dejó que el Banco Central supliera las necesidades de esas empresas directamente y eso también redujo la volatilidad excesiva que se estaba dando por el tamaño pequeño que tiene el Monex.

 

Pero, en efecto, por ser un mercado residual, el Monex es un mercado pequeño y eso tiene cierta vulnerabilidad y un actor con un monto relativamente pequeño de divisas pueda mover el precio.

 

Allí tenemos que irnos moviendo a aumentar el grado de liquidez del mercado, asegurar que siempre haya intermediación en el Monex y monitorear las condiciones a futuro. Y el Banco Central tendrá un papel importante también en mitigar cualquier tendencia a fluctuaciones excesivas o violentas en el tipo de cambio.

 

También hay polémica en torno a la Bolsa Nacional de Valores (BNV), que es una empresa privada. ¿Cuál sería la mejor fórmula para un mercado de valores en Costa Rica?

 

-Tenemos un tema de escala, sin lugar a dudas. Costa Rica es un mercado pequeño en términos del número de empresas que tienen el tamaño que justificaría la presencia en bolsa, dados los costos de participar en bolsa. Entonces, allí tenemos otro problema, que es el gobierno corporativo de nuestras empresas, que por lo general son renuentes o reticentes a abrirse. Entonces, se le pone también un freno al desarrollo del mercado accionario, por lo menos de ese componente de las transacciones en bolsa.

 

Tenemos que buscar mecanismos para aumentar la escala. Sé que la BNV ha venido buscando la integración con mercados latinoamericanos. Colombia es un posible mercado de expansión y eso permitiría a los costarricense beneficiarse de la escala colombiana y aumentar también los incentivos para que empresas colombianas hagan transacciones con Costa Rica.

 

Tenemos que ver la normativa para ver también cómo podemos reducir los costos de transar en bolsa, para que las empresas más pequeñas y medianas tengan menos costos para poder acceder a la bolsa. Los cositos regulatorios tienden a ser fijos, a ser más o menos iguales para una empresa pequeña que para una grande, consecuentemente para una empresa pequeña es más oneroso en términos de su volumen de transacciones. Y la idea sería ver cómo podemos buscar en la regulación formas de ir bajando esos costos sin reducir el carácter prudencial de la norma, sin que eso implique un aumento en los riesgos.

 

¿Ha aprendido algo el FMI de la experiencia del Consenso de Washington y de los cambios de posición de economistas que trabajaron allí, como Joseph Stiglitz? En algún momento hubo una autocrítica de la posición anterior, que buscaba minimizar el papel del Estado en la economía.

 

-Es una pregunta fascinante, la verdad. Porque, sí, es algo que yo he analizado muy de cerca en mi tránsito por el FMI en los últimos 12 años y medio. Y sí, es cierto que el Fondo se ha venido transformando de manera muy profunda.

 

Yo pensaría que el profesor Stiglitz ha sido uno de los factores, pero ni de cerca el más importante. Su pensamiento es influyente, sin duda, pero ha habido momentos que han realmente marcado la transición del Fondo Monetario a lo que es hoy. Yo creo que hubo mucha introspección a partir de la crisis financiera asiática a finales de los 90 y por supuesto que también aprendió mucho del manejo de la crisis de la deuda en América Latina en los años 80.

 

El FMI se dio cuenta que no era suficiente tener un buen análisis técnico de la economía, que era importantísimo, además, para poder hacer recomendaciones que fueran sostenibles en materia económica, entender la economía política, entender el factor de la política. Y que tal vez había sido ingenuo y un poco arrogante en sus recomendaciones en esas décadas y que planteaba lo que parecía muy razonable en los libros de economía, pero que no estaba suficientemente aclimatado a las economías receptoras de esos consejos.

 

Como consecuencia de la paulatina concientización que el FMI tuvo, sobre todo a principios de los años 2000, después de pasada la crisis financiera de Asia, empieza a darse esa concientización de que es muy importante, para el análisis de la situación económica de un país, entender la economía política del país. Entender cuáles son las fuerzas políticas que influyen en las decisiones, cuáles decisiones son viables o no, dada la coyuntura política de un país.

 

Y entonces el Fondo empieza a asesorarse más de criterios de economía política, a oír más a los analistas políticos, a invitar charlas de asesores políticos de países, a reunirse, en sus misiones, con sectores políticos ampliamente considerados, ya no solo el parlamento o sus contrapartes tradicionales, que son los bancos centrales. Empieza a interactuar con actores políticos cada vez más, pero también con la sociedad civil: sindicatos, ONGs, representantes de la sociedad civil, a partir del conocimiento de que la información que esas diferentes instancias podían proveerle al FMI era importantísima en el sustrato de las decisiones que podía llevarse adelante en un momento dado en un país.

 

El Fondo empieza a hacer eso cada vez más y también a hacer otra cosa muy importante, que es hacer todos sus procesos y su toma de decisiones cada vez más transparentes y sujetas al rendimiento de cuentas a la sociedad internacional como un todo y a la sociedad civil, que empieza a demandar mucha más información del FMI y este empieza a hacer mucho más publica toda la información que tiene que ver con su toma de decisiones. Como parte de ese proceso se crea una oficina de evaluación independiente del Fondo, que también es un mecanismo de transparencia y rendición de cuentas.

 

Paralelamente a todo esto, el FMI ha ido haciendo que la agenda de temas que tengan que ver con su estricta competencia –la política monetaria, la fiscal y la financiera- se vaya ampliando porque también hay que atender temas como la desigualdad, el cambio climático, la igualdad de género. Son temas que el Fondo ha ido metiendo cada vez más como parte importante e integral de sus análisis macroeconómicos. Es una agenda que venía desde antes, pero que la señora Christine Lagarde, directora gerenta del FMI, ha impulsado incluso con mayor fuerza.

 

Todos estos son cambios importantísimos en lo que hace el FMI y en cómo lo hace. Y allí la influencia del profesor Stiglitz es importante, pero no ha sido la más importante. También hay otros académicos muy influyentes que impulsaron esta introspección del FMI.

 

A pesar de esto, también parece haber un límite técnico con el que no se puede jugar. Lo digo pensando en los experimentos heterodoxos que se han dado en América Latina desde que tengo memoria y todos terminan con el mismo resultado: hiperinflación, escasez, etc. Es un balance delicado ¿verdad?

 

-Es un balance. A mí me impacta, por ejemplo, cuando algunos analistas económicos dicen que la crisis financiera mundial dio al traste con la macroeconomía. Me parece que esas manifestaciones grandilocuentes se salen del canasto. Hay lecciones muy importantes que se han aprendido en macroeconomía, que no hacen sino reiterarse con la crisis financiera mundial. Por ejemplo, en materia del control inflacionario, es muy claro lo que debe hacerse, el aprendizaje en materia de Banco Central ha sido clarísimo en los últimos años.

 

Allí hay todavía una discusión pendiente, que es sobre cuál debe ser el papel que debe jugar la banca central en la estabilidad financiera y cuánto debe meterse o no en ese campo y coordinar con autoridades como las Superintendencias. Es una discusión abierta, tiene mucho que ver con la normativa macro prudencial de un país.

 

Pero hay una serie de lecciones muy firmemente aprendidas que tienen que ver con la función de la política monetaria en el control de la inflación, que nadie cuestiona hoy en día y que quienes lo han cuestionado en la práctica, han visto resultados negativos, que han redundado en crisis cambiarias y altísimas tasas de inflación, como vemos hoy en América Latina, en países no tan lejanos.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido