País

Leonardo Garnier: “Los partidos seglares deben hacer valer el respeto por la democracia”

Ex ministro de Educación alerta sobre inmersión religiosa en la política.

El repentino ascenso del evangélico Fabricio Alvarado al primer lugar en intención de voto, según la última encuesta del CIEP-UCR para Semanario Universidad, preocupa a Leonardo Garnier, ex ministro de Educación, por varias razones.

Su principal preocupación es que en un eventual gobierno del evangélico, o algún candidato alineado a los llamados “valores cristianos” implicaría un cambio radical a las guías sexuales impulsadas por Garnier y ahora reforzadas por las clases de educación sexual, en la administración de Sonia Marta Mora.

Sin embargo, la inmersión religiosa en la política es una vieja preocupación de Garnier, quien advierte que la democracia está en juego.

¿Por qué debería preocupar la llegada de un presidente evangélico?

Porque su fundamentalismo parte de que los únicos valores legítimos son los suyos y pretenden imponerlos al resto de la sociedad sin comprender que la ciudadanía está compuesta por sectores con muy diversas creencias y valores. El juego democrático implica construir reglas que garanticen los derechos de toda las personas, no que impongan a todas las personas los prejuicios de algunos.

Parece que el fundamentalismo religioso invadirá la próxima Asamblea Legislativa, ¿cómo contrarrestarlo?

Hay una responsabilidad grande en los partidos seglares para hacer valer el respeto por los derechos y la democracia. Otra responsabilidad recae en los medios de comunicación, que deben hacer prevalecer la sensatez frente a diversos fanatismos. Los hechos y las razones – la sensatez – deben estar por encima de las pasiones y los prejuicios.

 

Algunos candidatos, incluido el de su partido (PLN), tienen planeado reformar las guías sexuales y los contenidos de las clases de educación sexual a algo más alineado a “los valores de los costarricenses”. ¿Cómo ve esto?

Me preocupa, porque por un lado se hacen alianzas con los sectores fundamentalistas religiosos y, por otro, se dice que hay que reformar los programas de sexualidad y afectividad para hacerlos calzar con las preocupaciones de estos sectores, que siempre se han opuesto a una educación sexual abierta y sensata. No quieren hablar de condones ni píldoras, no quieren hablar de placer, no quieren hablar de feminismo o igualdad de derechos entre hombres y mujeres, no quieren hablar de diversidad sexual. Claro que es preocupante.

Costa Rica pareciera ser víctima de un fenómeno mundial que va tomando fuerza, ¿soportará la institucionalidad la inmersión de la política en la religión?

En efecto, esto se vive en casi todo el mundo. Uno de los grandes avances que Occidente aportó a la humanidad viene de la separación del poder político, el poder económico y el poder religioso. Cuanto más juntos estén esos poderes, menores son las posibilidades de tener un estado democrático y de derechos. La autonomía relativa de la esfera política es indispensable (aunque no suficiente) para que la democracia sea posible. La institucionalidad debe mantener vigente esa separación de poderes.

Volviendo a la Asamblea, ningún partido político de los grandes tiene una fracción progresista en temas sociales, ¿qué debería hacer el votante que busque contrarrestar este poderío?

El voto legislativo es provincial, el votante debería analizar las papeletas de su provincia y ver en cuál papeleta encuentra, en puestos elegibles no seguros, personas que reflejen mejor su visión de país y de sociedad.

¿A cómo va la cosa, se podría enterrar la posibilidad de un Estado Laico para los próximos cuatro años?

Un Estado Laico es importante, pero no es suficiente: veamos cómo en América Latina se vive el mismo auge de esta alianza entre políticos conservadores y fundamentalismo religioso, aunque sean “estados laicos”. Creo que en los próximos años esto se verá en discusiones concretas sobre derechos y libertades (como ocurrió con Fertilización in Vitro).

Un pastor hace poco dijo, “si nosotros queremos, ponemos un presidente evangélico”, ahora es una posibilidad real. ¿Qué pasó en Costa Rica para llegar a esto?

Me parece que se combinan dos factores muy distintos. Por un lado, la pobreza y la desigualdad han abierto un espacio en el que la desesperanza se ha traducido en un descontento y una indiferencia creciente hacia los partidos políticos y hacia el Estado, que no ha sabido resolver esos problemas. Por otro lado, la Iglesia Católica tampoco supo ser “la iglesia de los pobres” y dejó ese espacio abierto para que sectores de otras iglesias cristianas hicieran el trabajo, y han hecho un buen trabajo en esas comunidades. El problema surge cuando ese trabajo quiere instrumentalizarse como herramienta de poder político, atentando contra la neutralidad religiosa que debe caracterizar a una sociedad democrática.   

¿Qué ha pasado con la oferta presidencial progresista?

Es una pregunta compleja y con respuestas diversas. Una tiene que ver con la desilusión del gobierno PAC, un partido que ofreció un cambio en el modelo de desarrollo del país y ni siquiera lo intentó. Cuando Carlos Alvarado dice que el mejor logro fue “una mejor gestión” (algo que ni siquiera es cierto) no hace más que reconocer ese fracaso, que genera un gran desencanto en la población, sobre todo si agregamos el caso del cemento chino.

En el caso del PLN, creo que es un partido que vive una crisis de identidad: ¿quiere transformarse nuevamente en un partido progresista, en una socialdemocracia de siglo XXI que busca un desarrollo ejemplificado por los países nórdicos (dinámico en lo económico, equitativo en lo social, audaz en derechos humanos)… o más bien quiere conformarse con convertirse en lo que fue antes el PUSC: un partido conservador de derecha? Por lo pronto, su propuesta no ilusiona

Los candidatos y las propuestas de los partidos de izquierda son débiles y el papel del Frente Amplio luego de un triunfo electoral impresionante que les dio una gran fracción legislativa, es más que decepcionante. No tienen credibilidad.

 

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