“Me tocó asistir a mi propio funeral”, dice Yashin Castrillo, el abogado que presentó la primera acción de inconstitucionalidad en el país para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo dice en alusión a la noche del 29 de julio de 2003, cuando llegó a su casa a las 7:10 p.m., justo cuando recién comenzaba la edición nocturna de Telenoticias, que abrió con la noticia de Castillo presentando el recurso ante la Sala Constitucional.
Esa noche, Castrillo recuerda encontrarse a su mamá, hermana y sobrinos en la oscuridad, con solo unas candelas iluminando la sala y rezando para que “Dios lo convirtiera”.
Pasaron 18 años de estigmas, discriminación y aislamiento. En ese proceso, el abogado tuvo derrotas en los estrados, rompió relaciones con familiares y se enfrentó a jerarquías religiosas. Cuando presentó su primer recurso, no existían organizaciones como el Frente por los Derechos Igualitarios y tampoco una marcha multitudinaria cada junio en la Avenida Segunda. Mucho menos un comisionado en el Gobierno de turno que velara por los derechos de las poblaciones LGBTI. “Lo empecé en 2003, solo”, dice.
Castrillo recuerda con orgullo sus victorias. Una de ellas en 2014 cuando presentó una acción de inconstitucionalidad que obligó al Colegio de Abogados a otorgar a las parejas de sus agremiados homosexuales los mismos derechos que ya tenían las heterosexuales, como el carné de ingreso a las instalaciones, los beneficios de las pólizas de vida y de los seguros voluntarios.
Sus demandas obligaron a la Caja Costarricense de Seguro Social a brindar el seguro familiar a parejas del mismo sexo, así como acceso a pensión del IVM.
Tras la noticia de que la Sala Constitucional resolverá en agosto sus reclamos, engavetados por varios años, Castrillo pronostica un fallo en favor del “sí”. Con un sentimiento triunfalista, el abogado atendió las consultas de UNIVERSIDAD.
¿Qué ha cambiado de aquellos tiempos en 2003 cuando usted presentó la primera acción de inconstitucionalidad para legalizar el matrimonio igualitario?
Hablar de esto hace 17 años era muy diferente, no habían doctrinas ni había jurisprudencia al respecto. En algún momento se tendrá que contar la historia mía. Yo salí públicamente a pelear por derechos relacionadas con una población roja, estigmatizada y que eran presentados como delincuentes y pervertidos sexuales. Que alguien joven y profesional saliera a dar esa pelea era inaudito. Esto marcó un antes y después en la lucha. Volviendo visible el tema, se avanzó. Ha sido difícil a nivel laboral y personal, ha habido un gran aislamiento, tuve que enfrentarme a la jerarquía religiosa. Hoy sigue existiendo resistencia, pero es menor.
¿Qué incidencia tuvo en su vida laboral el hecho de declararse homosexual públicamente?
Yo ejerzo liberalmente, tenía aspiraciones de tener mi propia casa, de viajar. Porque apenas la sociedad está empezando a entender y a aceptar que porque uno tiene diferente orientación sexual no significa que no pueda tener los mismos derechos. No es que me excluían por ser gay, me excluían por ser identificado públicamente como gay. Por los estigmas que pesaban sobre los gays. El hecho de que se me relacionara públicamente hizo que muchas personas no quisieran ser vistas conmigo y tampoco como clientes. Los que no lo eran iban a sentir que la gente iba a creer que eran gays si los veían conmigo. Al momento que yo tomé la decisión, no fue un acto improvisado, fue meditado o pensado. Yo sabía que iba a implicar un sacrificio así. Si no se hubiera hecho, no estaríamos a las puertas de lo que estamos, y no se hubiera conseguido las cosas que ya hay, como el seguro y pensión.
¿Cómo le afectó en su vida familiar?
Con mi mamá me llevo muy bien, a veces mi pareja la acompaña a hacer mandados. Es una relación típica, como si fuéramos una pareja heterosexual. Hubo crisis, pero con el tiempo, como todas las mamás, lo aceptó. Con mis sobrinos o mi hermana esa relación colapsó. Mi hermana nunca le perdonó a mi mamá que ella me aceptara. Ella es evangélica fundamentalista. Nadie quería exponerse y los entiendo.
Una parte de la población ha reprochado a la Sala Constitucional por inacción, otros a la Asamblea por tardarse en nombrar magistrados. ¿Cuál es su opinión de esto?
La Asamblea Legislativa no ha cumplido con el precepto de sustituir a un magistrado en los 30 días posteriores a la salida de un propietario. Han pasado más de 2 años de la salida de Armijo. El trabajo que ha hecho la Sala Constitucional no puede ser invisibilizado. Primero, en 2006 reconoció a la comunidad LGBTI como beneficiaria de derechos. Además, la Sala Constitucional se adelantó cuatro años a la Corte Interamericana al establecer que existe una discriminación por orientación sexual, y eso es inconstitucional.
¿Le preocupa el tema ideológico o de creencias de los magistrados?
La Sala Constitucional está integrada por magistrados que tienen ideología conservadora y liberal. Todos ellos son personas con sobrada y probada capacidad y conocimiento. Más allá de la ideología de ellos, tienen un respeto enorme por el principio de convencionalidad y las decisiones de la Corte IDH.
¿Qué importancia tiene la instancia judicial cuando los políticos fracasan en garantizar derechos vía reformas legales?
La Sala Constitucional es el último guardián en el caso de violaciones de derechos humanos, son la última esperanza de las poblaciones más desfavorecidas. No es la Asamblea Legislativa, no son los intereses político-partidistas. Tampoco el Poder Ejecutivo, porque también está impregnado de esos intereses. La Sala es un órgano técnico en su labor de guardián de los derechos humanos, aparece como la última instancia a la que podemos acceder las poblaciones que hemos vulnerados nuestros derechos por los otros poderes. La Sala Constitucional ha hecho una gran labor, se adelantó a la opinión de la Corte. Una lectura adecuada y minuciosa de los razonamientos de ese voto será que lo que dijo la Sala es lo que dijo la Corte cuatro años después.
¿Hay ambiente para una votación favorable?
Me parece que estamos en un momento histórico en el cual están dadas las condiciones para que una Sala Constitucional madura, adecúe el principio de igualdad y no discriminación a la realidad actual, acorde con un Estado democrático y de derecho, robusto, que entiende que la convivencia pacífica y armoniosa que hace felices a sus ciudadanos se basa en la aceptación de las diferencias y no en la imposición de un único modelo de vida en familia.
Lo noto confiado…
Sí, estoy muy esperanzado de que la decisión sea favorable, esto va a beneficiar a mucha gente. Cuando conseguí el seguro, benefició a mucha gente que tenía dificultades para acceder a medicinas privadas.
¿Y la demanda internacional?
En 2012, Ana Virginia Calzada dijo que las opiniones consultivas no son vinculantes. Hace unos días, la Corte dejó claro que sí lo son. Yo presenté una demanda ante la Corte IDH contra Costa Rica. Alego violación del derecho de igualdad y violación al principio de convencionalidad. Esa demanda está en trámite y lleva seis años.
¿Qué pasará con su demanda ante la Corte si la Sala IV aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo?
Para evitar una condena contra el Estado, el presidente Carlos Alvarado podría solicitar una conciliación conmigo. Esto, en cualquiera de los dos casos: que se declare con lugar o se rechacen mis acciones de inconstitucionalidad.
En medio de la crisis del Poder Judicial, la Sala deberá tomar una decisión de un tema que polarizó al país en la campaña electoral, ¿qué está en juego?
Estamos en un momento histórico crucial, en donde está en entredicho la credibilidad del Poder Judicial. La Sala IV es el máximo tribunal, espero que le dé a la opinión pública motivos para seguir creyendo en la honradez, experiencia, del Poder Judicial como uno de los pilares de la democracia.
En primer lugar, resolver acciones que llevan mucho tiempo, y en segundo lugar, con la esperanza de que sean resueltas con base en los antecedentes nuestros, de ser una sociedad democrática, pluralista y democrática. Espero que finalmente resuelvan a favor de la sociedad en su conjunto. Lo que está de por medio es cómo en los próximos 50 años se va a conceptualizar el principio de igualdad y no discriminación, uno de los elementos arquitecturales del edificio democrático.
¿A qué otras personas destaca en esta lucha?
Ese lugar se lo doy a todos los que no tienen rostro, a todos los que son anónimos e invisibles. No destaco a ningún político. A todos los que formamos parte de la comunidad LGBTI. De una u otra forma cada quien desde la medida de sus posibilidades ha aportado. Tengo especial aprecio por la labor de Jacobo Schifter y de Abelardo Araya, el primero como intelectual valiente que fue el primero hace 30 años en escribir abiertamente sobre esta temática, y el segundo por su trabajo de visibilización en las calles.
Hasta hoy, ¿ha valido la pena tanto sacrificio?
Totalmente, valió la pena porque tenemos una sociedad más democrática y una sociedad más inclusiva. Ahora somos más y mejor.