El pasado 6 de marzo, el presidente Carlos Alvarado junto a su gabinete, anunció a la población sobre el primer caso de COVID-19 en el país: una turista estadounidense de 49 años.
Tras ese episodio, varias páginas han pasado, a tal punto que el país ya roza los 50 mil casos detectados de COVID-19, pero ¿cuáles fueron las lecciones aprendidas en los últimos seis meses?
De acuerdo con el coordinador de la maestría de Epidemiología de la Universidad Nacional (UNA), Juan José Romero, quizá la primera lección aprendida es que ningún país estaba preparado para esta pandemia que a la fecha ya suma más de 900 mil víctimas en todo el mundo.
A esto se suma que al ser un evento nuevo, posee cambios constantes, situación que genera que las medidas de control y mitigación también sean cambiantes. Además, lo que surgió como una emergencia sanitaria se volvió rápidamente una emergencia económica y social de dimensiones y efectos insospechados, convirtiéndose así en “la más grande crisis económica después de la de los años 30”, señaló Romero.
El epidemiólogo calificó de exitosa la reacción de Costa Rica ante las fases de preparación y contención de la epidemia; sin embargo, señala que esto no se repitió en la de mitigación, la cual se “ha ido saliendo de las manos” porque el país no tenía buenos sistemas de información.
“El Ministerio de Salud no tenía un sistema de información lo suficientemente ágil para pasar de hacer vigilancia epidemiológica. Eso ha dificultado el seguimiento del evento y la toma de decisiones adecuada”, señaló.
Este tema se ve reflejado claramente en la sobreestimación que existe en el número de casos activos, y por ende, la subestimación en la cantidad de recuperados. Lo que hace únicamente objetiva la cantidad de hospitalizaciones.
Otro aspecto que destacó Romero es que las medidas restrictivas no tuvieron igual efecto en todos los momentos, ni en todos los lugares; esto va muy ligado a la insistencia de las autoridades de querer llegar a todo el mundo con el mismo mensaje, algo que es contraproducente para la población.
La pandemia también dejó como enseñanza, especialmente durante la segunda fase, que existen inequidades sociales, algunas que no queremos ver pero que al final no se pueden ocultar.
Romero además mencionó que las universidades públicas han sido importante en muchos
ámbitos, y que por otra parte, el ingreso de las municipalidades al abordaje del COVID-19 fue tardío.
El epidemiólogo recordó también que durante la primera etapa, cuya duración fue de 90 días, la cantidad de casos creció a un ritmo muy bajo; mientras que la segunda empezó a crecer de manera exponencial a partir de la segunda semana de julio.
“Fue una ola muy tenue. Se tomaron medidas muy fuertes, muy temprano, que propiciaron preparar el sistema de prestación de salud, el cual fue incrementando la cantidad de camas disponibles para atención de COVID-19”, aseguró.
Hasta el martes 8 de agosto, el país registró un total de 49.897 casos detectados de COVID-19, de los cuales 23.523 son mujeres y 26.734 hombres.
Además, se reportan un total de 531 fallecimientos relacionados al COVID-19. A la fecha, 19.285 personas se encuentran recuperadas.