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Violeta Parra 100 años Nos ha dado tanto

Este año se cumplen 100 del natalicio de la artista chilena Violeta Parra, una mujer ejemplar cuyo talento la convirtió en una de las

Este año se cumplen 100 del natalicio de la artista chilena Violeta Parra, una mujer ejemplar cuyo talento la convirtió en una de las creadoras más importantes del continente.

El domingo 5 de febrero de 1967, al final de la tarde, su hija Carmen Luisa, quien la ayudaba en alguna labor en la carpa de La Reina, en las afueras de Santiago, Chile, escuchó un balazo y acudió corriendo al lugar donde estaba su madre. La encontró tumbada en el suelo sobre su guitarra. Violeta Parra la pintora, ceramista, escultora, cantautora y poeta se había disparado en la sien derecha. Tenía apenas 49 años. Ponía fin a una vida intensa que abrió camino a toda una corriente artística en Latinoamérica a partir del rescate del folclor chileno.

En el disco Últimas composiciones, que grabó junto con sus hijos Isabel y Ángel y el uruguayo Alberto Zapicán en 1966 será el cierre en la cumbre de una prolífica carrera artística que inició en Chillán, cuando ella tenía 9 años y de manera furtiva aprendió a tocar la guitarra que tenía su padre, el profesor Nicanor Parra.

Violeta era la tercera de una familia de nueve hijos. Desde muy pequeña destacó con su talento para imitar artistas, cantar y recitar poemas. Era una niña muy inquieta aunque enfermiza. Esa infancia rural la disfrutó intensamente y marcó su vida. Era una época de necesidades. Su madre cosía para ayudar a sacar adelante a sus hijos, pero también se vivía en familia un ambiente cultural.

En 1931, con la muerte de su padre tuvo que dejar de estudiar y buscar algún trabajo. Entonces empezaron las presentaciones junto con su hermana Hilda. Al año siguiente, su hermano mayor Nicanor, quien había marchado a la capital a estudiar, la invitó a que se le uniera. Violeta ingresó en la Escuela Normal de Niñas, pero no permaneció mucho tiempo y decidió continuar con presentaciones en diversos locales en Santiago. Junto con Hilda  eran Las hermanas Parra.

A los 20 años se casó con un obrero ferroviario y comunista, Luis Cereceda, con quien tuvo a sus hijos Isabel y Ángel.

Violeta era una mujer muy intensa y con una gran fuerza vital. Un matrimonio convencional no era lo suyo, sin embargo lo intentó nuevamente con Luis Arce, con quien tuvo a sus hijas Carmen Luisa y Rosita Clara, la pequeña que murió poco después cuando ella estaba de viaje en Europa.

El extrañamiento del campo definió el interés de Violeta por el folclor que se dio cuenta que en la ciudad no se conocía. Empezó entonces una labor intensa por recuperar esas canciones. Tuvo un programa en la radio llamado Violeta Parra canta, donde intentaba dar a conocer composiciones suyas a partir de la música popular y folclórica. Utilizó la décima como forma de composición poética, ya que esa es la que prima en la cultura popular latinoamericana.

Esa labor de rescate de la cultura popular campesina abrió el camino para lo que más adelante se llamó la Nueva Canción Chilena y que despertó todo un movimiento cultural en el continente que se proyectó al mundo entero.

Violeta Parra tenía un talento incontenible que expresó no solo en la poesía y la música, sino que trabajó en escultura, pintura, cerámica y arpilleras. En 1964 fue la primera latinoamericana en exponer individualmente una serie de sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre.

Su talento ciertamente era más reconocido en Europa que en su propio país.

En Francia vivió un par de años y allí estableció relación con el antropólogo y músico suizo Gilbert Favre, mucho menor que ella y con quien tuvo una relación intensa cuyo final quizás haya sido determinante.

La cantante peruana Chabuca Granda, contemporánea suya, le compuso la canción Cardo o ceniza, a partir de la historia de desamor con Favre.

En 1965 levantó en la comunidad de La Reina la carpa para convertirla en un gran centro cultural de rescate del folclor y la nueva canción. Pero pese a sus esfuerzos y al enorme trabajo que le dedicó no logró tener el éxito esperado.

Dolida de desamor, tanto del joven que había amado como del pueblo al que tanto se dedicó, entró en una fuerte depresión que intentó combatir con la composición de una de sus obras más hermosas. Pero no pudo, su intensa personalidad la llevó al arrebato. Gracias a la vida, que debió ser un canto de amor a todas las cosas, se convirtió en su epitafio.

El 4 de octubre  de este año se celebra el centenario de la gran artista chilena cuyo legado de talento y tesón la hace un referente de la cultura latinoamericana.

 

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