EXPEDIENTE
Joaquín Soto
Poesía
BBB producciones
2016
Hace unos diez años, en una de mis tantas visitas a San Isidro de El General, me tropecé con la primera edición de este poemario (Ediciones Chirripó, 1985). De pie, en una cafetería generaleña, el texto me sedujo y me revolcó debido a su intensa y rara belleza. Desde ese momento me acompaña la reconcoma sobre el extraordinario texto desconocido por el lector costarricense e invisibilizado por el canon. Por fortuna acaba de ver la luz su segunda edición en San José. Por ello quiero recomendarlo con vehemencia.
¿Cuál es la fortaleza de Expediente? En primer lugar es poesía que se desmarca de la que se estaba escribiendo en los 80: coloquial, casi exteriorista; dramática, con monólogos que podrían escenificarse; de crítica social pero con humor negro, sátira y sarcasmo, casi en la órbita de la antipoesía y de eso que pulula en nuestros días denominado como realismo sucio. Todo ello dentro de un mecanismo de objetividad y de verosimilitud realista, casi verista, pero sin dejar de lado los mejores aportes de las vanguardias y transvanguardias del siglo XX. Y lo mejor: con un lenguaje sencillo y un tono sobrio, sin aspavientos ni falsas pretensiones.
Como ya se ha señalado, al mejor estilo de Edgar Lee Masters (1868-1950) y su Antología de Spoon River (1916), el libro, en vez de epitafios, inserta expedientes médicos; así cada poema es el expediente de un enfermo o paciente. Y esto ya es un hallazgo y una ruptura: el poema/expediente y el hablante como paciente médico o psiquiátrico. La clínica de Foucault en el ambiente rural del sur costarricense atravesado por el biopoder. Más: el ser humano como cifra arbitraria en el archivo burocrático de la colonialidad; como ser desechable por un sistema que lo ha golpeado duro y sin guantes casi hasta el exterminio, incluso hasta la muerte. Algunos de los personajes hablan desde el más allá.
Y esto es otro logro: el poeta/médico le ofrece la palabra al paciente; quienes hablan son seres destruidos por enfermedades psicosomáticas u orgánicas; es decir, por la explotación y el estrés laboral, la violencia en todas sus expresiones, la miseria y la ignorancia: peones destrozados, mujeres violadas y humilladas, niños vilipendiados, prostitutas, idiotas… En fin, seres consumidos por la violencia y la miseria de un sistema/mundo colonial, económica, política y socioculturalmente depredador.
El hablante poético pasa de la tercera persona singular a la primera para hacer protagonistas a la angustia y el dolor de estos seres desvalidos, ofendidos, desechados. Es el caso del poema Inmaculada Castro: “Inmaculada Castro es prostituta / pero su hijo Manuel / no se muere de hambre. / Ella se para en una esquina / y al día siguiente tiene todo. / La gente me condena, dice, / mas nadie me ayuda. / Yo obtengo en dos horas, / lo que antes ganaba / todo un día lavando. / Padezco de dolor en la cintura / y no puedo ser sirvienta. / Trabajando acostada / la rabadilla no me duele.”.
Como ya habrá notado el lector, los títulos de cada poema/expediente son los nombres de los pacientes. Y en esos títulos/nombres el significado se contrapone al contenido o lo subraya semióticamente, o resume las características del personaje ampliadas por sus vicisitudes: Concepción Martínez, Íngrimo Quesada, Encarnación Chaves, Clemencia Matamoros, Resignación Umaña, entre muchos otros. Más que interesante es que algunos de esos personajes están emparentados y entonces los expedientes, en una suerte de intertexto vital y familiar, dialogan y se convierten en dípticos o trípticos: Inmaculada con Manuel Castro y Manolo Hidalgo; Jesús Ramírez con Helio Ramírez.
De modo tal que estamos ante un texto de ruptura novedoso para la época y el país. Y lo que es más importante y sorprendente, con una vigencia absoluta. Con el paso del tiempo estos poemas/expedientes/personajes han crecido y resignifican la crisis de la seguridad social de este país, así como la estrepitosa caída del Estado Benefactor y sus políticas asistenciales y solidarias. Roto el pacto social de los años 40 del siglo pasado, el ensanchamiento de la brecha social le otorga mayor pertinencia a estos 50 poemas que hoy, salvando ciertas distancias, se leen como si se hubiesen escrito este año.
Estoy seguro que el lector de Expediente sabrá comprender lo subrayado en esta reseña. Y más.