La carta
Me mandaron una carta
por el correo temprano.
En esa carta me dicen
que cayó preso mi hermano
y, sin lástima, con grillos,
por la calle lo arrastraron, sí.
La carta dice el motivo
que ha cometido Roberto:
haber apoyado el paro
que ya se había resuelto.
Si acaso esto es un motivo,
presa también voy, sargento, sí.
Yo que me encuentro tan lejos,
esperando una noticia,
me viene a decir la carta
que en mi patria no hay justicia:
los hambrientos piden pan,
plomo les da la milicia, sí.
De esta manera pomposa
quieren conservar su asiento
los de abanico y de frac,
sin tener merecimiento.
Van y vienen de la iglesia
y olvidan los mandamientos, sí.
¿Habrase visto insolencia,
barbarie y alevosía,
de presentar el trabuco
y matar a sangre fría
a quien defensa no tiene
con las dos manos vacías?, sí.
La carta que he recibido
me pide contestación.
Yo pido que se propale
por toda la población
que «El León» es un sanguinario
en toda generación, sí.
Por suerte tengo guitarra
para llorar mi dolor;
también tengo nueve hermanos
fuera del que se engrilló.
Los nueve son comunistas
con el favor de mi Dios, sí.
Anoto en mi triste diario
Anoto en mi triste diario:
«Restaurán El Tordo Azul».
Allí conocí a un gandul
de profesión ferroviario.
Me jura por el rosario
casorio y amor eterno;
me lleva muy dulce y tierno
atá’ con una libreta,
y condenó a la Violeta
por diez años de infierno.
Lo vi por primera vez
en una gran maquinaria
por la línea ferroviaria
de Yungay a la Alameda,
con una chaqueta nueva
de cuero, por la ventana.
Talán, talán, la campana
retumba en mi corazón
por el joven conductor
que me hace mil musarañas.
Yo le pregunto contrita
que me dijera su oficio.
Él me responde malicio’
que él es un gran maquinista.
Le creo a primera vista,
l’entrego mi corazón,
y me ha mentí’o el bribón
según más tarde un amigo
diciéndome: «Tu mari’o
es un vulgar limpia’or».
Montá’ en el macho no que’a
otra cosa que amansarlo;
pero el indino al notarlo
me armó la feroz pelea.
Se cura, se zarandea
con unos tales barracos
de farra, con unos pacos
llegaba de amanecí’a.
Sufriendo de noche y día
pasé las de Quico y Caco.
A los diez años cumplí’os
por fin se corta la güincha;
tres vueltas daba la cincha
al pobre esqueleto mío.
Y pa’ salvar el sentí’o
volví a tomar la guitarra:
con fuerza Violeta Parra,
y al hombro con dos chiquillos,
se fue para Maitencillo
a cortarse las amarras.
Pupila de águila
Un pajarillo vino a posarse bajo mi arbolito,
era de noche, yo no podía ver su dibujito,
se lamentaba de que una jaula lo hizo prisionero,
que las plumillas, una por una, se las arrancaron.
Quise curarlo con mi cariño, mas el pajarillo
guardó silencio como una tumba hasta que amaneció.
Llegaron los claros de un bello día, el viento sacudió
todo el ramaje de mi arbolito y allí se descubrió
que el pajarillo tenía el alma más herida que yo,
y por las grietas que le sangraban su vida se escapó,
en su garganta dolido trino llora su corazón,
le abrí mi canto y en mi vihuela lo repitió el bordón.
Ya mejoraba, ya sonreía con mi medicina,
cuando una tarde llego una carta de su jaula antigua,
en mi arbolillo brotaron flores negras y moradas
porque el correo vino a buscarlo, mis ojos lloraban.
Desaparece, me deja en prenda toda su amargura,
se lleva ufano mi flor más tierna, mi sol y mi luna.
En el momento de su partida, en mi cuello un collar
dejó olvidado, y como Aladino yo le empecé a frotar.
Pasan minutos, pasan las horas y toda una vida
por el milagro de aquella joya lo he visto regresar,
con más heridas, con más silencio y con garras largas,
sus buenos días mi piel desgarra con ácida maldad.
Ave que llega sin procedencia y no sabe dónde va
es prisionera en su propio vuelo, ave mala será,
ave maligna, siembra cizaña, bebe, calla y se va,
cierra tu puente, cierra tu canto, tira la llave al mar.
Un pajarillo vino llorando, lo quise consolar,
toqué sus ojos con mi pañuelo, pupila de águila,
pupila de águila.
Gracias a la vida
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes al hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me ha dado el oído que en todo su ancho
graba noche y días, grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me ha dado el sonido y el abecedario;
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me ha dado la risa y me ha dado el llanto;
así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es mi propio canto,
y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me gustan los estudiantes
Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría
Son aves que no se asustan
De animal ni policía.
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría
Caramba y sambalacosa
¡qué viva la astronomía!
Me gustan los estudiantes
Que rugen como los vientos
Cuando le meten al oído
Sotanas y regimientos.
Pajarillos libertarios
Igual que los elementos
Caramba y sambalacosa
¡Qué viva lo experimento!
Me gustan los estudiantes
Porque levantan el pecho
Cuando le dicen harina
Sabiéndose que es afrecho.
Y no hacen el sordomudo
Cuando se presenta el hecho
Caramba y sambalacosa
El código del derecho.
Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura.
Para la boca del pobre
Que come con amargura
Caramba y sambalacosa
¡Viva la literatura!
Me gustan los estudiantes
Que marchan sobre las ruinas
Con las banderas en alto
Va toda la estudiantina.
Son químicos y doctores,
Cirujanos y dentistas,
Caramba y sambalacosa
¡Vivan los especialistas!
Me gustan los estudiantes
Que con muy clara elocuencia
A la bolsa negra sacra
Le bajó las indulgencias.
Porque hasta cuando nos dura
Señores la penitencia
Caramba y sambalacosa
¡Qué viva toda la ciencia!
¡Qué viva toda la ciencia!
Que he sacado con quererte
¿Qué he sacado con la luna
que los dos miramos juntos?
¿Qué he sacado con los nombres
estampados en el muro?
Como cambia el calendario,
cambia todo en este mundo.
¿Qué he sacado con el lirio
que plantamos en el patio?
No era uno el que plantaba,
eran dos enamorados.
Hortelano, tu plantío
con el tiempo no ha cambiado.
¿Qué he sacado con la sombra
del aromo por testigo,
y los cuatro pies marcados
en la orilla del camino?
¿Qué he sacado con quererte,
clavelito florecido?
Aquí está la misma luna
y en el patio el blanco lirio,
los dos nombres en el muro
y tu rastro en el camino.
Pero tú, palomo ingrato
ya no arrullas en mi nido.
Maldigo del alto cielo
Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno
porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos
del tiempo con sus bochornos,
cuánto será mi dolor.
Maldigo la cordillera
de los Andes y la Costa,
maldigo, señor, la angosta
y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra,
lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo está muerto
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso,
cuánto será mi dolor.
Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del otoño el color
yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto.
Maldigo el invierno entero
con el verano embustero,
maldigo profano y santo,
cuánto será mi dolor.
Maldigo a la solitaria
figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema
la Venus y la Araucaria
el trino de la canaria,
el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas,
cuánto será mi dolor.
Maldigo luna y paisaje,
los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto
y el vivo de rey a paje,
el ave con su plumaje
yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías
porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor
con toda su porquería,
cuánto será mi dolor.
Maldigo por fin lo blanco,
lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos,
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando;
lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero,
cuánto será mi dolor.
Volver a los 17
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente,
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.
Mi paso retrocedido
cuando el de ustedes avanza,
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido,
con todo su colorido
se ha paseado por mis venas
y hasta la dura cadena
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.
Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento,
todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias,
solo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.
El amor es torbellino
de pureza original,
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.
De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana,
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín.