Suplementos Armando Manzanero

“Soy un cantante del carajo… pero para mal”

El crítico de música español Israel Viana se aproxima a toda la inmensidad de un género menor, el bolero, en uno de sus mayores creadores.

A mediados de los 80, Gabriel García Márquez reveló que se había pasado un año encerrado en varios estudios de grabación y bares junto a Armando Manzanero (Ticul, México, 1934), intentando escribir un bolero. El premio Nobel de Literatura no fue capaz, según reconoció: “Es lo más difícil que hay. Poder sintetizar en las cinco o seis líneas de un bolero todo lo que un bolero encierra es una verdadera proeza literaria. Manzanero llegó a decirme que escribiera el argumento y él lo sintetizaba, pero lo que yo quería era escribir la letra completa de uno.”

El responsable de obras maestras como Cien años de soledad (1967) y Crónica de una muerte anunciada (1981), quizá frustrado ante tamaña tarea, llegó a calificar al cantante y pianista como “uno de los más grandes poetas actuales de la lengua castellana”. No era una chanza, lo pensaba de veras, aunque aquella declaración le costara la amistad de algunos “escritores sin sentido del humor” que veían en sus palabras una afrenta a la profesión. “Y eso que yo no me considero un cantante de boleros –subraya Manzanero–. ¡Mire usted! La música está hecha antes en el corazón, que es por donde le entra a uno primero. Luego algunos son capaces de desarrollarla y otros se quedan con ella dentro.”

Él aprendió pronto, desde la misma cuna. “Toda mi familia se dedicaba a la música. Empecé a estudiar con ocho años en la escuela de Bellas Artes de Mérida y con 12 a tocar profesionalmente como pianista en una orquesta”, recuerda. Parecía predestinado. Su padre, Santiago, era trovador y se ganaba la vida cantando por los pueblos del Yucatán. Su madre, Juanita, y su abuela, Rita, de ascendencia maya, le inculcaron el gusto por la poesía con la que escribió aquellos boleros a los que aspiraba el Nobel de Literatura. El primero, “Nunca en el mundo”, la compuso en 1950, con 15 años, a los que siguieron otros cuatrocientos que figuras tan lejanas a su universo cultural como Frank Sinatra, Tony Bennett o el mismo Elvis Presley se empeñaron en cantar. Dicen que el “rey del rock” se quedó prendado de su canción “Somos novios” en 1970, después de que uno de sus colaboradores, el afamado compositor Sid Wayne, se la llevara inmediatamente tras escucharla por la radio en Salamanca. Aquello le reportó a Manzanero un cheque de más de $200 mil como anticipo por los derechos y, hace tres años, el honor de ser escogida por Billboard como la octava mejor canción de la historia de la música latina. Una sorpresa si no fuera porque en primera posición se situó, también, otro de sus boleros: “Esta tarde vi llover”. Junto a Carlos Gardel, fue el único que incluyó dos de sus composiciones en la clasificación de tan prestigiosa revista, por encima de Juan Luis Guerra, Shakira, Celia Cruz, Dizzy Gillespie o Joan Manuel Serrat.

En el famoso bolero, publicado en su segundo disco –“A mi amor… con mi amor” (1967)–, Manzanero concentró todo lo que había aprendido los años anteriores al lado de maestros como el tenor Pedro Vargas, el compositor romántico Luis Demetrio o el mítico cantante chileno Lucho Gatica. “Trata sobre la ausencia. Lo escribí un día que, después de cobrar por unos arreglos musicales, quise llevar a mi familia a comer. Como ellos no podían, llamé a uno de mis mejores amigos, que tampoco pudo porque estaba reunido precisamente con José Alfredo Jiménez. Al final me fui yo solo y, cuando estaba sentado en el restaurante, empezó a caer un aguacero. Era extraño, porque en octubre se supone que las lluvias han terminado. Entonces me puse a cantar y se me ocurrió la letra: “Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú”, cuenta sobre aquella canción que le abrió las puertas de la fama internacional y por la que fue bautizado ya entonces como “el compositor romántico por excelencia”.

El pianista comenzaba su carrera precisamente en los años en los que el bolero estaba poniendo fin a su época de esplendor (1935-1965). Eran los años de las dictaduras militares, pero también de las espléndidas orquestas tropicales y de los arreglos sinfónicos con los que Manzanero había crecido. Un año después, en 1968, vino a España por primera vez con su balada “Adoro”, para actuar en una sala de fiestas del retiro madrileño, en un programa de variedades de TVE y en el Festival de la Canción de la Costa del Sol, en Málaga. El diario ABC le dedicó una página entera en la que era descrito como “pequeño de estatura, pero indiscutible coloso de la canción melódica”. A esta canción le siguió un torrente de éxitos –“Contigo aprendí”, “Voy a apagar la luz”, “Esperaré”, “Sabrás que te quiero”, “Como yo te amé”– en los que el pianista abordaba las más variadas facetas del amor. “Algunos quisieron tachar todas esas baladas de cursis, pero pueden decir lo que les de la cabrona gana. Yo lo respeto todo. Es cierto que cuando uno se enamora se vuelve un poco cursi, pero estar enamorado es una bendición y ser cursi por esa razón, también”, defiende orgulloso.

El tiempo le ha dado la razón, porque a lo largo de las décadas otras estrellas como Elis Regina, Chavela Vargas, Raphael, Pablo Milanés, Julio Iglesias, Roberto Carlos, Luis Miguel, Andrea Bocelli, Alejandro Sanz o Christina Aguilera, por citar algunos, han querido versionar sus “cursilerías”. La recientemente fallecida María Dolores Pradera quiso que cantara con ella “Esta tarde vi llover”, que incluyó en su último disco. “No es que sienta que me estoy quedando solo, pero sí creo que al bolero le hacen falta intérpretes… muchos. Ahora sus éxitos no son tan grandes, pero nunca va a desaparecer. Toda pareja de enamorados necesitará siempre un bolero para poder dialogar entre ellos”.

Por eso, Armando Manzanero sigue levantándose cada día a las 4:30 a.m. o 5:00 a.m., cuando las giras se lo permiten, para escribir nuevas canciones. “Necesito estar tranquilo en casa… o en un vuelo de 18 horas. Ese es el lugar con más paz para componer. Le dedico unas cuatro horas diarias y porque tengo muchos compromisos que atender. Entre ellos, uno que todavía me gusta mucho: el de hombre. Es decir, llevar a mi mujer a pasear, a comer, de viaje”, asegura el cantante de 83 años, que en 2014 se convirtió en el primer mexicano de la historia en recibir el Grammy Honorífico a toda su trayectoria musical. Lo hizo junto a los Beatles. “¡Y eso que yo me considero un cantante del carajo! Pero para mal. A mí me habría gustado cantar mucho mejor, como Plácido Domingo”, lamenta.

Tomado de ABC cultural.

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