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Simone Weil, el gran espíritu de Europa

Cuando Simone Weil murió en Ashford (Inglaterra) tenía 34 años.

Cuando Simone Weil murió en Ashford (Inglaterra) tenía 34 años. Al día de hoy la editorial Gallimard lleva publicados unos 16 volúmenes de su Obra Completa. Eso que ella siempre se acusó de perezosa. Esto nos da idea de su capacidad creadora en una vida que no solo estuvo dedicada al estudio, sino también a la acción política. Nacida en París en el seno de una familia judía laica, estudió en el Liceo Henry IV donde tuvo de profesor a Alain (Emile Chartier). Luego pasó a la Escuela Normal Superior de París. Tenía 19 años y sus notas fueron superiores a las de Simone de Beauvoir quien, años después, dijo de ella que era una mujer inteligente y audaz. En 1930, Weil viajó a Alemania y, todo lo que escribió, fue premonitorio.

Como profesora en los Liceos no permanecía en ellos durante mucho tiempo pues apoyaba todas las manifestaciones obreras y era partidaria de una docencia heterodoxa. De 1934 al 35 se proletarizó trabajando en algunas de las más grandes empresas francesas. Participó en la huelga general de 1936 y también trabajó de campesina en Marsella. Estuvo en la Guerra Civil española en la columna Durruti con los anarquistas, era antiestalinista. Durante ese tiempo convulso trabajó en Barcelona en la prensa. Sus fotos con el mono de la CNT y un arma al hombro, contrastan con su pacifismo y admiración a Gandhi. Siempre muy cercana al catolicismo (está enterrada en la parte católica del cementerio de Ashford), aunque contraria a su ortodoxia y a la concepción tomista de la fe, parece ser que antes de morir pidió el bautismo. Tampoco se sabe, a ciencia cierta, si falleció de tuberculosis o de una prolongada huelga de hambre contra la guerra. El caso es que abandonó EE.UU. en donde se había refugiado su familia, para regresar a Europa y colaborar con los aliados.

Contacto con la desdicha

Simone Weil, como toda joven, estuvo llena de contradicciones creadoras, por ejemplo, sus conflictos entre el trabajo intelectual y el manual al que siempre defendió. También en sus escritos cristianos heterodoxos promovió un proyecto de reconciliación entre esta tradición religiosa y la modernidad. Muchos de sus libros hablan sobre esto. De hecho su legado, aparte de por su familia, fue custodiado y dado a la luz por Albert Camus «El único gran espíritu de nuestro tiempo», así la calificó el Premio Nobel; y el padre Perrin.

A este sacerdote le escribió desde Portugal «El contacto con la desdicha ha matado mi juventud». Weil ensalzó la mística cristiana y no paró de ahondar en su búsqueda a través de su saber, su autenticidad, su lucidez espiritual y su honestidad que rayaba en la enfermedad. Y siempre buscó también un orden social más justo, pues denunció la esclavitud a la que estaban sometidas las clases proletarias urbanas y campesinas. Un nuevo orden social en el cual las necesidades del espíritu y del cuerpo estuvieran protegidas. La levedad y la gravedad son dos elementos cruciales en su obra filosófica. La primera es la luz sobrenatural y la gracia que refleja e ilumina a la segunda, la materia. Weil se refería a una unión mística con un Dios, por encima de todas las creencias, que era la garantía de que el bien supremo prevalecería sobre el mal.

El bien triunfa

El bien era inmutable para ella, eterno e infinito; mientras que el mal era algo temporal y circunstancial que nos conducía a un gran vacío. El bien siempre triunfaba y, en realidad, ese triunfo era la propia resurrección. Weil es siempre optimista y se rige por la esperanza que, finalmente, desterrará al pesimismo, una parte de ese mal. Para la filósofa francesa, Cristo era el mejor símbolo de quien se ofrece por la salvación de la Humanidad; y su propia muerte, la de ella, fue un reflejo de esto mismo, un sacrificio. Weil lo amaba todo. Camus destacó su entrega al conocimiento y su amor y solidaridad con los demás.

En Primeros escritos filosóficos (edición de Emilia Bea) se reúnen textos inéditos en español pertenecientes al Tomo I de las Obras Completas. Redactados entre 1925 y 1931, cuando ella estaba entre los 16 y 22 años. Alain, el filósofo y profesor, instigaba a sus alumnos a leer tanto filosofía como literatura. Para él la cultura era una condición esencial en una sociedad democrática. Quizás por este motivo el presente volumen se abra, en su primera parte titulada En la clase de Alain, con comentarios sobre los hermanos Grim, Stendhal o Vigni. Entre los otros muy variados asuntos de este libro, se habla del sacrificio humano por los demás; sobre el espíritu y la materia; sobre la correcta percepción del mundo; sobre la función de la ciencia, la matemática y el desarrollo tecnológico; sobre la necesaria relación directa con Dios sin intermediarios; sus acuerdos y posteriores discrepancias con Descartes debido a que Weil desconfió, cada vez más, de la idea de progreso; las diferentes manifestaciones de lo sagrado… Leyendo a Weil aún podemos seguir creyendo en la Humanidad.

Tomado de ABC Cultural

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