Miguel Hernández es una de las grandes figuras de las poesía española del siglo XX. Poeta y dramaturgo campesino, conjugó su obra de intenso lirismo y compromiso social con una vida de humanismo ejemplar que fue martirizada por la represión franquista. Murió en la madrugada del 28 de marzo de 1942 en la cárcel de Alicante. A 75 años de su conmovedora muerte juvenil, su voz amorosa ronda a la entrada de las aldeas y el umbral de las ventanas.
Algunos de sus poemas son sentencias, solemnes juramentos: “Para la libertad sangro lucho pervivo”, otros son de pasión sobrecogedora: “Hundo en tu boca mi vida,/oigo rumores de espacios,/y el infinito parece/ que sobre mí se ha volcado./ He de volverte a besar,/ he de volver, hundo, caigo,/ mientras descienden los siglos/ hacia los hondos barrancos/ como una febril nevada/ de besos y enamorados.”
El joven poeta, pastor de Orihuela, que llegó a Madrid con 20 años con hambre de comerse el mundo y de rumiar poesía, gravaría con su palabra una huella indeleble en las letras españolas del siglo XX.
Miguel Hernández Gilabert, era un muchacho lleno de entusiasmo, con una vitalidad intensa, con la misma que había devorado a los poetas clásicos y los del Siglo de Oro que el cura Luis Almarcha, de su pueblo, le había puesto al alcance, así como los de la biblioteca pública. Estudió hasta los 15 años en un colegio de jesuitas. Su pasión se repartía entre sus lecturas y su amor por el campo. Su padre no quiso que continuara estudiando y, siendo el segundo varón junto a sus cinco hermanas, se dedicó a trabajar en la granja de pastoreo de cabras de la familia.
Con otros amigos, incluido Ramón Sijé, a quien luego dedicaría su famosa Elegía creó un grupo literario y decidió que su oficio sería el de escritor. Publicó algunos poemas sueltos y con uno de ellos ganó un concurso. Viajó al Madrid agitado de inicio de los años 1930, estuvo apenas unos meses pero ese tiempo confirmó su vocación literaria y abrió posibilidades a su mundo intelectual. Regresó a su pueblo pero con la convicción de que debía residir en la capital. Poco tiempo después, ya con un poemario completo y recomendaciones para trabajar regresó a Madrid y se integró con un grupo de artistas y escritores dentro los que estaban Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, quienes lo apoyaron con entusiasmo.
El joven poeta dejó ver su enorme talento y la intensidad de su palabra que impresionó incluso a Juan Ramón Jiménez, quien comentó muy favorablemente la Elegía.
Pero en julio de 1936 estalló la guerra civil y Miguel no dudo un momento para integrarse no solo al bando republicano, sino que se sumó al partido comunista.
Sus ideales de justicia social los acoge en su literatura para conjugar lo popular y la lírica de un nivel literario que solo había alcanzado el consagrado Federico García Lorca.
Miguel Hernández fue comisario político del partido en la guerra civil, integró las tropas y fue al frente de guerra. El 9 de marzo de 1937 se casó con su novia de toda la vida Josefina Manresa.
Su espíritu jovial y si convicción política lo hicieron mantener la esperanza mientras los republicanos eran derrotados en la guerra civil.
Por el riesgo que corría, el poeta decide huir a Portugal, pero es detenido por la policía portuguesa de Moura el 9 de mayo de 1939 y entregado a las autoridades españolas franquistas en Rosal de la Frontera (Huelva).
Luego de cuatro meses de prisión y sin ser procesado, gracias a la intervención de varios amigos se logra que liberen a Miguel Hernández. Pero no alcanza a salir del país y es nuevamente capturado. Se le realiza un proceso sumarísimo tras el cual lo condenan a pena de muerte.
Nuevamente la intervención de algunos amigos logra que conmuten la pena a 30 años de cárcel. Así empieza la pesadilla de sus últimos días.
Tres años de periplo por las cárceles del franquismo, encerrado en mazmorras, torturado, mal alimentado y sin asistencia a su salud quebrantada, lo consumieron de manera lenta y cruel. Durante aquellos años escribe uno de sus más intensos y hermosos poemarios: Cancionero y romancero de ausencias. Poemas como Menos tu vientre, Nanas de la cebolla o La boca, dan cuenta del gran dolor que le produce estar lejos de su esposa Josefina Manresa y de su hijo Manuel Miguel, recién nacido.
Miguel Hernández apenas tiene 31 años cuando el tifus y la tuberculosis lo consumen el 28 de marzo de 1942 en la cárcel de Alicante. Como una de las voces mayores de la poesía española del siglo XX, volvemos a sus poemas para recordarlo, porque recordarlo es un deber de amor, como dijo Pablo Neruda.
Aquí adjuntamos una conmovedora carta a su esposa que revela la personalidad y sentimiento de Miguel Hernández, un bello cuento escrito a su hijo Manolillo y algunos poemas.