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Rodolfo Walsh, el periodismo puro

En el 40 aniversario del asesinato del escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh por un cuerpo de tareas de la Junta Militar argentina

En el 40 aniversario del asesinato del escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh por un cuerpo de tareas de la Junta Militar argentina en marzo de 1977, y en el 60 aniversario de la publicación de Operación Masacre la novela testimonial o sin ficción pionera en el nuevo periodismo, recodamos su figura emblemática y reproducimos un hermoso artículo de la periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska.

Rodolfo Walsh, de ascendencia irlandesa, nació en un remoto pueblito de Río Negro, un 9 de enero de 1927. Su familia conservadora lo envió a educarse en una escuela de monjas irlandesas y luego a colegio de curas también de esa nacionalidad. De esa severa educación católica aprendió dos cosas que marcaron su trabajo literario: un dominio total y profundo de la lengua inglesa y una estricta disciplina, que nunca logró escamotear del todo detrás de su enorme ternura y sensibilidad hacia el dolor ajeno.

El idioma inglés le dio posibilidad de trabajo como traductor luego de que abandonó los estudios de Letras en la universidad, pero además definió su interés por un estilo directo, lacónico, eficaz, que lo empató con la literatura policial, género en el que publicó sus primeros cuentos Variaciones en rojo, en 1953. También hacía trabajo de corrector de pruebas, y editor en algunas revistas pues era minucioso y exigente.

Aunque su interés era más por la literatura que por el periodismo, siempre recordaba la forma en que una frase le cambió la vocación y la vida.

Tras un intento de levantamiento contra el gobierno de facto que derrocó a Juan Domingo Perón en setiembre de 1955, varios civiles fueron fusilados extrajudicialmente al lado de una carretera. Varios meses después, mientras estaba en un bar, un hombre se acercó a Walsh y le dijo: “Hay un fusilado que vive.”

Rodolfo Walsh recordaría esa expresión como proverbial, pues no solo revelaba una denuncia noticiosa, sino que estilísticamente sería la piedra angular de su propia escritura.

Entonces no solo habló con el sobreviviente, sino que desarrolló una investigación extensa e intensa, cargada de denuncia, pero también de compromiso y sentido humano, con un estilo vertiginoso y verosímil que se convertiría en su primera novela: Operación masacre.

Ese texto no solo definió su vida como periodista, sino que constituyó la primera obra de lo que luego se llamaría novela sin ficción o nuevo periodismo, del que Walsh fue pionero diez años antes de que el estadunidense Truman Capote publicara la obra que se considera iniciadora del género: A sangre fría.

Estilo periodístico y el literario se mezclaron para darle a Walsh el lenguaje que necesitaba para escribir un periodismo de denuncia, decididamente comprometido, con capacidad de atrapar al lector y lanzarlo por el vértigo de los acontecimientos.

En junio de 1959, se fundó en Cuba la agencia internacional de noticias Prensa Latina, dirigida por el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti,  junto con colegas y compatriotas Rodolfo WalshRogelio García Lupo, los colombianos Plinio Apuleyo y Gabriel García Márquez,  y el uruguayo Carlos María Gutiérrez, entre otros. Esta agencia rápidamente entró en competencia con las grandes cadenas internacionales y estableció corresponsalías en 26 países.

Walsh era el encargado de Especiales, sección que incluía artículos que se podrían salir del estricto estilo noticioso de agencia y cuyos temas podían ser inactuales. Algunos de los colaboradores de aquella sección fueron Jean Paul Sartre y Miguel Ángel Asturias.

Pero además en esos años en La Habana, Walsh vivió una experiencia insólita que, tiempo después, revelaría su compañero Gabriel García Márquez.

Como trabajador irredento, Walsh pasaba revisando rollos de cables de otras agencias noticiosas. Un día, encontró entre ellos uno confuso y evidentemente cifrado. Auxiliado por manuales de criptografía pasó varias noches descifrando el contenido para enterarse que se trataba de un mensaje enviado por un agente de la CIA en Guatemala a sus jefes en Estados Unidos en el cual se daba detalles de la invasión que se estaba preparando contra Cuba por Bahía Cochinos.

Luego Walsh regresó a Argentina donde desarrolló una nueva investigación que culminó con el libro ¿Quién mató a Rosendo? (1969) sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García.

El compromiso político lo llevó a sumarse en 1973 al movimiento revolucionario Montoneros. Entonces creó el diario Noticias junto a sus amigos Horacio VerbitskyMiguel Bonasso, Paco Urondo, y Juan Gelman.

El 24 de marzo de 1976,  el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla desató una cruenta persecución que impuso el terror. Ante esa situación y ya en la clandestinidad, crearno la  Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). Desde ahí denunciaban lo que estaba ocurriendo y lo dirigían a líderes de opinión, embajadas, medios de comunicación y personas en general a las que se les pedía que lo reprodujeran y transmitieran.

Era periodismo puro desarrollando el poder de la palabra en la que Walsh siempre creyó.

Con las informaciones pasaban una leyenda que decía:

“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información.”

El 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año de la dictadura, Rodolfo Walsh escribió su famosa Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar logró enviarla por correo a algunos medios de comunicación. Pero al día siguiente sufrió una emboscada en una cita a la que se contraparte no llegó. Acribillado a balazos de ametralladora mientras intentó defenderse con una pistola calibre 22 con la que hirió a uno de sus atacantes, Rodolfo Walsh fue levantado aún con vida por sus captores y su cuerpo trasladado a la siniestra Escuela de Mécanica de la Armada (ESMA), donde llegó ya sin vida. Sin embargo los militares decidieron desaparecer su cadáver.

Asesinado por la barbarie que acude a la sombra para esconder sus crímenes y sus maquinaciones, Rodolfo Walsh murió  “fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.”

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