Los Libros

Revisitando a Mario Vargas Llosa

He leído las novelas de Mario Vargas Llosa, desde La ciudad y los perros, “Los cachorros” y cuando le otorgaron el Premio Internacional Rómulo Gallegos por su novela La casa verde, que me gustó mucho por su técnica, cambio de narradores, situaciones, lo que Vargas Llosa llamó “telescopía de voces”, cruzadas entre personajes lejanos y cercanos, así enlaza voces en Conversación en la catedral, que también admiro.

Todas las novelas las he leído: su prosa fluida como río caudaloso y lenguaje eficaz, deslumbrante, frases tajantes, sinuosas, con voces locuaces y humorescas; el militar que encuentra los escritos o novelitas en el dormitorio de sus alumnos; la “historia del Jijuno y la Jijuna”, en La ciudad y los perros, me hizo reír, pese a su vez que es realista y detallado en relatar la muerte del cadete por el jaguar durante ejercicios militares.

También son interesantes cuando describe los encuentros amorosos de los jóvenes con sus amadas, echa un poco de romanticismo de la novela rosa, y va entrelazando el argumento, las acciones y su estilo ágil, a veces forzado para darle cierta velocidad a lo que cuenta con verosimilitud y la dosis de adjetivos muy bien distribuidos.

Todo esto es de gran acontecimiento en todas sus novelas. De las acciones inusitadas que en mayor énfasis encontré en Conversación en la catedral, aquí destaco que es posible aunar el juego estético con acciones, movimientos eróticos de sus personajes, la “Queca” con sus desvaríos amorosos son episodios memorables, algo de esto le servirá en Los cuadernos de don Rigoberto, y sus trajines eróticos exacerbados.

Y a lo largo de sus otras novelas hay otras formas de aparecer personajes raros y ya ambiciosos, es cuando sus vidas son retratadas en la sociedad peruana. Es un retrato de todos los estratos sociales del Perú desde los años 40 hasta la actualidad. En otro aspecto, me gustó mucho La tía Julia y el escribidor, allí creo hay rasgos evidentes de que el hito autobiográfico se ciñe al relato de la tía Julia y su sobrino (Vargas Llosa) en la relación que se establece en ambos personajes, acalorada y vivísima relación contada desde un “yo” personal.

Por supuesto en todas sus novelas enlaza con la misión de su creador, la omnisciencia de un creador que todo conoce, incluso los sueños y anticipaciones de la muerte. Así lo había narrado en lo que llama “la invención” en el libro Historia de un deicidio, dedicado a García Márquez, estudio intenso y extenso que desmonta y arma los mecanismos de Cien años de soledad y luego, en otros libros, buscará esclarecer la índole de la ficción y sus avatares; es largo el camino a la invención de la realidad, el manejo del espacio y tiempo novelescos. Sus técnicas y recursos hacen al autor hasta inmiscuirse entre personajes y tramas, así reivindica a los autores de novelas.

Señalo esto para ubicar a los autores del llamado Boom, lo imaginé hace algunos años como un tren al que muchos deseaban subir y ser famosos internacionalmente, como García Márquez, Carlos Fuentes y Vargas Llosa, que ya han pasado a mejor vida. Muchos otros autores en esa apertura editorial fueron publicando novelas, lograron ser reconocidos y publicitados, Salvador Garmendia, José Donoso, David Viñas, Sergio Ramírez, sin olvidar a Juan Rulfo y Alejo Carpentier, José Lezama Lima y muchos argentinos más y otros mexicanos.

Y aquí en particular me interesó la novela Tiempo recios, su autor muestra las facetas y desventuras de un personaje militar, Carlos Castillo Armas, y su acólito Abbes García se dice aquí que es retrato fiel de un verdugo y vengador del expresidente. He revisado la historia de Guatemala y Castillo Armas no lo mencionan, pues en la novela dice su narrador que lo aclamaron en Estados Unidos y ovacionaron como hombre victorioso y combatiente del comunismo. Acierta aquí el autor con la era del macartismo que persiguió hasta a Marilyn Monroe, ícono del cine en la biografía con fotos de Norman Mailer.

Es interesante saber que Vargas Llosa dice en un prefacio de su novela que fue varias veces a la Cuba de Fidel Castro, invitado por Casa de las Américas y allí exaltó los logros de la Revolución Cubana y defendió los méritos por Europa y Latinoamérica. Estos contrastes vienen a criterio, pues se cuestiona si el comunismo y la democracia conviven exitosamente.

Vargas Llosa posteriormente renunció a regresar a Cuba y según las malas lenguas se volvió anticomunista y se hizo demócrata. Se mencionan seguidamente los dictadores que prevalecen en la memoria de la dictadura que tanto daño produjo a lo largo de los años, “Papa Doc” Duvalier en Haití, Leónidas Trujillo en Santo Domingo (transcurre buena parte este personaje y las peripecias de Addes García), A. Somoza en Nicaragua, Ubico, Tiburcio Carías en Honduras, Perón en Argentina y otros más. Cabe aquí mencionar que así se creaban las novelas del dictador, con alarde de su prosa crucialmente lo hace García Márquez en El otoño del Patriarca y Vargas Llosa en La fiesta del chivo. Algunos críticos del comunismo en América Latina destacan la intervención de Estados Unidos en Latinoamérica y sus intereses económicos; empero, el tema es la dictadura contra el comunismo. En la novela se destaca la reforma agraria en el gobierno de Jacobo Árbenz que al fin se ve forzado a renunciar a su presidencia y se supone da cabida a Ydígoras Fuentes, títere de los Estados Unidos y gracias a los esfuerzos de los latifundistas y demócratas en Guatemala (como llamó a una pintura en la Bienal Centroamericana, cuyo jurado fueron Marta Traba y Fernando de Szyszlo, la pintura tuvo nombre “Guatebala”), los sucesos y acciones que se muestran en la novela Tiempos recios son destacados, dando a la ficción una meritoria función. La novela me parece interesante por sus logros en mostrar las peripecias de Árbenz y sus antagonistas.

 

 

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