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El regreso de Michel Foucault

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Aunque es frecuente en el pensamiento crítico occidental considerar que a la iglesia corresponden los mecanismos de represión y control de la sexualidad moderna, mientras que en las sociedades paganas se permitía mayor libertad, lo cierto es que los ejercicios disciplinares de control del cuerpo existen desde la Antigüedad. Michel Foucault, en su Historia de la sexualidad se interesó por descifrar la conformación y aplicación de los discursos mediante los cuales se establece la normativa con la que se controlan los cuerpos en la cultura occidental.

Como filósofo e historiador, Foucault se interesó por decodificar algunos conceptos y las prácticas que de ellos se desprenden, que a la vez determinan muchas de las relaciones de poder en la sociedad occidental.

A partir del concepto de genealogía de Nietzsche, indaga en el estudio de algunas ideas tomadas como verdades para descubrir su formulación y aplicación.

Después de dedicarle buena parte de sus estudios a sistemas de control, como las cárceles, los hospitales psiquiátricos y las normas de salubridad, en sus últimos años se concentró en indagar el mecanismo de control quizás más exitoso: la sexualidad.

En una nota, Foucault indicaba que “su propósito no era, desde el principio, reconstruir la historia de las conductas y de las prácticas sexuales, ni de analizar las ideas (científicas, religiosas o filosóficas) a través de las que se han representado dichos comportamientos, sino comprender cómo, en las sociedades occidentales, se había constituido algo como una ‘experiencia’ de la ‘sexualidad’, noción familiar, y que sin embargo no aparece apenas antes del siglo XIX”. En tal hoja anunciaba la genealogía del sujeto deseante… volviendo la vista atrás, con el propósito de hallar los momentos en los que la sexualidad se convirtió en “el sismógrafo de nuestra subjetividad”.

Culpa

El asumir los mecanismos y discursos para controlar el uso del cuerpo es una decisión política de los Padres Fundadores de la Iglesia, cuya eficacia ya estaba demostrada desde la Antigüedad.

La iglesia cristiana logró instituir la culpa como una forma muy eficaz de control sobre sus seguidores. Mediante la culpa, el sujeto ejerce el control disciplinar sobre sí mismo, sin que se requiera otra forma de vigilancia más que el reporte periódico de la confesión.

La culpa, que podría tener un origen en el discurso ético y moral, fue retomada por la iglesia en relación con una de las conductas esenciales de la vida: el deseo.

Así, si los deseos se asocian con la incontinencia y la culpa y, a la vez, son irreprimibles por naturaleza, tenemos a un sujeto en culpa permanente.

La normativa preparada y descrita en los pensadores de la Antigüedad y ya estudiada por Foucault en textos anteriores, denominada aphrodisia, es adecuada por los Padres Fundadores de la Iglesia a la doctrina cristiana de control sobre los deseos de la carne.

Continencia y consentimiento

“Es necesario entender por qué alguien acepta un determinado código, con qué finalidad, a través de qué prácticas se vincula con él. Según el vocabulario de Foucault, las formas de sujeción, la teleología y las formas del trabajo ético son tanto o más relevantes que el código. No es lo mismo, por ejemplo, controlar los propios placeres y moderarlos porque el dominio sobre sí mismo, el gobierno que se ejerce sobre sí mismo, es un requisito para gobernar a los otros en este mundo, que hacerlo porque se quiere alcanzar la vida eterna que ha sido prometida en otro mundo. Por ello, a pesar de la continuidad relativa de los códigos, se trata de experiencias diferentes. Aphrodisia, carne y sexualidad no son sinónimos. Las confesiones de la carne se ocupa de describir la especificidad de la experiencia cristiana de la carne, mostrando cómo se formó a partir de la transformación de los aphrodisia y cómo hizo posible la experiencia moderna de la sexualidad”, explica Edgardo Castro, doctor en Filosofía y autor de Diccionario Foucault.

El proceso de adecuación de esos códigos a partir de intereses distintos permite mostrar el uso de la experiencia corporal como objetivo de control del sujeto.

“Clemente es el primero en elaborar todo un régimen de actos sexuales que no se establece, como sucede con los aphrodisia, en función de la sabiduría y de la salud individual, sino, sobre todo, desde el punto de vista de las reglas intrínsecas del matrimonio. Pero será necesario esperar a Agustín para que se constituya esa experiencia de la carne, en la que tanto el conocimiento como la transformación de sí mismo requieren de la manifestación de la verdad, la verbalización del propio deseo, y de la lucha contra el mal que corrompe nuestra naturaleza a partir del pecado de los orígenes. Tanto en Clemente como en Agustín nos encontramos con la matrimonialización del deseo legítimo; pero solo con Agustín tiene lugar la libidinización de todo deseo. Agustín, en efecto, llama libido al deseo cuya naturaleza ha sido modificada por el pecado original y ya no responde a la voluntad del hombre”, agrega Castro.

Las ideas de continencia y consentimiento entendidas como capacidad de ajustarse a la norma y obedecer a ella, adquieren otro matiz de significación cuando se piensan desde la voluntad y el cuidado de sí.

Para Daniel Borrillo, investigador argentino en derecho de la sexualidad, y profesor en la Universidad de Nanterre, Francia: “Lo que le interesa a Foucault es que inclusive en la Antigüedad se consideraba que era necesario regular esas cuestiones porque eran fuerzas del ser humano que se podían convertir en fuerzas contrarias al propio ser humano. Lo que muestra Foucault, sobre todo en un texto de San Agustín, es que esta fuerza, la fuerza del deseo, es algo que en el fondo es un poco una bronca contra Dios y eso lo dice claramente San Agustín cuando habla de la erección. El siente que esta erección es como una revuelta hacia Dios”.

Este texto era necesario en la ambiciosa Historia de la sexualidad, que le tomó cerca de diez años de investigación a Foucault: “es el puente entre el mundo antiguo y el mundo moderno. Es la continuidad de lo que Foucault llama el ‘juego complejo de las relaciones de poder’: favorecer, prohibir, potencializar…Lo que llama la ‘tecnología política’, que pasa por la sexualidad, la carne”, según Borrillo.

La edición

Luego de que hace cinco años el Estado francés compró el archivo de la obra completa de Foucault, se sabía de la existencia del manuscrito y los editores y herederos discutieron la posibilidad de su publicación.

El primer inconveniente consistía en respetar la voluntad explícita de autor, quien en su testamento pidió que no se publicaran obras póstumas. El segundo era que el texto, aunque completo, no fue dado por su autor a publicar y era conocida la inclinación de Foucault a revisar y corregir sus borradores.

El filósofo y editor Frédéric Gros, después de muchos análisis consideró que el texto, como estaba, era susceptible de ser publicado y comprendido debidamente dentro del conjunto de la investigación llamada en su conjunto Historia de la sexualidad, incluso que era necesario para una mejor comprensión de esta.

Por otra parte, se consideró que el texto se publicaría tal y como lo dejó su autor, sin notas, ni correcciones o interpretaciones.

Frédéric Gros, explica: “La voluntad de Michel Foucault era ciertamente publicar Las confesiones de la carne. La prueba: deja en 1982 en ediciones Gallimard un texto completo en forma de manuscrito, que luego corrige, parcialmente, y entrega mecanografiado. Pues no se trata de un texto que habría renunciado a publicar. Simplemente, decidió preceder a esta publicación con un libro sobre la experiencia sexual entre los antiguos. La escritura de lo que se convertirá en El uso de los placeres y El cuidado de sí le llevó dos años, y la muerte lo sorprendió antes de terminar de corregir el libro sobre la experiencia cristiana de la carne. Los familiares, propietarios de los derechos, consideraron que como el manuscrito formaba parte del fondo de la Biblioteca Nacional de Francia, había llegado el momento de proponer una publicación.

La edición que ofrece Gallimard consta de 400 páginas, divididas en tres secciones. La primera explica el concepto de aphrodisia, que ya había tratado Foucault anteriormente y que se utilizó en la Antigüedad; la segunda el de carne, que es el que introduce el cristianismo al asumir las tesis antiguas sobre el comportamiento sexual; y, finalmente,  tercero expone el de sexualidad, que se desarrolla en la modernidad, aunque es nombrado así solamente hasta el siglo XIX.

Las siguientes dos secciones analizan las institucionalidad de la normas o regulaciones del comportamiento sexual según los Padres Fundadores de la Iglesia, como Clemente, Tertuliano, Ambrosio y, principalmente, Agustín de Hipona.

Este libro aún no tiene una versión en castellano, pero el gran interés que ha suscitado hace suponer que pronto estará en nuestras librerías.

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