Los Libros

Puentes profusos sobre paisajes de palabras

Puentes Kristy Barrantes Brais Cuento Ediciones Perro Azul 2022 140 págs.

Se dice que un puente debe tener, al menos, dos extremos. Los cuentos que Kristy Barrantes nos presenta, en este su primer libro, son puentes de múltiples direcciones, de diversas orillas, de inmensas posibilidades, que prometen un retorno. Los puentes siempre están elevados por encima de la superficie, lo que permite una visión distinta del paisaje y una reflexión ineludible sobre hacia dónde vamos.

Como la imagen de un puente ofrece tantas posibilidades a la imaginación, así esta autora nos propone un viaje de lectura como una forma comprometida de compartir la vida.

Estos relatos son puentes que empezaron a construirse a partir de la lectura de algún poema, de manera que la autora hace una referencia, a manera de epígrafe, de versos que le provocaron o están esencialmente relacionados con cada relato.

Al final del libro, transcribe completos los poemas citados, como una forma de proponer a quien lee llegar a esa otra orilla donde, de alguna forma, para la autora, se originó la historia.

Los 14 cuentos que integran este libro conforman un bufé para degustadores avezados que puedan disfrutar “un volumen de narraciones escritas por una poeta y cuentista natural, lúcida y dueña de un asombroso oficio y también un álbum de las presencias que han de haber, sin duda comunicado a su autora el vivo estímulo de la creación”, como dice Alfredo Trejos en la contratapa.

Con un cuidado de filigrana, construye imágenes de rico valor literario, como esta en que un hosco zapatero se descubre clavado de amor en un instante:

“Moño frondoso, brazos robustos, manos que sostienen las zapatillas cansadas de nueva patrona. Sonrisa profunda, ojos chispeantes, voz cantarina. Delantal blanco con tres flores grandes, hijas de pinceles y manos cariñosas. Roja al centro, la reina; amarilla mantequilla la de la izquierda; y a la derecha, la más coqueta, anaranjada con una cresta rojo tarde fuego en el borde de los pétalos.

—Gracias. Sí, son claveles”. (pág. 13)

A veces los personajes hablan con una sinceridad desconcertante:

“Esperaba más. Una disculpa, una promesa, un atisbo de futuro. No solo unos versos tristes”. O conjuga una emoción capturándola en un trazo de cotidianidad: “Prendió la llama que haría bailar el agua y enternecer los tallarines”. (pág. 92)

Está claro que estos cuentos son trabajados con respeto al lector y devoción a la palabra.

Pero también con un buen acervo de recuerdos, de atinada observación de personajes muy costarricenses que retrata con trazos de retrato realista.

“Nacho Peralta era boyero. En realidad era jornalero, carpintero a medio hacer, hábil cocinero de chicharrones y frito, experto reparador de cercas y carreteras, comerciante ocasional de especies avícolas y porcinas; hijo menor de Máximo Peralta, boyero”. (pág. 55)

“En algún momento, entre los temporales de octubre y los alisios de noviembre, volvió a cantar el gallo de su entusiasmo”. (pág. 62)

Estos puentes nos ofrecen la posibilidad de contemplar desde ellos ese paisaje de gentes tan costarricenses, urbanas y rurales, con sus dramas, sus búsquedas, sus luchas, sus aspiraciones, personajes hechos de su propia historia, de su forma de hacer y de su entorno.

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