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A propósito de la novela La ruta de los héroes

Se ha dicho que el escritor costarricense, Adriano Corrales Arias, es un literato de fronteras.

Se ha dicho que el escritor costarricense, Adriano Corrales Arias, es un literato de fronteras. Y así lo distinguimos, como un poeta andariego que, constantemente, atraviesa linderos geográficos, socioculturales y literarios. Nacido al norte de Costa Rica, en Venecia de San Carlos,  siempre quiso tocar las aguas del San Juan, río que, finalmente, atravesará para ayudar a derrocar con balas a Somoza y luego, con pergaminos de poesía tica y centroamericana, fomentar una solitaria pero diversa voz.

Desde su pueblo de montaña, Marsella (Venecia, San Carlos), y sediento de conocimientos, emigra hacia Ciudad Quesada, luego a la meseta Central, para culminar en Rusia, en San Petersburgo, graduándose en Bellas Artes con énfasis en Teatro. Rico en experiencias y saberes – punto clave – se convierte en teatrista y ensayista, regresa a Costa Rica y hoy trabaja en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, con sede en San José, en donde cristaliza como profesor catedrático,  investigador, promotor de la cultura, poeta y novelista.

Su última novela, La Ruta de los Héroes, es de gran impacto pues toca un tema histórico sensible para el país: una guerra defensora, difícil, peligrosa, que resulta victoriosa para toda Centroamérica; la Guerra Nacional de 1856-57. El autor inicia la narración generando un marco escénico en donde incluye elementos que nos orientan hacia las acciones bélicas cruzadas con el tiempo y las ideas. Porque, sin duda, la novela requirió de una profusa investigación histórica y de una inmensa reflexión. El autor es consciente de que la historia tiene un curso oscuro e imposible, por eso va lanzando piedras incendiarias con audacia y sabiduría, que se pueden captar y tejer en un collar brillante. A partir del capítulo nueve la narración fluye con una rapidez que atrapa al lector hasta el final.

Se puede decir entonces que en La Ruta de los Héroes hay dos novelas imbricadas en un solo clima histórico y político. Un soldado costarricense, por azar y asignación, lleva un diario de guerra; con naturalidad y palabras cotidianas hilvana la ruta heroica de un pueblo valiente luchando con las uñas. El narrador se convierte en testigo de grandes hechos que algunos quisieron sepultar con  mentiras, barro, polvo y lluvia. Paralelamente hay una historia sediciosa que pudo ser y no fue, o será; soluciones violentas para el nudo gordiano de nuestros problemas nacionales en los años 70/80 del siglo pasado. Mismos que hoy continúan, acaso de manera aún más grave.

Un pueblo domesticado, pacífico, desea inútilmente arreglar su país con votos y no con balas. Porque en las guerras todos pierden, hasta el vencedor. Y en la Paz, mejor dicho, en la posguerra, son los pobres, los avasallados, quienes siempre pierden.

Ojalá muchas personas puedan leer y conversar con esta intensa novela.



¿Cuál es <em>La ruta de los héroes</em>?

Por Yislén Barboza Hidalgo

Este año Adriano Corrales Arias publicó una novela que trata, en parte eventos histórico-reales y en parte hechos ficticios. La ruta de los héroes relata dos líneas argumentales: por un lado, la de un soldado alajuelense que mantiene un diario en el que relata las glorias y las calamidades que lo acompañan mientras se dirige a la guerra contra William Walker, al norte del país; y por otro, una historia ambientada en la contemporaneidad, que trata sobre un grupo de jóvenes liderados por un guerrero veterano, amante de la anarquía, el comunismo, los bajos vicios y la literatura. Junto a él buscan restablecer el orden en el Gobierno costarricense.

Corrales Arias nos presenta un contraste entre los héroes. Unos en el pasado, en la Costa Rica de 1856-1857, que luchan justamente para salvar la libertad de la nación; quienes con hambre, miedos, frío e incertidumbre avanzan hasta conseguir su gloria. Los otros «héroes», en un San José más cercano a nuestra realidad, buscan su gloria por medio de una ruta oscura y delictiva, cargada de vicios y de debilidades, sin siquiera mostrar un rastro de herencia de aquel areté (ἀρετή) presente en el primer grupo de héroes.

¿Busca el autor incomodar a los lectores con preguntas morales como si estos héroes modernos realmente estuvieran peleando la justa batalla con las herramientas y el comportamiento digno de seguir por otros guerreros más jóvenes o son sus tácticas y sus vicios más bien semejantes a los del enemigo tan odiado? ¿Hay hipocresía entre los dirigentes en su actuar y pensar? Corrales Arias despliega sobre la mesa un sinfín de cuestiones dignas de analizar, como las mencionadas. Sin embargo, también critica al costarricense por la poca pasión que tiene sobre su propia historia, por las guerras ganadas y perdidas, y por la moral que sostuvo a los combatientes del 56, ya ajena en nuestros días.

Es importante destacar el proceso de creación literaria en el cual el autor sumerge al lector desde el principio de la novela. Con delicadeza nos va llevando hacia la invención del personaje de la obra, de sus sueños y pesadillas con él; mientras, el narrador nos va contando la historia de otro escritor, Delfín, quien se supone está escribiendo la historia que vamos leyendo y descubriendo conforme pasamos las páginas del libro. Es un entrar y salir de narradores, con variados focos que juegan, como marea tormentosa, con voces diferentes que intervienen sin pausas ni respiros.

El lector deberá ajustarse a estos vaivenes dialógicos, pues dentro de la novela encontrará descripciones detalladas del entorno, tanto urbano como rural. De este último se percibirán aromas, colores, sonidos y sensaciones que nos remiten al «Chocló… chocló… chocló, iban haciendo los pies al jugar a cada paso entre los enormes zapatones, llenos hasta el tope de agua y de barro» de Carlos Luis Fallas en Mamita Yunai. Es por esto que el recorrido por la ruta de los héroes a través de San Carlos es exquisito, pues Adriano Corrales detalla escenarios poco descritos en la literatura nacional.

No se pueden dejar de lado los capítulos de crítica y autocrítica literaria que Adriano Corrales Arias, como al mejor estilo cervantino en El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, utiliza para dar legitimidad a las historias narradas en la obra. Asimismo, los nombres de los personajes secundarios representan un anclaje directo con el contexto actual, ya que por medio de ellos se mezcla la ficción con realidad. Así que debemos leer con detenimiento, pues alguien conocido podría figurar por ahí.

Para ir cerrando esta reseña, me gustaría invitar a los lectores a dejarse atrapar por esta novela, ya que encontrarán temáticas para diversos gustos; desde la acción, al mejor estilo de Hollywood, con persecuciones y disparos, escenas explícitas de índole erótico, recuento histórico de hechos reales, crítica social y literaria, creación artística literaria y, por supuesto, poesía corraleña que busca incomodar a sus lectores con situaciones políticas y morales. Pero, ante todo, porque nos deja abierta la inquietud de saber cuál es la verdadera ruta de los héroes.



 

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