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La actual es una sociedad más que globalizada, babelizada.

La actual es una sociedad más que globalizada, babelizada. Una red envuelve al planeta y conecta a quienes estamos en él mediante representaciones de la realidad. Vivimos para convertirnos en esas representaciones. En medio del ruido que producen el simulacro y el espectáculo, para poder existir en la tribu, nos convertimos en parte de la coreografía.

Cuando todos digan una sola palabra que no tiene sentido para ninguno, solo quedará el amor como comunicación. Tal era el anhelo del cantante italiano Adriano Celentano en 1972, cuando compuso y dio a conocer una canción cuyo ritmo contagioso convocaba al público como una melodía tribal.

Convocada por un ritual de sonoridad rítmica en la aldea global, la tribu intenta repetir el estribillo que integre a cada individuo con los otros miembros. Pero en una torre babélica de espejismos nadie sabe lo que está diciendo. Así, contrario a lo que ocurre en el mito bíblico, donde cada uno cree saber lo que dice pero no lo que dicen los otros y eso provoca la incomuninación, aquí todos suponen que alguien sabe el significado y que, si escuchan con atención e intentan repetir, algún día lo comprenderán. Todos hablan un solo lenguaje, el de la incomunicabilidad.

Este ejercicio experimental de comunicación con el público, era también una reclamo de su autor por la influencia de la música en inglés que acaparaba las emisoras de radiodiusión.

Memorias de Adriano

Esta canción catapultó al cantante, actor y productor cinematográfico italiano Adriano Celentano, quien aún hoy, a sus casi 80 años, es una figura reconocida en Italia, y como una referencia en todo el mundo de la música pop.

En noviembre de aquel año, con el lanzamiento de disco sencillo, como se denominaba entonces a una canción que se grababa en una pieza plana y circular de acetato para ser reproducido en un aparato que se llamaba tocadiscos a 45 revoluciones por minuto y que se difundían en las entonces llamadas radioemisoras, produjo una gran emoción y sensación en el público. Las redioemisoras hacían listas de popularidad de acuerdo con la solicitud de escucha que hacían las audiencias por vía telefónica.

El ritmo pegajoso se contagió con facilidad propagando el éxito, que posiblemente hoy llamarían viral.

Los escuchas intentaban cantar fragmentos de la canción mientras seguían con el cuerpo sus rítmicos acordes. No entendían muy bien lo que repetían, pero esa era una práctica frecuente de los escuchas, en especial los que no dominaban el idioma inglés que reinaba en la música pop que difundían las radioemisoras.

Cuando se percataban del nombre de la canción pensaban que había habido un error de impresión, algo mal escrito. Para los programadores en las radioemisoras presentarla era un trabalenguas. Aunque las letras al leerse en voz alta parecían sonar parecido a la canción. Luego, pensaban, todo era una broma, alguien que no conocía el inglés había escrito mal el nombre a partir de una mala pronunciación. Pero no, no era así. Ese era el verdadero nombre con que Adriano Celentano había bautizado su muy exitosa canción.

Con su alegato a la incomunicación había creado la muestra evidente de lo que señalaba.

Hoy, 45 años después, difundida por los medios actuales, la canción logra capturar mediante su hiptónico poder rítmico a varias generaciones de escuchas. Unos con nostalgia y otros con curiosidad intentan corear la letra que no comprenden y nunca comprenderán.

Más que como una broma, Adriano Celentano compuso aquella canción como una señal de alarma, como una llamada de atención. En la cara B del disco, porque antes los discos tenían dos caras, puso la canción Disc Jockey que tenía una base musical rítmica similar, pero con una letra comprensible en italiano; esta canción también logró algún éxito pero ni de lejos comparable con el de su incomprensible compañera.

Ya no se trata de las masas manipuladas y controladas por los grandes medios de comunicación masiva, como lo denunciaba la Escuela de Frankfurt, sino de la atomización de la información, la disolución de las voces en el coro.

En la actual sociedad del espectáculo cada voz puede expresarse siempre y cuando se acomode en el coro donde hay lugar para todos y todos tienen su lugar, como piezas que sostienen la gran construcción babilónica, que ahora no pretende alcanzar el cielo, sino envolver el mundo.

Noticias falsas y post-verdad

En la guerra del actual presidente de los Estados Undios, Donald Trump, contra los grandes medios de comunicación, a los que les molesta que alguien les haya quitado el monopolio de adminstración del espectáculo, el populista y pragmático mandatario ha esgrimido un arma contundente, cuyo uso solo es eficaz en las actuales condiciones de sobreinformación: asegura que los medios mienten a la población.

De forma tan astuta como cínica, el presidente Trump llevó de la indagación reflexiva sobre quién tiene la razón sobre un tema, a la discusión  superficial sobre quién parece decir la verdad. Y los medios, que ya se habían matriculado en un ejercicio cada vez menos de periodismo y más de entretenimiento, ya no saben cómo confrontarlo y caen en el juego donde son ellos los que pierden su debilitada credibilidad.

Un periodismo, desdibujado por la inmediatez, pierde su norte cuando intenta competir con otras formas de comunicación social.

Debilitar la credibilidad del periodismo es un ejecicio estratégico que permite a quienes detentan el poder consolidarlo, a la vez que impide a otros acceder a él.

Para hacer valer su espectáculo, el ilusionista requiere dos elementos principales: la distracción y el engaño.

Propaganda y comunicación estratégica

En 1902, en la Rusia zarista se publicó un libelo llamado Protocolos de los sabios de Sión.

El libro revelaba una supuesta conspiración judía para apoderarse del mundo. El destino era principalmente círculos intelectuales a los cuales confundir con argumentos en los que los mismos judíos explicaban su estrategia internacional mediante manejos políticos y económicos. Aseguraban que el documento era original y que era el resultado del Primer Congreso Sionista de Basilea, que se había realizado en 1897.

En 1917, los aparatos de propaganda del zar y muchos medios de comunicación en Rusia y Europa dieron aquel texto como cierto y usaban la desinformación como forma de distracción para intentar contener la inminente caída.

Pese a lo delirante y absurdo del texto, el periodismo sensacionalista, proclive a las historias de conspiración, azuzaron el antisemitismo.

Uno de los grandes promotores de la edición y publicación de ese libro en Europa y Estados Unidos fue el magnate Henry Ford. Luego, sería tomado como sustento argumentativo del discurso político de los nazis.

En 1921, la investigación de un periodista del Times de Londres, Philip Graves, demostró el origen espurio del libelo, pero el daño ya estaba hecho. Tanto es así que, aún hoy, más de cien años después, buena parte de los discursos antisemitas occidentales se sustentan en aquellos argumentos.

Las estrategias de distracción y engaño persisten y se perfeccionan, una función del periodismo es evidenciarlas.

El periodismo se rige por la máxima ética de buscar y difundir siempre la verdad, pero, acelerada la comunicación social por la tecnología, la sociedad contemporánea parece considerar la verdad como un concepto cada vez menos estable.

El periodismo no es el chisme, el correveidile, el entretenimiento, el espectáculo, sino el ejercicio de una ética cuyo imperativo no perdona ni la propia voz.

El periodismo, o lo que se publica en los periódicos, desempeña una función importante en el trasiego y germinación de la postverdad, pues los tópicos que sirven de mampara para ocultar los hechos importantes son las trivialidades, especialmente si apuntan a la emotividad.

En Costa Rica, el discurso político nacional aún se cuida de decir mentiras. Pero cuando el periodismo ético y los medios responsables se empiezan a confundir, a tropezarse en alfombras rojas, nadar como patitos y a maullar para que les den  un poquito de “laics”, entonces la amenaza acechante se filtra por las pequeñas grietas y empieza a instalarse.

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