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Potros salvajes sobre la planicie

En su último poemario, Potros Salvajes, publicado por Perro Azul Editores en el 2017, el poeta cartaginés Eugenio Redondo describe la condición personal en la que escribe como “una brusca ceguera” o el “destello último en tu mano”.

En su último poemario, Potros Salvajes, publicado por Perro Azul Editores en el 2017, el poeta cartaginés Eugenio Redondo describe la condición personal en la que escribe como “una brusca ceguera” o el “destello último en tu mano”. Esta pequeña pero significativa confesión que aparece ya en El día y los océanos, primer poema del conjunto, nos da la pauta necesaria para abordar el libro.

Se trata de una percepción fragmentada de lo real: “Entre las cosas y yo/ existe esa suerte de irrealidad, que es propia de los espectros”, Pero “no es la decadencia lo que veo”, nos aclara en el poema “La belleza del tiempo”: “es una rara forma de plenitud”. En este poemario, efectivamente, Redondo más que captar lo real busca arrebatarle su belleza. La suya es una visión sensitiva. Una búsqueda de la “belleza inusitada/ que acompaña el declive”.

Desde ahí, el poeta ve pasar “los ríos invisibles que iluminan nuestra existencia”, se detiene a contemplar la belleza de una mujer, como “un lirio/ en medio del horror del mundo”, o prefiere escuchar “la calma,/ el silencio del río contra los sueños”. “Si hay algo que debiéramos saber,/ es como amar la piel de las tormentas/ el despojo iridiscente de los abrazos/ y las caricias”, escribe en el poema “Horizonte”. Tal es la vocación de “escribidor”, de “amanuense” del reflejo declinante del mundo, como el mismo se define.

El poema “Antípodas”, uno de lo más logrados del libro, intensifica esta visión. Desde el marco de la ventana el poeta viaja hacia el otro extremo del mundo, que es también el otro extremo de sí mismo. Mira un niño saltar sobre los muros y una joven que “se aleja en la ascendencia de un río”. Escucha “la dispersión de las cosas/ las voces de los hombres/ perdidas entre el hormigón y el desierto”. En su percepción “el tiempo colapsa” y la mano que escribe se dibuja a sí misma, hasta que logra saltar hacia la nada, “mar adentro”, donde nuestra limitada visión se ensancha hasta dar con el misterio de la poesía.

En el poema final, “Core”, el poeta confiesa que su corazón “es el estrépito de los potros salvajes sobre la planicie”. Esta hermosa imagen que, como vemos, da título al libro muestra cómo en la captación poética de la realidad el corazón del poeta se funde con lo observado. Tal es el significado de esos potros que se desbocan en sus poemas con la misma dignidad del viento y que transforman “La brusca ceguera” mencionada al principio en lucidez expresiva, en denodada búsqueda estética.

En nuestro medio, en el que la poesía deriva a veces en un coloquialismo a ultranza, ayuno de imágenes y formas poéticas imaginativas, la poesía de Eugenio Redondo hace un aporte significativo: nos recuerda que escribir poesía es abrir una puerta a la belleza del mundo, y que, como bien lo ha dicho Borges, la tarea del poeta, en medio de las limitaciones de su ser y circunstancias, es crear cosas eternas o que aspiren a serlo.

 

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