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Poesía para poseer la experiencia

El poemario Posesiones, de Lorena Vargas Mora, publicado recientemente por Tecni Libros en su colección Hexagonal,  

Posesiones

Lorena Vargas

Poesía

TecniLibros

2017

El poemario Posesiones, de Lorena Vargas Mora, publicado recientemente por Tecni Libros en su colección Hexagonal,  recupera poéticamente la infancia de la autora, pero se abre también a la de aquellos que compartieron con ella su proceso de crecimiento personal. Por esa razón está escrito casi todo en pretérito y usa varias personas nominales que van del yo al nosotros. Como dando paso a cada una de las voces que poblaron esa historia.

El libro posee un exordio y seis partes claramente delimitadas. La primera de esas partes es Poemas verdaderos. Lorena Vargas quiere decirnos, quizá, con ello, que se trata de poemas de raíz testimonial. Verdaderos para ella y posiblemente también para otros.

Usa a veces la tercera persona para subrayar la visión de una historia compartida: “Sangraba… / tenía las uñas enterradas /…era como un pájaro azul, malherido.” En otros momentos ya no se habla de alguien, sino con alguien, en tono de reclamo: “Mientras sollozaba / usted me obligó a caminar descalza / y allí de pronto /…miré su alma. Está ahí también el tío desaparecido, la abuelita delirante “en medio de un jardín / donde mueren las ballenas”. Todo esto en el escenario de una Casa verde aprisionante.

En Reportamiento de una historia y Poemas oniromantes esta casa se torna fantasmagórica. Hay alguien “acostumbrado a defender con instinto de fiera sus heridas”, está habitada por arañas sin recuerdos, por un centauro herido y un monstruo que teje los sueños. Frente a ese ámbito que sugiere encierro y aislamiento, el texto vuelve a darle voz a esa primera persona que preside el libro: “Reclamo libertad / a los monstruos de la noche…Quiero los brazos de mi cuerpo / los pies de mi camino / los labios de mis besos…/”. Luego la autora expresa haber logrado “cristalizar las gotas de aquel paraje inhóspito / destinado a quemar / uno a uno / los geranios de mis sueños. / Es decir, rompe las ataduras para  escapar de ese ámbito cerrado como una “niña clarividente de un desastre”.

Los Poemas pasionales, parte quinta del poemario, recrean la atmósfera sensitiva del recuerdo oposesión” del amor. Son poemas fluidos, donde se despliega el hilo de la experiencia amorosa. Es, para mi criterio, la mejor parte del libro, la que revela de manera más transparente el pulso lírico de la autora, sobre todo a través de la evocación: “Llovieron margaritas / santa lucía… / para los cuerpos dormidos / rebosantes.” También está presente la ternura, como prolongación ilimitada de los amantes: “¿Estás despierto amor? / -Para cuidar tu sueño, sí. / Con tu amor, amor, / puedo dormir o morir”.

En Poemas de viajes, destaca el texto que recrea la visita de la autora a la casa de Freud en Viena: “Te pensé con el sombrero puesto… / reuniendo círculos que no podías cerrar”. Es un poema-homenaje, que humaniza al maestro, imaginándolo recostado en su sombra, mascando tabaco y, también, ¿por qué no?, perdiendo amigos. Similar homenaje hace Lorena a su padre en uno de los textos de Poemas resolutivos, como queriendo fijarlo en la memoria reconstruida de su deseo filial.

Como bien se dice en la contratapa del libro “la primera posesión humana es la experiencia”. La poesía permite recobrar y asumir esa posesión. Lorena Vargas Mora lo logra en este poemario largamente trabajado, en el que, a fuerza de pulimento, construye un estilo que solo a ella pertenece. Entregándonos así la posesión, lo vivido en un libro que posee la cualidad del lenguaje propio e intransferible.

 

 

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