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Piel negra, máscaras blancas

El psiquiatra, revolucionario y escritor Frantz Fanon, nacido en 1925 en la isla Martinica, entonces colonia francesa

El psiquiatra, revolucionario y escritor Frantz Fanon, nacido en 1925 en la isla Martinica, entonces colonia francesa, es uno de los referentes del pensamiento liberador contemporáneo. De joven luchó en la resistencia francesa contra la ocupación nazi, y más adelante en la guerra de independencia de Argelia. Su primer libro Piel negra, máscaras blancas (1952) define su postura y sus teorías sobre la sujeción y el dominio colonial que integra el psicoanálisis en el estudio de la forma en que los dominados interiorizan y asumen el discurso de la colonialidad.

l-50-1a-portadilla-fanonEn 1961, se le diagnosticó leucemia. Consciente de su muerte cercana, escribió su libro más conocido Los condenados de la Tierra, que se publicó póstumamente, pues Fanon murió en diciembre de ese año.

Yo hablo de millones de hombres a quienes sabiamente se les ha inculcado el miedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el arrodillamiento, la desesperación, el servilismo.

Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo, 1950.

La explosión no ocurrirá hoy. Es demasiado pronto… o demasiado tarde…

No vengo armado de verdades decisivas.

Mi conciencia no está atravesada por fulgores esenciales.

Sin embargo, con total serenidad, creo que sería bueno que se dijeran ciertas cosas.

Esas cosas, voy a decirlas, no a gritarlas. Pues hace mucho tiempo que el grito ha salido de mi vida.

Y está tan lejano…

¿Por qué escribir esta obra? Nadie me lo ha rogado.

Especialmente no aquellos a los que se dirige.

¿Entonces? Entonces, con calma, respondo que hay demasiados imbéciles sobre esta tierra. Y como he dicho, se trata de demostrarlo.

Hacia un nuevo humanismo…

La comprensión de los hombres…

Nuestros hermanos de color…

Yo creo en ti, Hombre…

Los prejuicios raciales…

Comprender y amar…

No Merchandising. Editorial Use Only. No Book Cover Usage Mandatory Credit: Photo by c.CSU Archv/Everett/REX (1282391a) Frantz Fanon Frantz Fanon (1925-1961), psychoanalyst/social philosopher

Por todas partes me asaltan y tratan de imponérseme decenas y centenares de páginas. Sin embargo, una sola línea bastaría. Una única respuesta que dar y el problema negro se despoja de su seriedad.

¿Qué quiere el hombre?

¿Qué quiere el hombre negro?

Aunque me exponga al resentimiento de mis hermanos de color, diré que el negro no es un hombre.

Hay una zona de no-ser, una región extraordinariamente estéril y árida, una rampa esencialmente despojada, desde la que puede nacer un auténtico surgimiento. En la mayoría de los casos, el negro no ha tenido la suerte de hacer esa bajada a los verdaderos Infiernos.

El hombre no es solamente posibilidad de recuperación, de negación. Si bien es cierto que la conciencia es actividad de trascendencia, hay que saber también que esa trascendencia está obsesionada por el problema del amor y de la comprensión.

El hombre es un SÍ vibrante de armonías cósmicas. Desgarrado, disperso, confundido, condenado a ver disolverse una tras otra las verdades que ha elaborado, tiene que dejar de proyectar sobre el mundo una antinomia que le es coexistente.

El negro es un hombre negro; es decir que, gracias a una serie de aberraciones afectivas, se ha instalado en el seno de un universo del que habrá que sacarlo.

El problema es importante. Pretendemos nada menos que liberar al hombre de color de sí mismo. Iremos muy lentamente, porque hay dos campos: el blanco y el negro.

Tenazmente interrogaremos a las dos metafísicas y veremos que, con frecuencia, son muy disolventes.

No tendremos ninguna piedad por los antiguos gobernantes, por los antiguos misioneros. Para nosotros el que adora a los negros está tan «enfermo» como el que los abomina.

A la inversa, el negro que quiere blanquear su raza es tan desgraciado como el que predica el odio al blanco.

En lo absoluto, el negro no es más amable que el checo y en verdad se trata de dejar suelto al hombre.

Hace tres años que este libro debiera haberse escrito… Pero entonces las verdades nos quemaban. Hoy pueden ser dichas sin fiebre. Esas verdades no necesitan arrojarse a la cara de los hombres. No quieren entusiasmar. Nosotros desconfiamos del entusiasmo.

Cada vez que lo hemos visto aflorar por algún sitio, anunciaba el fuego, la hambruna, la miseria… También el desprecio por el hombre.

El entusiasmo es el arma por excelencia de los impotentes.

Esos que calientan el hierro para golpearlo inmediatamente. Nosotros querríamos calentar la carcasa del hombre y partir. Quizá llegaríamos a este resultado: al Hombre manteniendo ese fuego por autocombustión.

Al Hombre liberado del trampolín que constituye la resistencia del otro y horadando en su carne para hallar un sentido.

Solamente algunos de los que nos lean adivinarán las dificultades que hemos tenido en la redacción de esta obra.

En una época en la que la duda escéptica se ha instalado en el mundo, donde, según una banda de canallas, no es ya posible discernir el sentido del no sentido, se hace arduo descender a un nivel en el que las categorías de sentido y de no sentido aún no se emplean.

El negro quiere ser blanco. El blanco se empeña en realizar su condición de hombre. A lo largo de esta obra veremos elaborarse un ensayo de comprensión de la relación negro-blanco.

El blanco está preso en su blancura.

El negro en su negrura.

Intentaremos determinar las tendencias de ese doble narcisismo y las motivaciones a las que remite.

A principio de nuestras reflexiones, nos había parecido inoportuno el explicitar las conclusiones de lo que se va a leer.

La única guía de nuestros esfuerzos es la inquietud por terminar con un círculo vicioso.

Es un hecho: los blancos se consideran superiores a los negros.

Es también un hecho: los negros quieren demostrar a los blancos, cueste lo que cueste, la riqueza de sus pensamientos, la potencia igual de su mente.

¿Cómo salir de ahí?

Hace un momento hemos usado el término de narcisismo. En efecto, pensamos que solo una interpretación psicoanalítica del problema negro puede revelar las anomalías afectivas responsables del edificio complexual. Trabajamos para una lisis total de este universo mórbido. Consideramos que un individuo ha de tender a asumir el universalismo inherente a la condición humana. Y cuando adelantamos esto, pensamos indiferentemente en hombres como Gobineau o en mujeres como Mayotte Capécia. Pero, para llegar a esta aprehensión, es urgente desembarazarse de una serie de taras, secuelas de la época infantil.

La desgracia del hombre, decía Nietzsche, es el haber sido niño. No obstante, no podemos olvidar, como lo da a entender Charles Odier, que el destino del neurótico sigue estando en sus manos.

Por penosa que nos resulte esta constatación, estamos obligados a hacerla: para el negro no hay más que un destino. Y es blanco.

Antes de abrir el proceso, nos limitaremos a decir algunas cosas. El análisis que vamos a emprender es psicológico. No obstante, para nosotros sigue siendo evidente que la verdadera desalienación del negro implica una toma de conciencia abrupta de las realidades económicas y sociales. Si hay complejo de inferioridad, este se produce tras un doble proceso:

– económico, en primer lugar;

– por interiorización o, mejor dicho, por epidermización de esta inferioridad, después.

Como reacción contra la tendencia constitucionalista de finales del siglo XIX, Freud, mediante el psicoanálisis, pedía que se tuviera en cuenta el factor individual. Sustituía una tesis filogenética por la perspectiva ontogenética. Veremos que la alienación del negro no es una cuestión individual. Junto a la filogenia y la ontogenia, está la sociogenia.
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“En una época en la que la duda escéptica se ha instalado en el mundo, donde, según una banda de canallas, no es ya posible discernir el sentido del no sentido, se hace arduo descender a un nivel en el que las categorías de sentido y de no sentido aún no se emplean.”
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