Los Libros

Palabra sin sosiego y tremendamente centroamericana

Medios Edipo Atómico Diego Mora Novela Uruk editores 2022

En Costa Rica los literatos creadores casi nunca se adueñan de su territorio social y geográfico, es decir, situarse en el continente con pasión, con decisión, con pedigrí, en la Mesoamérica profunda, con el bagaje que nos pertenece, en los espesos ríos profundos con olor a sangre maya, a esclavo africano, a español, a chino, esa gran nación de nuestra sombra, la que los oligarcas de la cultura niegan, y reniegan, lo políticamente incorrecto, los personajes de la historia que están en los sótanos que hieden a patriarcado y ricos de pacotilla.

Me hace sentirme muy feliz cuando encuentro una palabra escrita vivida, fresca, arrogante y poderosa.

Donde ignoramos el origen del narrador, si es blanco o negro o medio chele o medio indígena, o arabe o turco, simplemente tremendamente centroamericano.

Un migrante, un chico o una chica, que parece desarraigado, de forma violenta, en el epicentro de la gran ciudad anhelada una meca del subdesarrollo del frenesí de los sueños de hambre de tantos millones de centroamericanos y pobres del mundo. Las historias crípticas de este libro, donde nos sumergimos al pasado recién de los sobrevivientes de las guerras por unas democracias invisibles, jóvenes que construyen sus vidas en las esquinas pandilleras de Nueva York, en estados alterados de conciencia, drogados, asustados, temerosos, con hambre.

Respiro de arte, de música, de roce cultural de glamorosa y añeja cultura élite, que, para mí, con acidez se ve pasar de las migajas de la metrópoli que ve hacia el sur con arrogancia y desprecio, ocultando la riqueza expropiada de sus países de origen y de la fuerza de trabajo que sus habitantes espaldas mojadas.

Estos personajes en el búnker, en el bar, en el sótano, en una cama, en el parque, emergen huérfanos de todo para quitarnos este confort burgués muy tico de una paz de borrego, y leemos con zozobra la vida ruda de estos chicos que no parecen tener conciencia de sí mismos y su espacio vital en esa guerra urbana. Del face, de las redes, intangibles enemigos de todos los átomos que nos constituyen, los que quedan libres de los presidios, reales, y las drogas y la gran manzana ya dividida por pandillas de migrantes contemporáneas.

Del submundo del primer mundo, al submundo del cuarto mundo, El Cadejos, la Llorona, la Cegua, los homeboys, mareros, tribus tristes violentas, son narradas con una lírica sin comas ni espacios: “en este mundo todos robamos, solo que algunos son una teja y otros unos hijoeputas; las leyes, Mierda, están pa los mal paridos de arriba, o los plomiamoso nos lo pegan primero. Hijueputas, sí, pero por necesidad, meentiendelider?”.

Desertores y alineados, las malas madres, los habitantes de cuarterías, explotados enajenados de multinacionales, pasillos de desechos de los antiguos derechos humanos, plaza de mercado de negros como el antiguo viernes negro.

Los años 80 sin romanticismos, la guerra centroamericana trastocada en reencarnaciones de pandillas, en las calles del imperio que huele a droga natural y obscena química. Sustitutos de patrias pobres que expulsan a sus hijos, de familias rotas por el hambre y la violencia, una constante de sobresalto y tensión como una peli que no nos da sosiego.

Leer la ausencia que se va construyendo en una receta artesanal del uso del lenguaje espanis en el abandono de los suburbios, deconstruyendo mitos de los sueños americanos, de los olvidados 80 y sus falsas paces. Huele la palabra a un maíz quemado y adulterado, a pandillas de orfandades, a suicidas jóvenes, haciendo guiños a escritores y música, buscando aire donde respirar, buscando huella de generación.

Este libro conmociona de golpe, rompe el canon, y hace de la palabra una dimensión de realidad, una pesadilla americana.

Un final de tragedia griega, Un Xavier Edipo hijo de Yolanda, Una Yocasta reina llamada Yolanda, ambos suicidas perdidos y encontrados, víctimas de otros reyes y reinados tatuados de los escombros de los cuerpos y la sangre centroamericana desde el origen de los países bicentenarios y los migrantes antiguos de los conejos muertos y los nativos de Nueva York.

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