“Vamos de un mundo de certidumbres a un mundo de probabilidades. Debemos encontrar la vía estrecha entre un determinismo alienante y un Universo que estaría regido por el azar y por lo tanto sería inaccesible para nuestra razón.
En un mundo donde ya no impera la certidumbre, restablecemos también la noción de valor.
Sin duda, en el siglo XXI veremos el desarrollo de una nueva noción de racionalidad donde razón no estará asociada a certidumbre y probabilidad a ignorancia. En este marco, la creatividad de la naturaleza y, sobre todo, la del hombre encuentran el lugar que les corresponde” -Ilya Prigogine.
Ilya Prigogine nació en Moscú, el 25 de Enero de 1917, adquirió la nacionalidad belga y estudió química en la Universidad Libre de Bruselas, donde se doctoró y ejerció como profesor de Termodinámica. Se trasladó a vivir a Estados Unidos, donde fue profesor de las universidades de Chicago y de Texas. En 1977 recibió el Premio Nobel de Química por su teoría sobre las estructuras disipativas. Además de las más altas distinciones científicas americanas y europeas, fue investido doctor honoris causa por 12 universidades de todo el mundo.
Este, podríamos decir, es un breve currículum del padre de la Teoría del Caos. Dejemos que él mismo nos explique sus investigaciones: “Guiado por el instinto, me fui interesando por la termodinámica, un campo de la ciencia donde se manifiesta la ‘flecha del tiempo’, y que en la época en que comencé mi trabajo como investigador no era un área de la física que gozara de gran predilección entre los científicos”.
Desde la aparición de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, asistimos a una revisión/superación de la Mecánica Clásica. Sin embargo, todavía había aspectos de la realidad que no se habían explicado suficientemente por ninguna de las tres teorías. Por ejemplo, la flecha del tiempo. Para la Mecánica Clásica el tiempo guarda una asombrosa simetría hacia el pasado igual que hacia el futuro; es decir, que se puede calcular la posición y trayectoria de cualquier móvil, ya sea hacia el pasado o bien predecir su ubicación en el futuro. Sin embargo, en la experiencia cotidiana, observamos que en el ser humano –o en los movimientos brownianos– esta simetría no existe, por cuanto la complejidad de las causas de sus actos producen tantas variables que es imposible seguir la línea del tiempo hacia atrás con exactitud. Esta concepción del tiempo es la de su irreversibilidad. Esta disparidad entre el tiempo de la física clásica y el tiempo de la existencia llamó fuertemente la atención de Prigogine. De hecho, considera que esta dislocación ha sido, en cierta manera, causante del olvido del hombre por parte de la ley natural; el hombre ha quedado marginado de las leyes de la mecánica clásica que no pueden aplicarse a un ser tan impredecible.
¿Qué es esto de la flecha del tiempo y de la irreversibilidad del mismo? Prigogine nos explica que “Si analizamos sistemas muy simples, como por ejemplo un péndulo ideal –sin fricción–, no tenemos forma de distinguir entre el pasado y el futuro. Si pasamos una película que muestra solamente el movimiento de un péndulo, no importa si hacemos funcionar el proyector hacia adelante o hacia atrás: siempre veremos lo mismo. Podemos decir que se trata de una película reversible. Todo el problema surge porque se ha considerado a los sistemas simples como modelos del universo. De esta forma, la física newtoniana terminó concluyendo que el tiempo no existe. Prigogine piensa que solo descubriremos el tiempo al descubrir los sistemas complejos.
La termodinámica clásica se concentró inicialmente en el estudio de los sistemas aislados que evolucionan hacia el equilibrio, el cual a su vez es el más probable de los estados posibles. Pero sabemos actualmente que la evolución termodinámica genera tanto orden como desorden. Por ejemplo, en un sistema en el que están presentes dos gases, nitrógeno e hidrógeno, ambos tendrán la misma concentración cuando la temperatura sea idéntica en todo el recipiente. Pero si esta varía, la distribución de los dos gases se hará desigual; habrá más hidrógeno en un lado que en el otro. Por tanto tendremos un proceso irreversible que lleva al desorden. Pero simultáneamente se va generando un nuevo orden. En todos los niveles de la naturaleza, desde la biología hasta la cosmología, la irreversibilidad produce tanto orden como desorden. Nuestra propia vida es posible en tanto generamos desorden al destruir moléculas constantemente; pero este proceso es lo que nos permite crear otras nuevas. Sin el rol constructivo del tiempo no se podría pasar de un nivel de organización al siguiente. La flecha del tiempo ejerce su mella creadora igual en ciencia que en la existencia, es el motor de la evolución creadora. El tiempo de la física se va acercando a la imagen mitológica, un dios que crea, que transforma de manera consciente e inteligente.
En la ciencia determinista la ley es universal y atemporal; la teoría del caos propugna por un cambio de perspectiva: “el indeterminismo, no debe confundirse con la ausencia de previsibilidad, que tornaría ilusoria toda acción humana. La complejidad de determinados sistemas hace pensar en un primer momento en el azar o en la no causalidad. Para Prigogine, se trataría de una causalidad más fina que reordena estados caóticos. Es como si hubiera una “memoria” en la materia física que le hace buscar siempre el orden adecuado.
Asimismo, para la Mecánica Clásica las consecuencias deben ser proporcionales a sus causas. Prigogine llama la atención sobre fenómenos llamados “efecto mariposa”, en los que los efectos son desproporcionados respecto a las causas conocidas. La acumulación de desorden, de causas imprevisibles (en el fondo se trataría de un orden más fino y menos detectable), termina manifestándose en un nuevo orden que pareciera haber dado un salto cuantitativo. A nivel psicológico, una acumulación de pequeños rencores o envidias, producen un acceso de ira devastador. El efecto es un “volcán”, pero las causas fueron pequeños movimientos soterrados que pasaron desapercibidos y que, sin embargo, generaron un desorden con una potencia de cambio mucho mayor.
Para Prigogine, sujeto y objeto constituyen un sistema único en el que todas las partes forman un todo orgánico; “toda fluctuación tiene entonces consecuencias que se propagan a través de todo el sistema”. Cada individuo necesariamente está en interacción con el contexto que le circunda, lo de adentro conecta con lo de afuera y, a su vez, lo de afuera conecta con lo de adentro. No somos seres aislados que se relacionan, todos los seres somos una misma realidad con funciones diferentes. Encontramos en el científico belga resabios de la Cosmología y la Filosofía de los Vedas de la India.
Como filósofo y artista, el científico belga defendía que la ciencia es solo uno de los tantos vínculos con la naturaleza. Reconoce la función vital y activa de la religión, el arte y la política, de tal modo que el hombre se desarrolle de una manera más completa y global. No solamente hay que educar el raciocinio, también hay que educar la bondad, la justicia y la belleza.
La Teoría del Caos propugna un universo entrelazado por causas más grandes y por causas más finas, en el que el origen no se da por casualidad ni nada es producido por el azar. En este universo la libertad descansa en la infinita gama de posibilidades de decidir lo que hacer en todo momento, y es acompañada como por una hermana gemela por la seguridad de poder predecir con cierta exactitud las consecuencias de esas decisiones. Este universo no puede ser reducido a una descripción matemática y, por lo tanto, es necesario el arte para poder aprehender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Una Ciencia y un Arte que se resuelven en Filosofía.
Terminaremos con una autodefinición del mismo Prigogine que esperamos aliente a cuanto idealistas y utópicos pasean por las calles de nuestras ciudades: “Existen distintas concepciones de lo que significa ‘realidad’. La acepción más corriente de realidad significa una visión determinista y mecánica. Desde este punto de vista no soy realista, pues no creo que la realidad pueda ser reducida a un mecanismo de relojería, ya que de esta manera el universo sería como un autómata. Mi búsqueda se orienta hacia el nuevo tipo de realidad que también puede ser expresada en términos científicos. En otras palabras, soy un realista para una nueva realidad.”
Tomado de la revista Esfinge.