Huelgas democratizadoras. La rebelión estudiantil
en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (1980-1982)
Iván Molina Jiménez
Historia
Cihac y Edupuc
2020
La historia del movimiento estudiantil es un capítulo inacabado del pasado de Costa Rica. Desde la década de 1980, cuando el historiador Paulino González Villalobos dejó de pertenecer a él para estudiarlo, han sido pocos los trabajos escritos por historiadoras e historiadores costarricenses preocupados por las acciones estudiantiles del siglo pasado.
A tono con la tendencia que la historiografía costarricense abandonó hace pocos años, estos trabajos pocas veces contemplaron las movilizaciones de estudiantes para momentos posteriores a 1948, con excepción de aquellos que analizan las muy conocidas protestas contra Alcoa de 1970, cuya memoria actualmente sigue monopolizando el espacio del recuerdo público sobre el movimiento estudiantil costarricense.
Junto a la atención marginal que ha recibido el análisis sistemático de las movilizaciones estudiantiles, los pocos intentos por escribir esta historia han estado circunscritos al campus de la Universidad de Costa Rica (UCR) y muy poco se sabe sobre los universitarios que han establecido movimientos de protesta en otras universidades públicas del país.
En esa vía, el último libro del historiador Iván Molina Jiménez es un análisis de las acciones de un movimiento estudiantil que, a pesar de su naturaleza disruptiva y de su trascendencia al buscar mejorar las condiciones de la educación superior pública, figuraban como un vacío historiográfico y un olvido en la memoria del país.
Esa novedad bibliográfica, titulada Huelgas democratizadoras. La rebelión estudiantil en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (1980-1982), se trata de un interesante estudio que Molina presenta luego de dedicar dos décadas a la historia de la educación costarricense y de acumular una notable producción académica al respecto, a la que ya desde hace algunos años habían empezado a asomarse las huellas de los pasados estudiantiles.
Demanda
Dividido en doce capítulos, el libro explica las huelgas estudiantiles que caracterizaron al Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR) entre 1980 y 1982; pero va más allá al dedicar sus primeros tres apartados a presentar el contexto previo de las protestas y de las organizaciones estudiantiles de esa casa de estudios y sintetizar su historia, que inicia en 1971 en medio del crecimiento exponencial que experimentaba el número de personas graduadas de secundaria y que presionaban el desde entonces insuficiente cupo matrícula de la UCR.
A partir del capítulo cuatro, el libro se adentra en el estudio de las demandas que motivaron el inicio de las protestas de la juventud universitaria del ITCR y evidencia la oposición de un sector estudiantil al modelo empresarial y autoritario bajo el que funcionaba la institución. Así, esa juventud se oponía a las autoridades universitarias y objetaba el sistema de préstamos que debía adquirir una considerable proporción de la población estudiantil para financiar sus carreras.
La búsqueda de mejores condiciones de estudio en la institución pública a través de la creación de un sistema de becas fue la demanda que originó otras, como la inclusión de las representaciones estudiantiles en los órganos de toma de decisiones políticas del centro de enseñanza. Por eso, desde el capítulo quinto hasta el noveno, el texto rastrea una agitada discusión en la que un sector de la comunidad estudiantil se enfrentó de manera directa con sus autoridades institucionales y con las autoridades políticas del país.
Violencia
Esos capítulos evidencian la solidaridad que partidos políticos, organizaciones gremiales, religiosas, estudiantiles y de vecinos ofrecieron a la juventud del ITCR, cuando frente a la nula respuesta de sus autoridades tomaron el campus de su universidad por algunos días y se enfrentaron a una violenta represión policial, que de manera inédita irrumpió en las instalaciones universitarias y desalojó al estudiantado en huelga con gases lacrimógenos.
En los capítulos diez y once, Molina presenta los positivos resultados de la cadena de huelgas estudiantiles y demuestra que el proceso de negociación del movimiento con las autoridades permitió la implementación de reformas universitarias que llevaron a la democratización del ITCR. Entre ellas, se descentralizó el poder de la rectoría mediante la creación de vicerrectorías, se garantizó la libertad de cátedra, se creó un órgano para fiscalizar la elección de las autoridades universitarias, se creó un sistema de becas y se incluyeron las voces estudiantiles a las decisiones políticas de la institución universitaria.
Olvido
Pese a no ser el objetivo central del libro, el último capítulo cuestiona el lugar marginal que tiene este movimiento estudiantil en la memoria de este tipo de organizaciones. Según Molina, el olvido tiene su explicación en el proceso de reconciliación institucional que siguió a las movilizaciones y, de manera paradójica, en su victoria misma, pues al ser una rebelión exitosa, no permitió la articulación de nuevas demandas y se salió del esquema político que dio forma a las memorias de los movimientos sociales del siglo XX, permeados por lo que el historiador italiano Enzo Traverso llama una “cultura de la derrota”.
En comparación con movilizaciones estudiantiles como las que combatieron frustradamente a Alcoa en 1970, este libro presenta una discusión destacada. Si estudios recientes han demostrado que las protestas de 1970 iniciaron con la venia de las autoridades de la UCR, el respeto a sus normas institucionales y en negación a su radicalismo, las que fueron realizadas en el ITCR presentan a una juventud opuesta directamente a sus autoridades institucionales y que, de manera inédita, ocupó un campus universitario. Con ello se convirtió en el movimiento más radical que había conocido Costa Rica hasta ese momento.
Memoria
Esta discusión también anula una idea imperante, que insistía en colocar a la juventud de la década de 1980 en el plano del desinterés político para ubicarla en el medio de una interpretación del pasado que recuerda que, sin estudiantes, sin sus acciones, sin sus aciertos y sin sus experimentos políticos, ni este libro, ni las universidades públicas podrían tener sentido alguno.
Así, a cuatro décadas de un subversivo intento por democratizar una institución de la educación superior pública, esta juventud universitaria del pasado es impulsada al escenario historiográfico y se despoja del olvido, para convertirse en un motor de la memoria y en un engranaje más para comprender la historia del movimiento estudiantil costarricense.