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Nacer Wabeau: Un hombre arco iris

Como ustedes lo saben, la entrega de una condecoración es un ejercicio a la vez protocolar, ya que se trata de un reconocimiento oficial

Como ustedes lo saben, la entrega de una condecoración es un ejercicio a la vez protocolar, ya que se trata de un reconocimiento oficial por parte de mi país, y emotivo, porque mediante este acto, más que un homenaje, se reconoce el mérito de un hombre, el valor de una trayectoria y la excelencia académica. En el caso de condecorar un escritor, el ejercicio es todavía más arriesgado para un embajador. Pero, antes de ser un escritor y escultor del verbo, Nacer Wabeau es ante todo un amigo.

Nacer Wabeau es amigo de la comunidad francesa en Costa Rica y de la Embajada de Francia, pero también es apasionado por la lengua francesa, la cual es también su patria y parte de su historia.

¿Cómo definir a Nacer Wabeau? Victor Hugo, en su libro William Shakespeare, escribió: “Hay hombres océanos.” Tal vez podríamos decir de Nacer: “Es un hombre arco iris.” Tal como el arco iris Nacer es radiante y suave, sus reflejos son cambiantes y numerosos y sonríe a través de la lluvia. Es el anunciador no solo del buen tiempo, sino de que existen soluciones felices y que lo peor no siempre ocurre, gracias a estos hombres de buena voluntad, a los cuales pertenece.

Los múltiples colores del arco iris Nacer Wabeau, son primero sus actividades, variadas y por lo tanto complementarias, que hacen de él una personalidad abierta al mundo y a los saberes. Es profesor, apasionado por la enseñanza y convencido de tener una misión: la de difundir el conocimiento y el espíritu crítico,  de rechazar los pensamientos dogmáticos y, sobre todo, defender incansablemente la libertad y la tolerancia, ambas siendo la brújula y el portulano del viaje que fue su vida. Es titular de dos maestrías: una en filosofía obtenida en París en 1985, la otra en literatura obtenida en San José, y enseña estas dos materias, cautivando a sus estudiantes de la Universidad de Costa Rica. Es investigador, ha publicado varias veces en revistas académicas tanto sobre literatura francesa como latinoamericana, da también conferencias en congresos nacionales e internacionales. Habla de Fuentes, que refuerza su sensación de que las fronteras son absurdas en esta Terra nostra, de Camus, con quien comparte su gusto por la justicia y el apego sensual al suelo argelino; de Genet, marginado social y literario; de Tahar Djaout, hermano cabileño, asesinado por sus ideas; de Kateb Yacine, apoyándose en la historia, mirando hacia el futuro y reivindicando el uso de la lengua francesa, pero también de muchas otras estrellas del universo de las bellas letras.

Colabora también regularmente en el periódico costarricense La Nación, con artículos literarios, pero también cada vez más sobre los acontecimientos que sacuden al mundo, particularmente en Francia.

Una vez más, sus luchas son ejemplares y las posiciones adoptadas son las de un testigo de nuestra época, sea destacando el fenómeno de la migración africana en América Central, rechazando todas las formas de fundamentalismo, denunciando el radicalismo islámico.

Pero Nacer es esencialmente un gran escritor. Ha publicado dos novelas en español: Sin voz ni techo, su primera novela, que narra de forma aguda el proceso de exclusión social, la entrada en la delincuencia y las contradicciones entre el derecho y la moral. Aquí tengo que reconocer su gran ingeniosidad, siempre en el buen sentido, al servicio de la creación literaria: para poder dialogar con los prisioneros, no dudó en disfrazarse de cura para poder entrar en la cárcel… y la estupefacción del guarda tampoco fue un obstáculo ya que, cuando le indicó que no era ese el día de la visita del cura, usted en un estilo conciso y divinamente inspirado, le contestó: “no hay día para servir al Señor”.

La segunda novela, Condenado sin Proceso, publicada hace casi dos años sigue el sorprendente viaje de un Argelino, sediento de libertad y que rechaza el Islam político, que viaja a Francia y de allá a los Estados Unidos poco antes de los ataques en contra del World Trade Center. Víctima entonces de la salvaje ley de la amalgama y después de una combinación de circunstancias, fue encarcelado en secreto y sin juicio. En eso me recuerda mucho a Kafka con su imemorable novela El proceso.

Como vimos, la educación, la cultura, el derecho, la justicia, la aceptación de los demás con sus diferencias, están todos en el centro de las preocupaciones del escritor Nacer Wabeau pero también en el centro de su apetito y gusto por vivir y encontrar sentido a la vida. Así que probablemente fue él quien dijo estas frases, a través de uno de sus personajes de Sin voz ni techo: ” no imagino la vida sin los sueños. Compartimos esa idea inocente: pensamos que un mundo diferente, un mundo mejor, un mundo humanizado, es posible. Vivir feliz no es una quimera…”

Fueron estas las razones que le llevaron a involucrarse en la cultura y la educación francófona siendo durante muchos años, miembro de la junta directiva de la Alianza Francesa y también del liceo franco-costarricense. Es esta pasión por las culturas francófonas y lo que representan como promotores de la diversidad lo que explica su constante participación en las celebraciones de la Francofonía junto con el IFAC, al recibir a escritores franceses invitados por la Embajada de Francia durante sus clases.

Las lenguas y las culturas, forman justamente parte de las características de este hombre arco iris que es Nacer: nacido en Argelia, se define primero como cabileño, heredero de una cultura milenaria, hablante de una lengua con una escritura muy antigua, activista de la causa de la identidad cabileña que le importa mucho. De una cultura marcada por la solidaridad y la veneración de la naturaleza.

Así, llegado de África, continuó sus estudios en Francia, en París, y es desde entonces un panegirista de la cultura francesa que toma en cuenta el pasado, todos los pasados: el de la colonización, del conflicto de Argelia pero también de la Francia de las Luces y de la universalidad de sus mensajes. Se nutre de los textos de los Enciclopedistas, inspirado por la defensa del derecho que promovió Montesquieu, por la lucha constante en contra de la intolerancia iniciado por Voltaire por la certeza, como un incansable educador, de la perfectibilidad del hombre, que Rousseau defendía. Desde Europa, se estableció de forma permanente, por razones del corazón en su país de acogida: Costa Rica, donde encontró tanto la seguridad, como la paz, el trabajo y el amor.

Francés por espíritu, cabileño por nacimiento, argelino y costarricense por nacionalidad, Usted es, Nacer, un ser cosmopolita en el más profundo sentido kantiano. Un pasante entre las culturas, dominando cinco idiomas. Usted representa un vínculo entre los continentes, una ventana abierta sobre los demás, un arco iris sonriendo en un mundo incierto donde más que nunca los hombres necesitan tender la mano al otro a pesar de sus diferencias.

Querido Nacer, Francia es, así como Argelia y Costa Rica, su país de corazón. Como lo dice a menudo “nunca me sentí extranjero en Francia”. Más allá de la pasión que siente por la cultura francesa, son los valores y principios mutuos de los cuales mi país es el símbolo desde la era de las Luces lo que lo une a Francia: la libertad individual, el estado de derecho, la solidaridad, la apertura hacia los demás y la tolerancia. Usted es un hombre de tres continentes, un “ciudadano del mundo” y Francia constituyó un puente que queda irremediablemente presente en su espíritu y su manera de ser entre estos continentes.

Por todo eso, Nacer, me complace y me enorgullezco entregarle la condecoración de la Orden de las Palmas Académicas, un premio que se entrega a los que trabajan en el ámbito de la educación y entonces obran por abrir las mentes. Usted las merece ampliamente.

« Nacer Wabeau, au nom du Gouvernement de la République, nous vous faisons chevalier de l’Ordre des Palmes Académiques.” En el nombre del Gobierno de la República, lo declaramos Caballero de la Orden de las Palmas Académicas.

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