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Mujeres fuera de lugar

El 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Invisibilizada y subvalorada, esta labor, esencial en toda sociedad

El 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Invisibilizada y subvalorada, esta labor, esencial en toda sociedad, es considerada menor o se ha naturalizado como un deber de las mujeres a manera de una extensión de la maternidad. En esta entrevista la doctora Roxana Hidalgo Xirinachs reflexiona acerca de las trabajadoras domésticas nicaragüenses en Costa Rica, motivo de su más reciente libro.

El Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece el “Trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos (trabajadoras y trabajadores del hogar)”, pero el ámbito privado permite el ocultamiento de abusos, explotación y maltrato en una labor que no solo es esencial sino imprescindible. El problema alcanza dimensiones insospechadas cuando quienes realizan ese trabajo son migrantes. El drama del desarraigo y la vulnerabilidad se suma al irrespeto a los derechos humanos y la cosificación de las trabajadoras.

De formación en psicoanálisis y estudios literarios, Roxana Hidalgo es una investigadora transdisciplinaria que actualmente es directora del Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura de la Universidad de Costa Rica. Su más reciente libro Mujeres de las fronteras Subjetividad, migración y trabajo doméstico, es el resultado de un estudio realizado con mujeres migrantes nicaragüenses trabajadoras domésticas en Costa Rica.

Las experiencias de vida recogidas en esta investigación ponen en cuestión aspectos de la sociedad que muchas veces se dan por sentados o se naturalizan. Formas de abuso, discriminación y maltrato dejan ver prácticas heredadas desde la colonia que se aplican a una forma de trabajo que por subvalorado o invisibilizado no deja de ser uno de los más importantes para el funcionamiento de la sociedad.

El cuidado del ámbito doméstico es un trabajo subvalorado, que se da por sentado, eso produce una gran injusticia además conforma un tipo de relación que afecta diversas dinámicas sociales, sostiene la doctora Hidalgo.

En su libro revela la complejidad del tema de las labores domésticas, su feminización naturalizada como extensión de la maternidad, los abusos escamoteados en el ámbito privado, las luchas reivindicativas de las trabajadoras.

-El tema del cuidado doméstico se circunscribe dentro de un ámbito mucho más amplio y esencial que es el del cuidado del otro, el cuidado de la vida. En ese sentido, se opone a la lógica del mercado que se basa en la eficiencia, la productividad, la generación de riqueza, el éxito y lo que sea trazable en el mercado.

Se obvia que para producir es necesario estar sano, alimentado, saludable.

Hay una tradición de que la mujer, en su campo doméstico y fuera de este, se ocupe del cuidado de otros. Hay una segregación muy fuerte que no quiere discutirse en el espacio público. Ese trabajo de cuidado es históricamente subvalorado.

Las reivindicaciones feministas lograron que las mujeres pudieran realizar otras labores en el ámbito público y más abierto, pero no se discutió el trabajo de cuidado doméstico que se convirtió en un carga más, o fue trasladado a otras mujeres, manteniéndose su condición de subvalorado e invisibilizado.

Las trabajadoras domésticas deben cuidar el hogar de sus empleadores, pero también el de su propia familia. En el caso de las mujeres nicaragüenses con las que hice esta investigación, ellas tuvieron que dejar su país, para cuidar otra familia y convertirse en el sostén económico de la propia.

Es una investigación acerca de mujeres pero va más allá del feminismo para acudir a un instrumental transdisciplinario.

-Quise llevar la discusión de un feminismo “blanco”, por llamarlo de alguna manera, con otras fuentes de reflexiones, como los estudios decoloniales, donde entra en juego el elemento racial, de clase social, las políticas neoliberales. Pero también trabajar con la acción participativa en actividades de las trabajadoras luchando por sus derechos y con aspectos del etnopsicoanálisis que permitiera una perspectiva transdisciplinaria y multiparadigmática a la discusión.

El tema es complejo porque involucra aristas muy diversas como la historia, antropología, sociología, migración, estudios de género, etcétera. ¿Cómo definió el tratamiento, o se lo sugirió el tema mismo al irse desarrollando?

El psicoanálisis siempre me ha interesado en articulación con otras disciplinas, con la teoría crítica, el marxismo, el feminismo. También me interesó la literatura, el texto, el discurso. En un estudio anterior trabajé con la novela de la brasileña Clarice Lispector, La hora de la estrella. Esta autora trabaja con personajes marginales en la ciudad. Entonces eso me condujo a los estudios decoloniales, donde hay problemas étnicos, sociales, económicos, culturales.

El trabajo doméstico en América Latina surge ligado a las mujeres indígenas y negras en condiciones de esclavas. Luego se convierten en la servidumbre, pero su invisibilización hace que se mantenga su condición de excepcionalidad, de una forma de explotación que no se discute.

Cuando aquí surgen todas las reformas de las leyes laborales se legisla sobre las 8 horas de trabajo. Pero en el caso de las trabajadoras domésticas, primero era un horario ilimitado, luego en los años 1960 se pasó a 12 horas con cuatro extras posibles. Entonces 16 horas era lo legal hasta 2009.

Es que el mercado subvalora las labores de cuidado porque más que producir, preservan. Al hablar de salarios se considera una labor menor importancia.

El trabajo doméstico no solo es esencial, sino que es imprescindible, no puede dejar de hacerse. Pero las trabajadoras domésticas ganan el mínimo más bajo de los salarios mínimos: ₵187.000, mientras que el de cualquier otro trabajado es de ₵260.000. Estamos hablando de un 40% de diferencia. Pero eso no se discute. No hay equilibrio, ni justicia. Esto se generaliza porque no se discute y muchos empleadores lo consideran normal.

Otro problema es la seguridad social. La mayoría de trabajadoras domésticas no están aseguradas. Esto se agrava en el caso de las nicaragüenses.

También hay mujeres que viven en las casas de sus empleadores, tienen una disposición ilimitada por el mismo salario.

Aunque Costa Rica tiene legislación que puede hacer que se respeten derechos de las trabajadoras, en el caso de las migrantes operan formas de discriminación a partir de la vulnerabilidad de su condición.

En el caso de las mujeres que participan en la investigación, surgen también las estrategias de resistencia.

-Me planteé acércame a trabajar con estas mujeres sin pretender llegar a darles un saber o empoderarlas, sino para ver de qué manera podía sumarme sin asumir jerarquías de investigadora. Me involucré entonces en Astradomes que es la asociación de trabajadoras domésticas. Participé en talleres donde ellas ponían sus historias, su conocimiento, y yo algunos instrumentos de trabajo teórico o metodológico.

También trabajé con la Mesa de Mujeres Migrantes y Refugiadas, que integraba distintas organizaciones.

Astradomes nace en la década de 1990, pero sus orígenes se remontan a los años de 1950, cuando algunas mujeres del Partido Comunista intentaron organizar a las trabajadoras domésticas.

Todo ese trabajo me dio una perspectiva diferente. Aun las mujeres que no están organizadas han ido comprendiendo la importancia de integrarse. Cuando ellas se enteran de que existe una legislación que puede protegerlas, se empoderan un poco más. El problema es que la mayoría no están organizadas, lo cual las mantiene en condiciones de vulnerabilidad.

¿Cómo es que se involucra con este tema de investigación?

-El tema del cuidado es un tema ligado al cuerpo, a la vida. Es un tema que cruza todo el espectro social y humano. Pasa también por lo afectivo. Pero es un tema poco estudiado en América Latina en general y en Costa Rica en particular, dada la importancia que creo que contempla.

Las narrativas de estas mujeres, las historias que han vivido ponen en cuestión muchos supuestos de esta sociedad respecto del respeto a los derechos humanos.

El cuidado se convierte en servidumbre cuando quien cuida debe estar bajo vigilancia.

-Hay un discurso patriarcal sobre la inferioridad de la mujer que establece que la mujer debe ser vigilada y el pater familia pone orden. Ahí hay una subvaloración del trabajo doméstico y una sujeción de quien lo realiza. Esa dinámica que ha sido asumida históricamente como algo natural es lo que debe ponerse en cuestión.

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