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Partió el último de los 4 jinetes: Tomás Guerra

El 31 de enero de 2023 devolvió sus elementos a la infinitud del universo Tomás Guerra Rivas, salvadoreño nacido en 1937 y radicado en Costa Rica desde hace más de 50 años. En un país desmemoriado, poco o nada significa este nombre ni mucho menos se le asocia con nada ilustre o de lustre. Pero es bueno rescatar algunos rasgos de su perfil vital.

Durante 15 años, entre 1957 y 1972, Tomás (o Tomasito o viejo Tom) llevó a cabo acciones dignas de registrar en la historia de El Salvador.

Fue famosa, como fuente de temores, la fotografía que circuló, para indignación de los oligarcas y sus empleados de El Salvador, en la que aparecían 4 salvadoreños atrevidos y audaces que estuvieron en  el Sexto Festival Mundial de la Juventud y Los Estudiantes, de 1957, celebrado en Moscú para hacerlo coincidir con el 40º Aniversario de la Revolución de Octubre y la URSS ya había enviado a orbitar su primera luna artificial, el Sputnik, y los pobres y los proletarios del mundo creían que el socialismo iba “camino a las estrellas”, como una vez me dijo un dirigente obrero, auténticamente popular y proletario, Blas Escamilla, el viejo Polo.

En ese festival se estrenó la famosa canción “Noches de Moscú” que todo camarada bien portado debía escuchar, a bajo volumen para capear captura, junto a la Internacional.

En la mentada fotografía aparecen 4 jóvenes audaces y sonrientes: Tomás Guerra, Roque Dalton, Roberto Castellanos Calvo y José Domingo Mira. Eran, según la derecha, 4 jinetes del apocalipsis que marchaban como avanzada para destruir nuestro querido país.

Cada uno de los 4 tiene su historia: de Tomás (20 años) estamos hablando; Roque (22 años) es conocido hasta la saciedad; Roberto Castellanos, el mayor del grupo, con 34 años, dirigente del Partido Comunista, el de antes, hijo mayor del coronel Arturo Castellanos, el celebrado héroe por salvar judíos del holocausto; y Mingo Mira (32 años) un izquierdista singular y ávido lector, sobre todo de la obra del marxismo clásico. Roberto y Mingo, por esa época, ya estaban en la mira de la represión gubernamental y habían pasado sus carceleadas y sus fugas. Tomás y Roque estaban vírgenes en esas lides; pero fue a partir de este momento que causaron alta en las filas de los sempiternos perseguidos por un régimen protector de los poderosos. Fue después de ese viaje al Festival en Moscú que Roque Dalton escribió su poema “Vengo desde la URSS amaneciendo”.

En 1972, Tomás Guerra volvió a ser noticia. Estuvo envuelto en la conspiración que dio lugar al golpe de Estado del 25 de marzo, liderado por el coronel Benjamín Mejía para derrocar a Sánchez Hernández y restaurar el respeto a la Constitución. Se dijo que Tomás redactó la proclama de los alzados. El golpe fracasó y unos diez años después el coronel Mejía y su esposa fueron asesinados por los guardianes del régimen oligárquico, en castigo a su osadía de creer en la justicia y la democracia para todos.

En la portada de Diario El Mundo, del lunes 3 de abril, apareció como “última noticia”: “Más civiles implicados en golpe” y decía que el subsecretario Guillermo Paz Larín informó sobre la solicitud de salvoconducto hecha por la Embajada de Costa Rica en El Salvador, a cargo del Embajador Mario Charpentier, para el Dr. Tomás Guerra Rivas, “supuestamente implicado en el abortado golpe de Estado”.

En la misma nota se informaba que la Embajada de Venezuela había hecho similar solicitud para el Dr. Guillermo Manuel Ungo, excandidato a la vicepresidencia en las elecciones del comienzo del año y que fueron birladas a la oposición, lo cual dio origen al golpe de Estado aludido.

El ministro de Relaciones Exteriores era Walter Béneke, que, como ministro de Educación, en 1968 quiso someter vía represión al gremio magisterial y a su organización gremial “Andes 21 de Junio”. Como Canciller, también dio muestras de favorecer medidas represivas.

Entre 1957 y 1972 transcurrieron 15 años, en los cuales Tomás Guerra llevó a cabo múltiples tareas pensando en los cambios revolucionarios que se necesitan en El Salvador. Tarea aún pendiente.

Tomás era muy reservado. Casi nunca hablaba de él mismo. Sin embargo, por conversaciones, informaciones y otros testimonios se puede hacer un recuento somero de sus acciones. Estudió Derecho y recibió el rimbombante título de Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Ahí fue notable estudiante, presidente de la Asociación de Estudiantes de Derecho y vicepresidente de la AGEUS. Ejerció el periodismo radial en El Salvador cuando éste estaba en sus pañales. Después, estuvo en los comienzos de Prensa Latina, agencia de noticias creada por la Revolución Cubana. Ejerció el periodismo escrito en México y Costa Rica. Desplegó actividades organizativas para sectores populares en El Salvador. Eso me lo contó Miguel Mármol a mediados de los 1960, cuando este legendario revolucionario hablaba de sus esfuerzos por organizar núcleos de estudio y acción en las áreas rurales del país. Mármol decía que Tomás era su colaborador en esas lides y hacía aportes valiosos en esta materia.

Es un hecho de dominio público que Tomás recibió capacitación político militar en el exterior, junto a otros salvadoreños conocidos, unos fallecidos y otros ancianos, con vistas a que se dedicara a la lucha armada para organizar una revolución social que nunca llegó. Este asunto ha dado lugar a denuestos, tergiversaciones y hasta calumnias, lo cual indignaba a Tomás. Hasta sospechoso de ser agente de la CIA le endilgaron algunos despistados. Pero esa es una “maña vieja” para descalificar adversarios intra-izquierda en una práctica de “canibalismo fraterno”.

Tomás ejerció la docencia universitaria, principalmente en el área de periodismo y comunicaciones, en México y Costa Rica. En este último país vivió 50 años. Desde su salida en abril de 1972 nunca regresó al país, pero mantuvo vínculos estrechos con los salvadoreños en Costa Rica y, se supo, fue colaborador de alguna organización político-militar en la década de la guerra popular. Parte de esos 50 años los pasó en México, sin perder su base en Costa Rica, donde ejerció la docencia universitaria en la Universidad de Puebla.

En Costa Rica fue muy conocida su obra biográfica José Figueres: una Vida por la Justicia Social, publicada en 1987, que escribió con base en una investigación auspiciada por la Fundación Friedrich Ebert.

Mucho se podría decir de Tomás Guerra. Tuve la fortuna de su amistad por casi 60 años y lo recuerdo como brillante argumentador, ilustrado intelectual, solidario amigo sin esperar nada a cambio, comprensivo con los niños, presto a servir a los demás, ingenioso conversador y ágil de mente para enviar y absorber dardos verbales en una reunión de amigos. Y hay que decir que fue motivo de admiración entre sus cercanos por haber pronosticado el derrumbe de la Unión Soviética cuando llegó al poder Mijail Gorbachov en 1985.

Ahora, Tomás Guerra, quien la derecha salvadoreña una vez vio como jinete del apocalipsis, ha partido. Es el último de los cuatro de Moscú en 1957, que creían en la revolución para construir un país socialista. Roque Dalton, Roberto Castellanos y Mingo Mira se le adelantaron. A lo mejor se juntan para evocar y revivir su encuentro en Moscú y verificar si el socialismo va rumbo a las estrellas, como creía Blas Escamilla, o se quedó varado sobre un asteroide cascajoso en la inmensidad e infinitud del universo y del tiempo.

Hasta luego Tomás, tus amigos te extrañaremos.

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