Los Libros

Los libros del presidente 

Las cuatro publicaciones realizadas por el Presidente Carlos Alvarado pasaron desapercibidas para la crítica literaria costarricense.  

Antes de convertirse en político y en presidente de la República, Carlos Alvarado Quesada aspiró a ser cantante de rock y literato. En una entrevista para un noticiero costarricense realizada el 9 de julio de 2017, el entonces recién escogido como candidato presidencial del Partido Acción Ciudadana (PAC) reveló que, de hecho, ingresó a estudiar periodismo en la Universidad de Costa Rica en 1998 porque quería ser escritor. Su acercamiento a la música no tuvo buen suceso y no pasó de ser parte de una agrupación pasajera que solo sirvió para dejar en claro que, como cantante, Alvarado no tenía futuro. Su experiencia literaria, en cambio, rindió frutos que se pueden ver en cuatro libros publicados.

En 2006, la Editorial Perro Azul le publicó un libro de cuentos con un título posiblemente irónico Transcripciones infieles. Compuesto por narraciones que no son cuentos y con historias poco hiladas o con tramas trilladas, a veces llenas de reflexiones que no culminan en ninguna parte, este volumen, quizás como el mismo Alvarado revela en uno de sus relatos, puede haber sido solo el resultado de “los caprichos” de su “inconsciente” y de su “vanidad”; vanidad que incluso lo llevó a titular uno de sus cuentos como “El problema de llamarse Carlos Alvarado”.

El título del libro, además, fue utilizado por el mismo autor en su blog personal, por lo que es posible que varios de los relatos que incluyó como “cuentos”, hubieran sido originalmente entradas en ese blog.

En 2007, la Editorial Costa Rica publicó su novela corta La historia de Cornelius Brown, con la que obtuvo el Premio Joven Creación de esa editorial un año antes. La trama de esa ficción, muy similar a la de la novela The Information (1995) de Martin Amis, está también ligada a la infidelidad, pero esta vez es la de un escritor, sin nombre, que quiere escribir sobre lo que desea y no sobre lo que el mercado exige y sobre otro escritor, Cornelius Brown, que hace lo contrario; es decir, crea historias con un gran potencial de consumo popular, a costa de no ser fiel a sus deseos literarios.

Nuevamente, esta historia no conduce a ninguna parte: cargada de frases para olvidar, aspira a ser una narrativa de ruptura pero reproduce, más bien, un lenguaje simple que está construido a partir de oposiciones binarias y arrastrando, a veces pisoteando, el tema de la dualidad humana que alguna vez Robert Louis Stevenson volvió un tema importante para la literatura.

En 2012, Uruk Editores dio a conocer otra novela de Alvarado: Las posesiones, cuya trama se desarrolla en dos momentos históricos diferentes: en la Costa Rica de la Segunda Guerra Mundial y en la del presente, en que la escribió el autor, y refiere a tres historias hiladas sobre la persecución a familias alemanas y la confiscación de sus propiedades durante 1941-1945. En su contraportada, este libro contó con una recomendación del estudioso Jacobo Schifter Sikora, quien lo presentó como “una novela del tipo que no se puede dejar leer en una noche”. Lo cierto es que, de sus ficciones, ese libro es el mejor logrado, seguramente porque es el único en que Alvarado renunció a ser el escritor y, a la vez, el personaje de la historia. Finalmente, en 2015, Uruk Editores le publicó una nueva novela ahora ambientada en Inglaterra y que sigue el mismo camino intimista de Alvarado: Temporada en Brighton.

Esa rápida carrera literaria, con cuatro libros publicados en menos de diez años, sin embargo, no le reportó un reconocimiento literario ni catapultó la imagen de Alvarado y la atención de la academia y la crítica literaria costarricense ha sido casi nula con respecto a su obra literaria. Ni siquiera Las posesiones, que podría haber motivado alguna polémica si hubiera sido discutida con críticos e historiadores, levantó siquiera algún comentario al cual atender. No fue sino hasta en el 2020, que el escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado invitó a Alvarado a hablar de sus libros por medio de una actividad virtual, que el presidente costarricense vislumbró como una posibilidad de ganar capital cultural y reconocimiento como escritor a nivel regional.

No obstante, en 2014 Alvarado dejó de lado la literatura y se involucró de lleno en la campaña política de la candidatura presidencial de Luis Guillermo Solís Rivera, de cuya administración (2014-2018) fue presidente del Instituto de Fomento y Asesoría Municipal y ministro de Trabajo y Seguridad Social.

Esa experiencia le pudo abrir los ojos a Alvarado con respecto al futuro: la política podría ser el mejor vehículo para colocar su nombre en el ámbito nacional e internacional y, con suerte, saltar a un escenario donde pudiera ganarse un espacio de reconocimiento como asesor, político y, en algún momento, como escritor.

Así, con apenas ese recorrido político de 2014-2017, Alvarado Quesada decidió aspirar a la candidatura presidencial del PAC, cuya noticia fue recibida con recelo por su familia, como él mismo le comentó a un periodista: “No fue como que abrieran una botella de champaña cuando les comenté de mis intenciones; es que en mi casa nadie nunca ha estado metido en política, no hay tradición en ese sentido, les costó asimilarlo”.

En contra de Alvarado no solo conspiraba su breve currículo político, sino su juventud, como él mismo lo advirtió: “es un prejuicio, una idea preconcebida, a las personas hay que juzgarlas por sus resultados, por los hechos, no por la edad”. Finalmente, en esa entrevista se presentó como quien profundizaría un supuesto “cambio” político iniciado por Solís Rivera en 2014.

Leer la narrativa ficcional de Alvarado Quesada y sus declaraciones como candidato recién electo hacen pensar que, quizás, el personaje ficcional más importante para el presidente se comenzó a fraguar apenas en mayo de 2018, cuando se puso la banda presidencial en el pecho. No hay duda de que esa banda le llegó a Alvarado sin luchar mucho por ella y fue el resultado directo e impredecible de una empeñosa coyuntura histórica que podría haber parecido más ficcional que real.

Al ser electo presidente de Costa Rica, muchos medios internacionales reprodujeron la nota de AFP Agencia en la que se puntualizaba que Alvarado, antes de ser político, había sido novelista y rockero y que era fanático de Ernest Hemingway y de Pink Floyd. Como escritor, el presidente sigue lejos de Hemingway y como político aparece ahora muy distante de la banda inglesa que en uno de sus temas más conocidos, “Pigs (Three Different Ones)”, escrito por Roger Waters, no solo denunciaban a los grupos poderosos que dominaban perpetuando la injusticia y sujetándose al poder, sino que los describían con máscaras y como sujetos que: “radiate cold shafts of broken glass”. Quizás ya Alvarado no escucha esa música, ojalá siga escribiendo.

 

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