Los Libros

La partitura para improvisar de Fabián Coto

Bajo continuo Fabián Coto Novela Editoral Encino 2021

Desde su origen en la música barroca, el “bajo continuo” corresponde a una técnica de composición y ejecución donde el compositor crea la voz del bajo sin especificar su contrapunto o acordes, los cuales quedan para ejecución libre del intérprete. El músico que interpreta aquel tipo de pieza –también llamado “continuista”– tiene entonces que improvisar en algún grado para complementar la voz del bajo y terminar de resolver la armonía.

Fabián Coto ha recurrido al bajo continuo como título para su más reciente novela, pero más allá del propio título, también ha retomado aquella técnica de composición musical como fundamento para desarrollar la propia arquitectura de su narrativa. A manera de historias relativamente conexas, el argumento de la novela deja continuamente espacios –o “contrapuntos”, como en la música– que deben ser atendidos y resueltos por el lector. El narrador, entonces, sugiere o insinúa, pero no tiene la ambición de elaborar un relato redondo y cerrado donde todas las piezas embonan y ofrecen una lectura unívoca.

Con este propósito, el autor hace acopio de distintas voces narrativas y distintos registros o estilos. Se podrá encontrar así la intriga de la novela policial, cierto tono romántico propio del nature writing, la evocación bucólica de la novela “del agro” costarricense, así como las notas de sociología espontánea que buscan indagar sobre la identidad, el carácter y el basamento de la vida cotidiana del costarricense. En este sentido, Bajo Continuo continúa con la exploración de algunas inquietudes recurrentes de Coto Chaves, quizás la principal de ellas es aquella que figura en el título de su opera prima El país de las certezas, pues es en la remembranza que el autor finalmente encuentra algunas pocas certidumbres.

No es casual que, en esta novela, como en otros textos a los que el autor nos tiene acostumbrados, aparezca con tanto protagonismo, además del pasado, el Gemeinschaft del que hablaba Ferdinand Tönnies: esa comunidad tradicional, rural, basada en los sentimientos de unión y en los vínculos mutuos. La cual, no obstante, Coto Chaves rehúye a romantizar, al trazar también –muy consecuentemente con lo que hizo Max Jiménez en El Jaúl– los reveces de aquellas relaciones que acaban en la suspicacia, la desconfianza e incluso la agresión y la violencia. Como apunta uno de los personajes en esta novela: “el pasado rural fue cualquier cosa excepto idílico. Es cierto. Y en la vida del hombre de campo, aún hoy, priva la lógica del bárbaro cuyo único sostén, cuyo único motivo de vida es la destrucción del paisaje.”

Particularmente en Bajo Continuo, figura una trama que, a partir de la profanación de la tumba del clérigo y político costarricense Florencio del Castillo, se abre a una suerte de suspense donde figuran personajes como Julio y Toño, vecinos de Paraíso de Cartago –cantón que aquí aparece incluso como un personaje más, al que en algún momento se describe como “un infierno con un parque, una iglesia, una cantina y una estación de bomberos que sirve para dar las direcciones”–  a partir de los cuales se va presentando de manera oblicua la trama de la exhumación; así como Dave, un gringo excombatiente de Vietnam, que aterriza en Costa Rica con la misión de esclarecer el robo de los restos de Florencio del Castillo, acompañado de su asistente Cletus.

No obstante, lo que podría parecer la dupla canónica de la investigación criminal es atendido de entrada desde la contrariedad, la desidia e incluso el fracaso: “los métodos rigurosos son cosa de Sherlock Holmes y no de un detective que sueña siempre con vietnamitas y suampos.” El mismo Cletus llega a describirse como una suerte de “embajadores del fracaso” que siguen “las pistas de una derrota y no de un crimen”. Aunque Cletus no deja claro a qué refiere específicamente aquella “derrota”, la segunda mitad de la novela –que combina una suerte de road novel con diario de campo antropológico– sugiere que, más allá de un fracaso concreto, aquel ánimo de abatimiento y decepción es también el desmoronamiento de un carácter, de una actitud, y de un proyecto vital.

A lo largo de la novela, figuran los diálogos y las estampas donde se insinúa el abandono de un temperamento y un arbitrio quizás más intrépido y contumaz. Por ejemplo, cuando surge una voz que alude e interpela a la segunda persona y dice:

“Era común verla oteando el cielo en busca de nada. Era común que la gente de su tiempo hiciera ese tipo de cosas. Ya fuera para decidir el momento propicio para lavar las sábanas, para limpiar las canoas o, simplemente, para abrigar a los hijos antes de ir a misa. Oteaba el cielo porque para desenvolverse en el mundo, ante todo, era preciso aprender una hermenéutica […] Para vos, sin embargo, resulta más acuciante leer el tipo de cambio y los trending topics de Twitter que los nubarrones sobre los cerros o los sarpullidos.  Es más, ni siquiera sos capaz de leer las señas del mar… Para ello tenés un app. Sin necesidad de yoga ni biofeedback, probablemente, aquellas gentes como tu abuela tenían una mayor conciencia de su corporalidad, de la dimensión material de su existencia. Una subjetividad carnal basada en lo cotidiano.”

Sin embargo, ese ánimo de algo perdido, esa pátina de la derrota y el fracaso, también se deja insinuar en un proyecto de país, en una Costa Rica fragmentada o incluso polarizada, donde figura un San José que Dave concibe como “impersonal”, “agringado” y sin la identidad que podría tener, por ejemplo, Managua o Guatemala o San Salvador; y ese otro mundo: el espacio de las serranías, lo rural y accidentado, ese “mundo del ternero que trisca en la madrugada […] El mundo, pues, de los hombres que chapean con motoguadañas sin la menor ambición de convertirse en diputados o asesores políticos.”

Los personajes, la trama y el argumento de esta novela podrías entonces ser entendidos como conservadores o incluso reaccionarios. Una lectura que sucumba a esos adjetivos, sin embargo, sería simplificadora. El argumento que radica en el fondo no es tan sencillo como una abierta reivindicación de antaño. Los contrapuntos que como lectores debemos interpretar para completar esta narración se abren a la contradicción. El pasado, aunque ofrezca certezas, es también poseedor del trauma y el dolor; y el futuro, aunque pueda ser abordado con relativo optimismo, se parece a esas agresivas olas que te jalan y ponen en riesgo, sobre las cuales hay que remar, o incluso dejarse ir. Es a partir de esta disyuntiva que, a manera de continuistas, podríamos atender algunos atisbos para completar la partitura que ofrece Coto Chaves en esta oportunidad.

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