La mujer que vendría lunes
Relatos
Bernabé Berrocal
Uruk editores
2020
Cuando concebimos el entorno a partir de la mismidad carecemos de perspectiva. Durante la última estación seca prepandemia, leí a Byung Chul-Han; en primera instancia me había negado por considerar que su propuesta filosófica era occidentalista y privilegiada, pero él me aclaró que somos los reflejos que se proyectan en un vidrio roto lanzado en medio de la Avenida Central.
Bajo esta premisa realicé la lectura de La mujer que vendría lunes, un libro compuesto por tres relatos que presenta la vida cotidiana del costarricense moderno-tardío. El autor, Bernabé Berrocal, detalla el ser desplegado de los personajes en impredecibles encuentros de humor y tragedia bajo las aparatosas nubes en Sabana Sur e inclementes rayos en Jacó Beach. En la portada se aprecia a una mujer que mira al espectador, como el libro mismo, su naturalidad es una virtud y su gesto tranquilo el último soplo de lo oculto. La fotografía se enfrenta a una sociedad que imita su rastro, es posible inquietarse y conmoverse al descubrir su identidad atada en el tiempo.
La verdad sobre nosotros, el primer relato, presenta la historia de un joven que enfrenta junto a su pequeña familia la etapa terminal de su padre. Los olores, los alientos y las miradas son fieles extractos de un “real action” en papel, donde la cotidianidad se hace grande en la simpleza. Sabana Sur como el escenario tosco y acelerado reta a los personajes a subirse en los vagones de la emoción matutina y los microclimas que ajustan la mejor perspectiva de la vida en medio de la desventura permanente de su hogar.
Ulises no volverá, la segunda narración, revela con originalidad e ingenio episodios de sátira y humor ácido sobre entidades habituales, es posible que al leerles seamos invadidos por un sentimiento sospechosamente común, como lo indica su relator. Este texto nos concede la entrada al mundo metafísico, a las grietas de la matrix donde se asoma una sirena, fumigadores existencialistas, un Jean Paul Sartre tico que revela la capacidad de indignación y el ejercicio de la denuncia como la posibilidad de venganza de los silenciados. Las vivencias de los personajes se enfrentan con la fuerza anónima e insensible del universo.
La mujer que vendría lunes, el último relato, desenlaza el encuentro de dos amigas que a través de la episódica década de los noventas recuerdan el mundo postapocalíptico. En paralelo, dan apertura a la madurez y la libertad resolviendo los cabos sueltos que durante años representaron incómodos silencios. Sally se vincula emocionalmente al mar y a su brisa como escape de la turbulencia que le persigue. Sin duda, es el texto más trágico del libro, recuerda que la vida misma se encarga de disgustarnos, entre incertidumbre y ansiedad brinda la capacidad de sorprendernos.
Los tres relatos son una bandeja de sushi, y en medio de cada roll se requiere de jengibre curtido para limpiar el paladar y apreciar el nuevo sabor que implica cada narración. Los personajes tienen el ojo descubierto y desafían en forma y mensaje los viejos enemigos de la razón: el elitismo y los medios de comunicación deshonestos. El destino de los textos supera la producción de un mundo hipercambiante y saturado de exposición. A través de estos relatos se ingresa al mundo de lo inaccesible y de lo oculto, que se esconde detrás de la puerta de bienvenida. Los relatos definidos así por su naturaleza cercana, asemejan una historia propia, conforman un reality show subversivo que invitan a detenerse y a observar los detalles de la cotidianidad sin la necesidad tácita de exhibirlo todo.
Un elemento distintivo de la obra del escritor es la capacidad con la que designa “un contacto sin tacto, una contigüidad epidérmica del ojo y de la imagen. Cercana a la piel” como menciona Jean Baudrillard en el ensayo La Transparencia del mal. Como si lo inevitable y lo absurdo se confabularan en contra de los personajes, el autor no escatima en colocar lo humano y lo animal bajo el mismo lente, los mezcla y conecta; sin embargo, los cuadrúpedos tienen la posibilidad de dejar silencios. Las personas involucradas en los tres relatos se enfrentan a la burocracia de la vida, a los desalojos, las deudas, las amenazas y al estrés pandémico que promete resolverse frente al mar.
La derrota es un final abierto, nadie se ahoga ante el temor cósmico, vivir es aprender a colgar de un hilo y sentir el álgido aroma de la muerte. Entre las páginas de este libro el escritor le da un tratamiento natural a la ansiedad y animaliza la muerte. No es antagónica a la cotidianidad, por el contrario, es precisa y viene el lunes. La muerte es protagonista, perenne y dinámica, cala en la piel y en las suelas de los zapatos.
Alison Castillo Barboza