Los Libros

Isabel Allende en su propia palabra de mujer

La gran escritora chilena Isabel Allende cumplió 80 años este 2 de agosto y su primera novela, La casa de los espíritus, 40 de su publicación. Las celebraciones de ambos aniversarios van desde una reedición especial de la novela, una nueva adaptación en serie de televisión, su libro recién salido Violeta, hasta el estreno de una miniserie sobre la misma escritora: Isabel: La historia íntima de la escritora Isabel Allende. Con 25 libros publicados, es la escritora en castellano más leída del mundo, con 75 millones de ejemplares. Presentamos aquí una entrevista muy publicada por el periódico chileno La Tercera, en la que la autora con la franqueza y serenidad que la caracteriza transmite amor a sus lectores.

La abuela preparó su despedida silenciosamente. Se desprendió de bienes materiales y poco antes de morir recibió la visita de sus amigas de la Hermandad Blanca, con las que solía hacer espiritismo. La Memé, como la llamaba Isabel Allende, dejó un puñado de recuerdos físicos —un espejo de plata, un libro de oraciones, un ramillete de azahares de cera— y una leyenda larga. La escritora tenía siete años y desde entonces siente que su abuela la acompaña. “Todas las mañanas yo me peso y antes de pesarme le pido a mi abuela que por favor no haya subido de peso: Memé, por favor, le digo. Yo no soy religiosa, pero ella es mi contacto con la dimensión mágica”, dice.

Isabel Barros, la Memé, se convirtió en uno de los personajes más queridos por Isabel Allende: ella es el modelo de Clara, la clarividente de La casa de los espíritus, así como su abuelo Agustín Llona fue el referente para Esteban Trueba. Con ambos vivió de niña, tras la separación de sus padres.

—Ella me acompaña, yo la tengo siempre aquí. Mira, te la voy a mostrar —dice.

La escritora se encuentra en el escritorio de su casa en California. A sus espaldas hay una galería de fotos familiares, entre ellas su hija Paula; su mamá, Francisca Llona; y su padrastro, Ramón Huidobro. Isabel Allende toma un retrato en blanco y negro y lo acerca a la cámara.

—Estos son mis abuelos. Mi abuela se murió muy joven, desgraciadamente. Si hubiera vivido más, mi vida habría sido distinta, creo. Ella era un personaje despegado del mundo, completamente espiritual, irónica, divertida e incapaz de hacer nada práctico. Pero dejó una leyenda y esa leyenda se agrandó con el tiempo, con las anécdotas que contaron o inventaron de ella. Para mí ha sido como el contacto con el más allá.

Isabel Allende recuerda a su abuela con motivo de los 40 años de La casa de los espíritus. Editado en agosto de 1982 en España, fue el libro que la convirtió en novelista y transformó su vida.

En octubre, el sello Random House publicará una edición conmemorativa. Es un doble aniversario: nacida el 2 de agosto de 1942, la escritora acaba de cumplir 80 años.

Es miércoles 3 de agosto por la mañana en California. Durante el día anterior Isabel Allende recibió miles de saludos de amigos y lectores. Por la noche celebró el cumpleaños con Roger Cukras, su tercer marido, en casa de su hijo Nicolás y su esposa Lori.

—No me sentía tan bien, con tanta salud desde hacía tiempo. Me siento por lo menos 20 años más joven. Creo que me hizo muy bien el divorcio… y el matrimonio subsiguiente —dice entre risas.

A la bandeja de entrada de su correo llegaron más de 100 mil mensajes de saludos. Isabel Allende cultiva una relación especial con sus lectores, relación que comenzó insospechadamente en el exilio, en Venezuela, el 8 de enero de 1981, cuando empezó a escribir una carta a su abuelo. Por entonces vivía días poco felices: su matrimonio estaba en crisis, ella tenía un trabajo poco satisfactorio y su abuelo agonizaba en Chile.

—Yo estaba viviendo en Caracas. Al principio estaba súper frustrada, porque mi marido trabajaba en provincia, estábamos separados, el matrimonio no iba a ninguna parte. Los hijos crecían, ya se iban a la universidad y yo encontré trabajo administrando un colegio. Era un trabajo que no tenía nada que ver conmigo: tenía que vestirme de señora y cobrar a los padres de los niños. En medio de esa frustración, iba a cumplir 40 años con una sensación de que no había logrado nada y de que todo lo que había tratado de hacer se había deshecho. Sentía una nostalgia por Chile y por la vida pasada tremenda. Y una idealización de lo que había sido la familia. Y en ese momento, cuando nos avisaron que mi abuelo se estaba muriendo, empecé a escribir. Y fue como si hubiera abierto una válvula: salió todo lo que tenía acumulado por años. Creo que yo nunca habría sido escritora sin el exilio.

Al final de ese año terminó el manuscrito. En principio se lo entregó a un editor y amigo exiliado en Caracas, José Cayuela. Este leyó el texto y se lo devolvió: no estaba convencido de publicarla. Entonces la autora decidió enviarlo a Carmen Balcells, la representante de los autores del boom en España. Perspicaz y con olfato comercial, Balcells no solo logró un contrato editorial en español; también vendió los derechos de edición a varios idiomas en la feria de Frankfurt.

Rápidamente el libro logró la popularidad de un bestseller, pero Isabel Allende mantuvo su trabajo en el colegio.

—Carmen me dijo: “no dejes tu trabajo, porque hay mucha gente que escribe un solo libro y con un solo libro no vas a vivir”. Aunque se traduzca a todos los idiomas, no vas a vivir de eso. El escritor se prueba con el segundo libro y con los que vienen después. Y me dijo vas a tener que hacer el doble o el triple de esfuerzo que cualquier hombre para obtener la mitad del reconocimiento.

Se la conoció como la escritora del boom.

—Sí, y rápidamente me sacaron del boom. Primero dijeron que yo era la mujer del grupo y después no, no, no, no, no, esta es post boom. Jajaja. No vaya yo a manchar al boom, por Dios.

¿Tuvo relación con los autores del boom?

—Tuve alguna relación con José Donoso, que fue siempre muy cariñoso conmigo. Conozco a Mario Vargas Llosa, y punto. No pertenezco al club, para nada. A García Márquez lo vi una vez en un bar, de lejos.

El libro le cambió la vida. ¿Cómo lo valora hoy?

—Me dio una voz y un propósito. No he hecho nada más que escribir durante 40 años. Todo lo que hice antes en mi vida fue una preparación para esto. Desde chica, la escritura siempre fue para mí una manera de entender la vida. Yo le escribía todos los días a mi madre y se iba quedando como un registro diario de lo que pasaba, y al mismo tiempo era como terapia, porque iba entendiendo mejor lo que vivía. Cuando Paulita se enfermó, en el hospital en Madrid, yo empecé a escribirle en un cuaderno, porque pensé cuando despierte quiero contarle todo lo que pasó y se me va a haber olvidado, porque era tal el terror y el dolor que se me va a haber olvidado. Le escribía todos los días y basándome en eso y en las cartas que le escribí a mi mamá pude escribir el libro Paula después que ella murió. Mi manera de sobrevivir a ese momento de terror fue escribiendo. Si no le hubiera podido escribir a Paula y a mi mamá, me habría muerto ahí mismo.

Teatro, cine y ballet, La casa de los espíritus ha conocido numerosas adaptaciones. La más rutilante fue el filme de Billie August de 1995, que contó con un elenco de estrellas internacionales: Meryl Streep, Glenn Close, Vanessa Redgrave, Winona Ryder, Jeremy Irons y Antonio Banderas. Ahora, la directora Francisca Alegría trabaja en el proyecto de convertirla en miniserie, con acento latino.

—El elenco de la película era extraordinario, pero era en inglés, con plata alemana, filmada en Europa. Yo la encontré muy buena, pero antes de que saliera fue atacada aquí en Estados Unidos por el Sindicato de Actores Latinos, porque dijeron que no tenía un solo actor latino fuera de Antonio Banderas. La serie será completamente latina, con actores latinos y en español, con subtítulos.

¿Las lectoras se han acercado al feminismo gracias a sus libros?

—En mis libros aparecen personajes femeninos fuertes, resilientes, que salen adelante a pesar de todos los obstáculos y a pesar del dolor. Y eso puede ser que inspire a alguna gente. Acabo de recibir un email de una muchacha joven que parece que viene de un ambiente muy conservador, y me dice que a través de un librito que escribí, Mujeres del alma mía, se le abrió la idea del feminismo. Pero es que ella ya tenía la inquietud. Muchas lectoras jóvenes me dicen que al leer mis libros algo cambió y yo siempre contesto lo mismo, que cualquier cosa que yo les diga no cambia nada. Ellas ya tenían la semilla adentro y se conectan con las palabras porque ya lo pensaban, ya lo sentían.

En su libro Paula usted cuenta una experiencia de abuso, en una playa.

—Sí, fue un pescador. Fue una experiencia que nunca se me olvidó. Me costó mucho hablar de ella, se la vine a contar a mi mamá muchos años más tarde, porque tenía terror de todo lo que pasó. Y vergüenza también. Pero no me traumatizó como han traumatizado experiencias así a la mayor parte de las mujeres, tal vez porque no me violó, no hubo violencia. Fue una cosa de seducción más que de violencia.

Claro, pero usted tenía ocho años.

—Fue completamente inapropiado. Eran otros tiempos y los niños andaban sueltos por la calle. Yo andaba sola en la playa con una muñeca. Eso no pasaría hoy.

¿Ese tipo de experiencias eran más comunes de lo que se pensaba?

—No era algo de entonces, solamente. Hoy también son mucho más comunes de lo que sabemos. Y ahora hay conciencia de que eso hay que combatirlo y hay más libertad, los niños cuentan lo que pasa en la escuela. En todas partes hay más información, antes no había nada. Mi mamá tenía las pechugas muy grandes y me contaba que cuando tenía 12 años ya se había desarrollado completamente y sus tíos le manoseaban las pechugas y se reían. Encontraban que era de lo más divertido y ella se sentía completamente humillada y tuvo siempre vergüenza de sus pechugas grandes, en vez de lucirlas, porque desde chica se las manosearon. Hoy, si pasa una cosa como esa, ya se sabe, no se puede admitir. Y ahora con el movimiento MeToo hay muchas más repercusiones para el abusador.

En septiembre en Chile votaremos una nueva Constitución, con paridad de género. ¿Ha tenido la posibilidad de leerla?

—Sí, yo creo que somos el único país en el mundo que se puede dar el lujo de pensar en su futuro y decir qué visión de país queremos. Y esto es lo que vamos a construir hipotéticamente ahora. Ojalá la Constitución sea aprobada. Va a necesitar muchas enmiendas, pero una vez que sea aprobada.

Estamos en un momento de mucha polarización al respecto.

—Yo creo que hay que preguntar a los jóvenes, porque ellos van a heredar este país y la gente joven tiene otras prioridades. La gente joven no está ya en lo que estaba la generación mía y los que vinieron poco después. A ellos les interesa el clima, la naturaleza, la defensa del planeta, que está en la Constitución. Ya para ellos la diferencia de género no tiene ningún sentido, entonces el machismo ya deja de tener el peso que tenía. O sea, la nueva Constitución ataca los fundamentos del patriarcado y eso es lo que tiene tan alterada a la derecha.

Uno de los artículos tiene que ver con los derechos reproductivos. Los partidarios del Rechazo ven allí una puerta abierta al aborto. ¿Usted es partidaria del aborto?

—Sí, porque el aborto es una medida extrema que una mujer toma cuando ya le falló todo lo demás. Pero las mujeres tienen que tener la posibilidad de escoger. La maternidad no puede ser obligada, no puede ser impuesta por el Gobierno ni por la Iglesia. Y además tiene sus límites, porque tampoco vas a abortar a una criatura de seis meses, ¿no? Entonces, cuando se habla en general que la Constitución promueve el aborto, no pues, la Constitución le da el derecho a la mujer a abortar y luego vamos a legislar en qué forma exactamente.

Otro de los artículos controversiales tiene que ver con el derecho a la muerte digna. ¿Qué piensa al respecto?

—Es un derecho, absolutamente. Mis padres murieron en mis brazos, mi hija murió en mis brazos, y sé cómo es la muerte. La muerte puede ser digna, puede ser acompañada, puede ser sin dolor o puede ser un horror. Y en los países más avanzados hay el derecho a morir. Mi vecino tiene 81 años, lo quiero mucho, es un hombre maravilloso. Él acaba de ayudar a morir a su hijo paralizado de pies a cabeza. Él tenía un plazo para morir, porque tiene que ser capaz de tragar y él mismo administrarse la pastilla. Su padre estaba ahí para asesorarlo, para tenerlo de la mano y ayudarlo. Yo estuve muy cerca de él en todo esto y lo vi sufrir espantosamente al padre. Pero el hijo agradeció que lo ayudara a morir con dignidad. Entonces hay situaciones en las que eso tiene que ser posible.

¿Usted se lo plantearía?

—Por supuesto. Y espero que mi hijo me ayude.

¿Ha pensado en el retiro, en qué minuto lo decidiría?

—Yo creo que cuando me falle la atención, cuando no logre enfocarme, porque el tipo de libro que yo escribo requiere mucha investigación. Tengo que tener la capacidad de leer algo y agarrar lo que me va a servir y acordarme de dónde lo saqué.

¿En este minuto trabaja en algo nuevo?

—Acabo de terminar un libro sobre refugiados. Es una novela y se llama El viento conoce mi nombre.

¿Por qué el tema de los refugiados?

—Porque vivo entre ellos. Vivo en California, en Estados Unidos, donde tenemos el problema en la frontera y mi fundación trabaja con refugiados en la frontera de aquí, pero internacionalmente también en África, en Afganistán, ahora en Ucrania. Entonces los tengo muy cerca.

¿Se ha sentido refugiada?

—Yo he sido una refugiada muy privilegiada, porque pude escoger dónde ir y pude irme a Venezuela, que en ese momento era un país generoso, abierto y rico, donde yo hablaba el idioma y pude ir con la familia. Así que yo diría que he sido una eterna desplazada, como decía Neruda, una eterna desterrada, porque uno no está en su tierra. Pero yo no tengo derecho a quejarme de nada.

Si tuviera que decidir dónde descansen sus restos, ¿en Estados Unidos o en Chile?

—Podrán cremarme y tirar las cenizas al excusado, ¡me da lo mismo! Si ya estás muerto, ¡qué más da! El otro día Nicolás me hizo la misma pregunta. Le dije mira, Nico, lo único que yo quiero es morir en mi casa, si es posible, con un perro arriba de la cama, en silencio y en privado, que por favor no vengan a verme. Y luego que tiren las cenizas donde les dé la gana.

Tomado de La Tercera.

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