Los Libros

Dos novelas recientes

Las fiebres de la memoria

Gioconda Belli

Novela

Editorial Planeta, México

2018

 

La buena suerte

Rosa Montero

Novela

Penguin, México

2020

Aunque no se trata de algo inesperado, pues sus autoras son ampliamente conocidas y reconocidas por los innumerables premios y múltiples ediciones y traducciones de que sus obras han sido objeto, me complace reconocer que sus más recientes novelas me han sorprendido gratamente. Me refiero a Gioconda Belli y su obra Las fiebres de la memoria (Editorial Planeta, México D.F., 2018) y Rosa Montero y su novela titulada La buena suerte (Penguin, México D.F., 2020). No oculto mi convicción de que estamos ante unas de las dos mejores plumas femeninas en lengua castellana, a uno y otro lado del Océano, en la hora actual. Estas dos novelas lo confirman. Tienen rasgos en común, si bien el ambiente y los objetivos difieren radicalmente; incluso la técnica narrativa y el estilo, lo mismo que la estética, son muy diferentes.

La nicaragüense es, ante todo, una poeta; la trama del relato destila un sabor autobiográfico, en el que la autora se regodea; hay una deliberada búsqueda de complicidad con el lector, propia de quien husmea en los meandros de las intimidades y rumores de la propia familia; pero que no oculta un conmovedor amor, no solo por los suyos, sino por su patria, esa tierra natal a la que ella canta con prosa poética y honda emoción, a las que el lector no puede sustraerse. Gioconda Belli logra, gracias a la mágica alquimia de su pluma, aunar su capacidad descriptiva de corte realista con el encanto lírico del hechizo de la poesía; prosa y poesía se enlazan en una trama que, si bien describe recurriendo a un tiempo cronológicamente lineal, las remembranzas retrotraen al presente las peripecias del pasado. Sin embargo, la tensión dramática va más allá del natural interés por reencontrar las raíces ancestrales; la autora logra mantener la tensión del relato y, con ello, captar la atención del lector combinando, así, el deleite estético con la curiosidad propia de un relato novelado. Si bien todo o casi todo lo que es tema de la narración es historia real, la biografía y el perfil de los caracteres de los personajes se liga con la descripción de los eventos de un pasado oculto en las brumas del olvido, pero que ilustra en alguna medida la pequeña historia de la nación vecina. Los protagonistas no son personajes aislados, sus rocambolescas  personalidades nos seducen; por más atrayente que sea su biografía deben ser vistos como una pareja tan dispareja como fascinante; su novelesco e inverosímil itinerario personal se arropa con el manto inconsútil de la historia de las dos naciones que los vieron nacer, Francia y Nicaragua, distantes en la geografía y, más aún, en la historia y la cultura, pero que se hermanan en la sangre, al calor de un romance inverosímil  en los recónditos rincones de una remota aldea de un remoto país. Pero el amor lo puede todo; su tropical fecundidad hace de la autora un distante fruto de esa pasión de resonancias surrealistas. La descripción de los caracteres individuales, al igual que la narración de eventos extraídos de los archivos históricos, es exquisita, si bien por momentos el alegato feminista le da un tono propio de las querellas de tiempos recientes.

Por su parte, a la otra orilla del Océano, Rosa Montero se confina en la descripción de su época y de la patética realidad de la España actual, con mención reiterada, extraída de la crónica policíaca, de espeluznantes referencias a casos de inaudita violencia y a conflictos de índole étnico, agravados por el contraste entre la ciudad y la aldea; todo envuelto en una trama policíaca, que mantiene un suspenso que caracteriza a la novela negra, y expresado en un lenguaje coloquial que roza la procacidad. Análisis psicológicos se mezclan con descripciones de conflictos socioculturales provocados por prejuicios raciales y xenofóbicos, lo cual acentúa el dramatismo de la narración, con el fin de que el lector asuma una posición personal frente a lo que se vive en el seno de la sociedad y que se refleja en los contenidos de los medios de información. La estética, de inspiración realista, es el instrumento adecuado empleado por la autora para poner de manifiesto su no disimulada intención de denuncia de un contexto deshumanizado, en el que deben convivir todos los sectores de una sociedad, que ve trágicamente menguados los valores más elementales que se requieren para lograr crear una convivencia digna de seres humanos. No obstante, el mensaje es altamente positivo; más allá de las divergencias de todo género, el amor triunfa, la vida continúa, la fecundidad, por no decir el instinto biológico, que está a la raíz del natural atractivo entre los sexos, induce a la pareja de protagonistas a trasmitir la vida, ya que la vida solo tiene sentido en la medida en que nosotros se la demos, como enseñaba Camus.

Una reflexión final. Formalmente, la narrativa de las dos novelas es diametralmente diferente, como reflejo de dos contextos culturales igualmente disímiles y del carácter personal de las autoras; sin embargo, ambas obras tienen en común el que los protagonistas no son un hombre o una mujer en solitario, sino seres humanos a los que los azares y avatares de la vida propicia un encuentro fortuito, pero que la magia del amor une logrando que el milagro de la vida continúe más allá y más acá de cualquier distancia cultural, racial y social. El amor y la vida se convierten en amor a la vida… tal es, en última instancia, el trasfondo filosófico de dos novelas, cuyo punto final es un canto a la esperanza como respuesta a la desesperanza de un mundo en crisis de valores. Inspiradoras páginas para leer con fruición en estos tiempos de pandemia y enclaustramiento.

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