El erudito francés George Steiner dijo que el próximo Einstein de la humanidad será quien renueve lo que ya es un lenguaje erótico arcaico e inútil. Se impone un donjuanismo verbal que revolucione la relación sexual entre los habitantes de este planeta. Complementa Steiner su apreciación con las siguientes palabras: “…hay un donjuanismo del lenguaje tal vez mucho más salvaje y estimulante que el mero donjuanismo carnal”. (París Review. 1984 – 2012. Editorial Acantilado. 2020. Página 2092). Por otro lado, Jorge Luis Borges decía que la mujer inventó la cortesía, que no es poca cosa, pero también contribuyó a crear la literatura romántica, los relatos eróticos y hasta la novela rosa.
El nuevo libro del escritor Carlos Morales, Cosas de Mujeres, nos pone en la ruta de Steiner y de Borges, pero lo hace con elementos más cotidianos. Greta, Dalia, Teresa, Violeta, Zara, Aurelia, Xiomara, Magaly y muchas más sorprenden al lector con sus encantos femeninos, para explorar la magia de la palabra en la relación hombre-mujer. Para ello, el autor se vale de los recuerdos del español Juan Alberto Segovia, quien, a sus 80 años bien cumplidos y disfrutados, escribe sus memorias eróticas con el desparpajo y la solemnidad de quien ya no teme a los juicios moralistas de sus coetáneos.
El verbo erótico es el gran protagonista de este recuento de escarceos románticos, que el lector sabrá juzgar como verídicos, algunos, y otros creados por la fértil imaginación de este trotamundos español. Al fin de cuentas, es bien sabido que en materia erótica lo soñado es tan eficaz como lo vivido. Aquí las distintas mujeres van dejando en letra de molde sus fortalezas y debilidades, pues desde Bocaccio, Lawrence, Nabokov y Bataille, se sabe que todo desliz femenino es una tentación para los escritores. Toda la historia de la literatura estaría incompleta sin los secretos de alcoba. Borges, el más tímido de todos los seductores, palidece ante este arrasador Segovia, que también sufrió el varapalo de los cuernos y los supo llevar con resignación.
En el campo el lenguaje erótico, el ser humano contemporáneo está más cerca de los Neandertales que del nuevo Einstein sugerido por Steiner; sino que lo diga el ochentón memorioso de este libro de Morales, quien fantasea con sus recuerdos más calientes de infancia, juventud y vida adulta, siempre obsesionado por la fiebre de los sentidos, donde predomina el delirio táctil, los aromas femeninos y el voyerismo. Quedan en segundo plano el paladar y el oído. Dejemos el paladar para los libros de cocina y volvamos al oído, el órgano receptor del lenguaje. Todos los recuerdos de Juan Alberto Segovia se mueven entre el incorregible Casanova consagrado al hedonismo carnal y el severo censor que le pide cuenta de sus actos, partida que gana el primero porque en sus andanzas, la tentación fue más poderosa que la prudencia.
En general, la mayoría de los seres humanos somos intensamente receptivos a los estímulos sexuales de tipo verbal. Con esta actitud se puede leer y “escuchar” el discurso de Juan Alberto Segovia, como un motor que acelere la llegada del Einstein renovador de la relación entre las parejas, de modo que el recurso verbal sustituya las viagras y sus derivados farmacéuticos, para que los vínculos sexuales sobre esta Tierra sean más placenteros, baratos y duraderos. También el narrador nos sitúa frente a un Segovia que todavía cree en la belleza femenina como disparador de las reacciones masculinas que perpetúan la especie, contrario a una peligrosa tendencia de la juventud de eludir los compromisos de pareja, evitar los hijos y privilegiar el culto a las mascotas.
Estructuralmente, la obra corresponde a una colección de historias y semblanzas, donde el vaso comunicante lo constituye la memoria del personaje narrador, quien las va hilvanando de un modo más o menos cronológico, hasta dejar una visión general de lo que ha sido su vida a lo largo de casi un siglo. Juan Alberto Segovia, el narrador, es el único personaje que recorre todo el libro y eso es según Butor, Coulet, Callois y otros autores, lo que permite llamarla novela; pero él, como personaje, no está muy bien definido, porque no es lo esencial. Lo esencial son las mujeres y sus comportamientos frente a él y ante la vida.
En tiempos de la pornografía barata y del sexo que satura las vías tecnológicas, bienvenido sea un libro que recuerda a la gente que el verbo bien utilizado —sea en letra de molde o en su versión fonética— es un elemento crucial para rescatar el erotismo, tan venido a menos en las relaciones humanas.
Mario Zaldívar