Suplementos Úrsula Hauser

“Lo intrapsíquico no puede separarse de lo económico, cultural y social”

La psicoanalista suiza Úrsula Hauser, especialista en etnopsicoanálisis y psicodrama, asegura que lo intrapsíquico no puede separarse de su contexto económico

La psicoanalista suiza Úrsula Hauser, especialista en etnopsicoanálisis y psicodrama, asegura que lo intrapsíquico no puede separarse de su contexto económico, cultural y social. En su trabajo con diversas culturas en Latinoamérica y en Gaza aborda problemas en comunidades que han sufrido experiencias traumáticas por la violencia. En esta entrevista habla sobre los propósitos de esa disciplina psicoanalítica y sobre el trabajo de Aspas, la asociación de psicoanálisis crítico social que contribuyó a conformar en Costa Rica hace más de 25 años.

Hablemos sobre esa visión social psicoanalítica que es el etnopsicoanálisis.

-La Asociación de Psicoanálisis Crítico Social (Aspas) aquí en Costa Rica, se fundó en 1989, es decir, felizmente hemos podido celebrar los 25 años. Y digo felizmente porque creo que estos no son buenos tiempos para lo grupal y para este tipo de trabajo.

Somos 13 participantes que hacemos cursos que están abiertos al público para gente interesada en el trabajo interdisciplinario. También hacemos investigación de campo. En febrero y marzo de este año hicimos en coordinación con la Sigmund Freud Universidad de Viena y la Asociación Bribri de Costa Rica, una investigación etnopsicoanalítica al respecto de cómo la sociedad bribri interpretación de los sueños y cómo lo hacemos desde el psicoanálisis. Eso fue la primera investigación en el campo aplicando el saber psicoanalítico en la investigación social y cultural.

El etnopsicoanálisis nació en Europa por lo cual tiene un nombra quizás un poco infeliz porque la etnología fue tradicionalmente un disciplina muy eurocéntrica. Los países y culturas blancas del primer mundo utilizado las investigaciones sin pensar en el efecto del encuentro entre quien investiga y quien es investigado y fue utilizado por países tradicionalmente colonialistas como un saber para dominar mejor.

El etnopsicoanálisis nació en los años 1950 en África, con los psicoanalistas e investigadores Paul y Goldy Parin Matthey y Fritz Morgenthaler de la escuela de Zürich, con quienes tuve la suerte de formarme. Ellos van tras las huellas del francés Georges Devereux quien fue el primero en esta disciplina, pero se concentró más en la etnopsiquiatría, es decir en la noción entre salud/enfermedad, mientras que el etnopsicoanálisis amplía el marco y trata de entender cada fenómeno de lo ajeno, de lo extraño y luego repensar lo propio. Este encuentro, que en muchas disciplinas es visto nada más desde el ojo de quien investiga, concentrándose en el objeto de investigación, pero no toma en cuenta qué habrá de inconsciente en ese encuentro.

El etnopsiconálisis se inscribe en una tradición de un psicoanálisis comprometido como fue en los años de 1930 en Europa con el grupo freudomarxistas que investigaron primero y lucharon luego contra el nazismo que consideró el psicoanálisis como una ciencia perversa y del enemigo.  Un destacado miembro de ese grupo fue el colega Wilhelm Reich, autor de La psicología de masas del fascismo, que lamentablemente es muy actual hoy, porque de alguna manera se manipula la subjetividad de las personas de manera que actúan en contra de su propio interés. Por ejemplo, la idea de que cuanto más consumo más feliz soy, pero para el que no puede consumir esto es un desafío permanente.

Después de ese grupo de 1930, ya en mi tiempo, hubo otro grupo internacional de psicoanálisis de izquierda que fue Plataforma, el cual introdujo la base marxista en las consideraciones e interpretaciones sobre lo que ocurre entre el analista y el paciente.

Por ejemplo, una preocupación fue no limitarse a lo verbal, sino que buscamos otras formas de trabajo como el psicodrama, que siempre, desde el psicoanálisis, es decir observando el inconsciente y la transferencia las dos partes implicadas. Este método trabaja la parte corporal, el movimiento, y considera sumamente importante el grupo. Casi no trabajo el psicodrama a nivel personal, sino grupal porque permite hacer memoria colectiva, histórica y al mismo tiempo es factor terapéutico.

Entonces, el etnopsicoanálisis da un giro completo en ese aspecto ideológico, porque pretende ayudar a los pueblos de forma que puedan fortalecer su identidad, su pensar críticamente la historia y, por lo tanto el choque cultural que se da en el encuentro.

Por ejemplo, utilizo mi caso, una mujer, blanca, suiza con indígenas bribri, como decía antes. Porque en lo manifiesto del aquí y ahora puede ser muy lindo, de hecho hubo una amistad que se desarrolló enseguida, porque se había planificado desde hacía un tiempo y la gente bribri estaba sumamente interesada y abierta al encuentro. Todo fue muy bonito, convivimos durante tres semanas. Peor en el inconsciente, que es el modo de pensar en etnopsicoanálisis está todo ese equipo cultural, que el grupo de Viena que estábamos ahí significamos y representamos para ellos lo que antes fue la colonización. Eso se refleja en los sueños, por ejemplo.

También con mi trabajo en Gaza, donde trabajo desde 2002 damos formación sobre este método y también hay un encuentro de dos culturas distintas y las resistencias se dan en el ámbito inconsciente y eso lo podemos analizar en el trabajo ambas partes y con el grupo. Esto es muy enriquecedor en la investigación, pero también en los procesos emancipadores y de concientización política.

Hasta los años de 1980 en los movimientos sociales y de luchas políticas había una búsqueda de la utopía, pero en la sociedad contemporánea ha tomado especial interés la lucha por lo inmediato, por la sobrevivencia, como es el caso de los migrantes. ¿Cómo ve esa diferencia? ¿Se abandonó esa utopía?

-Bueno, puedo hablar en mi caso personal, pero creo que las compañeras y compañeros de Aspas lo comparten, y es que la utopía sigue siendo como la luz al final del túnel, sin utopía, o mejor dicho, sin un proyecto para el futuro de un cambio positivo para un mundo mejor estaríamos acabados y no serviría para nada la lucha. Más bien ahora, que el péndulo parece ir hacia la derecha nuevamente, vemos las olas de migraciones en Europa, que son como un “flashback” de la colonización, de todos esos pueblos que han sido y son explotados que ahora buscan en los países ricos su sobrevivencia, se les rechaza y se construyen muros para evitarlos. Igual en Latinoamérica donde los gobiernos de izquierda que se habían alcanzado están seriamente amenazados, como es el caso de Brasil con el golpe a Dilma Rousseff. En Uruguay, donde trabajo, porque Antonio mi compañero fue uruguayo, también están amenazados los logros del Frente Amplio. Entonces tenemos que redoblar los esfuerzos para resistir esta nueva ofensiva de la derecha internacional.

Ahora, apuntabas que lo urgente se impone a lo importante. Pensado desde el psicoanálisis y la subjetividad de la gente, lo importante implica procesos largos; no se puede en lo inmediato, por urgencia, dejar de lado las causas. El malestar en la cultura hay que entenderlo y luego tener estrategias para cambiarlo, desde lo subjetivo pero también en procesos grupales y sociales.

¿Cómo sería la relación del etnopsicoanálisis con las subculturas que se generan a partir de las migraciones?

-Aquí hicimos trabajo con migrantes nicaragüenses en Costa Rica que revelaron situaciones muy dramáticas que permanecían en el silencio. En Europa, en la isla italiana de Lampedusa, hay colegas que trabajan con miles de migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo y hacen sociodramas en la plaza gracias a que la alcaldesa es una comunista. Hay un lindo documental sobre eso que se llama Lampedusa en invierno. Hay que tener claro que se necesita apoyo institucional de los gobiernos para hacer una cosa como esa.

Creo que la estrategia debe ser doble o triple a veces. Primero hay que atender en lo inmediato a plazo corto, porque no se puede dejar a esa gente morir o padecer en sus condiciones. Luego hay un trabajo, que puede ser interdisciplinario, que escuche lo que ellos dicen y poder analizar las razones de por qué están en esa condición.

En los años 90, muchos grupos luchaban contra la desesperanza, pero ahora surge la inquietud por nuevas formas de construir las relaciones sociales ¿Cómo trabajan en ese aspecto?

-Bueno, un caso es el de los “indignados” en España, fue como una respuesta a esa estrategia de sembrar desesperanza, resignación o un culto a la muerte o sectas que dan promesas en el más allá. La indignación, una emoción, convocó para que la gente se reuniera. Eso es lo importante que la gente se reúna, que se hable, fomentar lo grupal.

En el psicodrama uno de los más importantes momentos terapéuticos es la catarsis, que es una liberación, que luego se integra en la historia del sujeto. No se trata solo de gritar, sino de saber por qué grito, qué me llevó ahí. Las emociones conducen a la reflexión y la comprensión de los procesos.

Ahora, uno de los síntomas de la represión es la indiferencia. En esta sociedad contemporánea nos quieren hacer creer que el consumo, que es un acto individual, es la forma de ser feliz y lo cierto es que es todo lo contrario. Produce insatisfacción para el que consume y frustración para el que no puede consumir.

Usted ha trabajado recientemente con jóvenes. ¿Cómo ve la actitud de los jóvenes, que son el principal objetivo de esos mecanismos de enajenación en la sociedad contemporánea?

-Es muy interesante porque tienen una tremenda creatividad y también mucha curiosidad. Si logramos despertar esa curiosidad por su propia historia y promover la reflexión habremos logrado mucho.

 

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