Hace 77 años, la guerra civil iniciaba el enfrentamiento más violento en la historia del siglo XX de Costa Rica. Un joven señor como Fabián Dobles Rodríguez en 1948 era un intelectual ya reconocido por sus dotes literarias, pero, sobre todo, por su integridad ética y política para con la sociedad costarricense, su compromiso ideológico era con el Partido Vanguardia Popular. Un partido que desde 1931 inició su vida en la sociedad política costarricense con los líderes Manuel Mora Valverde, María Isabel Carvajal, Arnoldo Ferrero, Adela Ferreto, Luisa González, Rodolfo Guzmán, de la primera generación de maestros, abogados y líderes obreros bajo cuyo liderazgo se fundaron y organizaron sindicatos, organizaciones populares, organizaciones de mujeres de trabajadores; tomaron las calles de la ciudad de San José; hicieron huelgas importantes para reivindicar la clase trabajadora bananera; eligieron diputados y munícipes, conquistaron las grandes transformaciones sociales del siglo XX, como las garantías sociales, el Código de Trabajo, la reapertura de la Universidad de Costa Rica, la Caja Costarricense del Seguro Social, y ahí estaba Fabián Dobles entre todos ellos, muy cerca del corazón de María Isabel Carvajal muy cerca siempre.
Este libro que se reedita felizmente por una universidad pública como la Editorial de la UNA tendrá que ser leído por lo jóvenes que ignoran ese pasado, que ignoran la violencia política y la represión de parte del grupo figuerista, cómo fueron víctimas tantos dirigentes comunistas, dirigentes sindicales estudiantes, mujeres trabajadoras, trabajadores, diputados, munícipes.
El exilio, la cárcel, la represión, la intolerancia, la agresión física, el linchamiento, las formas más fascistas que han existido de expresiones de violencias del odio y de la intolerancia ideológica.
Este libro, testimonio, denuncia, patrimonio histórico, nos convoca a profundas reflexiones:
Nos aligera hasta la transparencia, la opacidad de la vida cultural y social, en el ejercicio de una identidad frágil e insegura, que no ha sabido observar ni poner atención al mundo simbólico que nos representa; el pasado y el presente están en la literatura y en este caso en Los leños vivientes, que une a través de una memoria y diálogo, con los acontecimientos de una guerra civil.
Haciendo uso de analogías, nos dice la filósofa argentina recientemente fallecida en la Revista Otra Parte, Beatriz Sarlo:
“(…) diría que la proximidad con los personajes produce una cierta garantía de lo concreto… Una recuperación de la experiencia a través de una zona muy material de esa experiencia. Más allá de eso están las cuentas que uno ha arreglado mientras se escribe. Quizá uno solo escriba para saldar cuentas” (2025).
En don Fabián pienso y en sus buenas cuentas echadas, donde el valor de compañeros y compañeras los salvó del olvido de esta época líquida y frívola, donde la represión, la violencia y la agresividad contra la libertad y la dignidad de tantos compañeros y compañeras permanecerá. En este invaluable texto que representa no solo las víctimas que fueron más de 2.000 muertos del bando perdedor, 1.225 presos políticos en el momento de la escritura, los incontables exiliados, despedidos de sus trabajos, de sus sitios de estudio, agredidos y hostigados, estos son los leños humeantes, incendiarios, la conciencia de la justicia hecha literatura.
Fabián Dobles en los días de la guerra fue corresponsal de guerra junto a Enrique Mora y Carlos Luis Fallas, sus palabras están en reportajes publicados en el Semanario Trabajo e informes dados al Comité Central del Partido Vanguardia Popular.
Cada vez que le recuerdo su voz sosegada y sabia en reuniones políticas y familiares, su voz en esta obra es diáfana, incólume, llena de verdades y justicias, sin amargura ni arrepentimientos. Al lado siempre de nuestro camino.
¿Por qué ha existido un emborronado, una neutralización de lo vivido como sociedad?
En los leños vivientes estamos en la arqueología literaria que conforma una deuda política con su respectiva fractura teórica e identitaria, es una deuda política e histórica.
¿Cómo se enmarcan los acontecimientos?
Los acontecimientos vividos por los personajes nacen de profundas convicciones políticas y pagan una factura en el momento de la represión, desde la humillación pública, hasta la pérdida de libertad. La represión construye una identidad de un antipueblo que es partícipe en silencio de una nueva cultura burguesa que logra hacer invisible a la cultura de los trabajadores, a la herencia de María Isabel Carvajal. Esta herencia que es una memoria necesaria que construye identidad y libertad, la sentimos viva en esta obra de Los leños vivientes que representa un collage polifónico, una narración colectiva, ese plural de nosotros que emana de la conciencia de dirigentes y militantes del partido comunista.
Escribía Henry Giroux académico canadiense que estamos en una era dominada por formas extremas de crueldad que además no están ocultas y se reciben concierto nivel de alegría, lo que denomina la cultura de la crueldad (BBC, 2025).
Hace 77 años se inició después del fin de la guerra civil, algo parecido a la que denomina este académico al presente: “una cultura de la crueldad”, donde se normaliza perder la libertad personal, perder el trabajo, los derechos sociales, los derechos políticos, por convicciones políticas. Fue un proceso de deshumanización entre ciudadanos, una política de odio, de intolerancia, una forma fascista como la que vemos hoy en día de autoritarismos como fue la junta militar de José Figueres Ferrer.
¿Qué significa en nuestra cultura costarricense un comemaíz?, ¿qué representa y por qué hay dos comemaíces? Meditar en esto me hizo pensar en la novela y la famosa película de Matar a un ruiseñor de Harper Lee, con los temas de la injusticia social, los valores éticos, los derechos humanos. Nuestros comemaíces con la magia que tienen los ruiseñores como símbolos de amistad, lealtad, libertad y alegría de la vida.
Nuestros comemaíces son pinzones de cafetales, endémicos, con un canto hermoso, prehispánico, los gorriones nuestros: chingolo, cinzote, copetón pirris, pinzón, copetón, especie nativa, bello en su canto, eternamente libre, cuidadores vigilantes de los corazones presos, desafiantes, vigilantes de la dignidad de estos compañeros.
¿Quién come maíz? ¿Qué representan?
¿Quienes mataron a los comemaíces?
¿Quién mató a las víctimas del Codo del diablo?
“Compadre, mire que han sido años duros, confusos y agitados, pero nuestros. Ahora tendremos que saborear las amargas. Vengan, pues: el pueblo tiene el paladar macizo. Aparte pero hemos llegado a sentirnos. Ahora sabemos que somos parte de la patria. Nos ha costado muchas vidas y otras aún habrán decaer segadas. Aprendimos sin embargo a hablar lenguaje propio. Aparte es verdad que tuvimos que dar duros Aletazos. Nos lo seguirán cobrando por años. Parece que todo lo conseguido ha sido arrasado y suprimido, pero seremos más fuertes que todas las palabras, que todos los engaños y todas las cancillerías.
Germinara el maíz. El que sembramos con orgullo en estos años difíciles y en la tierra trabajándose esta. Y será cosechado. Y manos habrá que lo llevaran a la piedra y lo molerán. Llega el fogón del tiempo manos abundarán para sazonar la tortilla que apenas si pudimos comenzar a palmear. Y nosotros estaremos allí y nos doraremos al resplandor de los corazones alegres. Así que el tiempo aviente lejos la pasajera algarabía. Y levantan el vuelo”.
Con la literatura se puede ligar hasta la transparencia, la opacidad del mundo enajenado en que vivimos y crear simbólicamente un diálogo entre el pasado y el presente porque la memoria es el futuro, es la identidad, es la verdad, es la justicia y ella es colectiva, es materia plural de todos los que lucharon y fueron silenciados, los olvidados los que fueron forzados al destierro, a la cárcel, a la muerte.